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LADESCENTRALIZACION Y LA AUTOGESTION EN VENEZUELA


Enviado por   •  7 de Abril de 2013  •  3.703 Palabras (15 Páginas)  •  374 Visitas

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Introducción.

Uno de los principios fundamentales que debe guiar la política exterior de los países de América Latina, reside en la adecuada inserción de cada nación en la comunidad internacional, como un factor autónomo e independiente, capaz de promover sus intereses nacionales. Por ello, la integración constituye una política prioritaria, concebida ésta no como una simple asociación de naciones, sino más bien como la implementación e instrumentación de un programa político que tenga como norte el desarrollo de los países del área. Por lo que bien podemos señalar, como premisa de esta visión, que la integración debe colocarse al servicio del desarrollo: INTEGRACIÓN, DESARROLLO Y DEMOCRACIA deben ser las líneas fundamentales de la política internacional latinoamericana.

Una política como esta debe conducirnos a ser celosos defensores de la autodeterminación y de la soberanía nacional, como un principio doctrinario inalienable; de igual manera, los principios de no-intervención y respeto a la inmunidad de jurisdicción del Estado, de la intangibilidad del territorio nacional, de la defensa de los derechos humanos, del apoyo a los pueblos como protagonistas o actores directos de las relaciones internacionales o a través de las instituciones públicas y privadas; son principios fundamentales, asimismo, la igualdad, la paz, la lucha contra cualquier manifestación de terrorismo, la preservación del medio ambiente, la solidaridad con todos los pueblos del mundo afianzando el principio del pluralismo internacional existente o por construir, sin que ello ponga en duda la soberanía nacional; a ser fervientes animadores del establecimiento de un nuevo orden económico internacional, sin excluidos y sin exclusiones, que tenga su base de sustentación en la cooperación, solidaridad y colaboración reciproca.

Una concepción como esta define a la política exterior como una política de Estado. Por lo tanto, una política que se inspire en estos principios, debe articular el compromiso del Estado con la coexistencia y cooperación de los demás miembros de la comunidad internacional, lo que habrá de generar una relación de nuevo tipo. Una relación entre pueblos, entre sociedades, entre culturas.

LA INTEGRACIÓN: nuestra oportunidad.

La integración debe constituir, para los pueblos de Latinoamérica, el proyecto fundamental que predetermine nuestros programas y planes de acción. La experiencia nos dice que, América Latina, que ha transitado en su estructuración a través de la puesta en vigencia de planes que no le han sido propios, tiene en la integración su oportunidad para diseñar un plan de desarrollo, una modernidad propia, que le permita alcanzar la redención social de sus ciudadanos. Si algo ha caracterizado a América Latina es su tradición de copiar modelos exógenos.

Nuestros principales analistas del proceso de integración del área, al momento de abordar el estudio de su estado, recurren con inusitada vocación a compararla con la experiencia de la integración europea. Seguimos resistiéndonos a entender que somos un continente distinto, que conformamos un pueblo con particularidades propias, que aun teniendo una marcada heterogeneidad estructural y cultural, somos latinoamericanos.

Tradicional es también nuestra obsesiva vocación a considerar la crisis, nuestra crisis, como la más profunda, la más larga, la más difícil. Ante tal situación resulta normal escuchar voces cargadas de un profundo escepticismo, determinado por una visión apocalíptica de la situación, de nuestra situación.

Si algo está caracterizando la política de las relaciones internacionales, es precisamente, la búsqueda de una mayor integración entre las naciones. A diario conocemos de la firma de acuerdos bilaterales y multilaterales entre naciones de distintos continentes. Los logros alcanzados entre la CAN, el MERCOSUR y el CARICOM, para sólo señalar la región, son evidentes. Por mucho que algunas agencias internacionales de información, que algunos "especialistas", afirmen lo contrario, el avance de las conversaciones y el logro de algunos acuerdos no hacen más que confirmar que el camino de la integración no es fácil, pero es el camino.

Si miramos la experiencia externa tal vez podamos recordar la disyuntiva planteada por Alemania y Francia, a mediados del año pasado, con motivo de la visión del futuro de la Unión Europea. Ambos países, los dos más grandes de la unión, a través del Canciller Gerhard Schröder y el Primer Ministro Lionel Jospin, por vez primera presentaron sus impresiones no coincidentes sobre el futuro de la unión, presentadas de una forma coherente y bien articulada. Ello fue toda una novedad ya que tradicionalmente Berlín y París solían presentar sus propuestas en conjunto. Sabía lección. La discusión franco-alemana fue acogida con entusiasmo por toda Europa no sólo por su apasionante contenido intelectual, sino porque a partir de ella se posibilitaba la apertura de un debate nuevo y profundo sobre el destino de la Unión Europea ante los retos que debería enfrentar por su ampliación. Cómo debe ser, cómo será y cómo enfrentará y decidirán los problemas económicos, sociales y políticos que se planteen. Gruesas preguntas las que no pueden recibir superficiales respuestas.

Los latinoamericanos estamos obligados a revisar los fundamentos que han guiado nuestro proceso de integración. No para amilanarnos ante sus limitaciones y fracasos. Si no para desentrañar de él las oportunidades que nos depara. Si algo debemos aprender de la historia es que ésta no estudia los hechos del pasado para quedarnos en ellos, porque no los estudia con ojos del pasado.

Si los hechos del pasado se estudian con ojos del presente, el estudio del presente debe, ineluctablemente, conducirnos a imaginar el futuro, a eso que los cuentistas sociales han llamado la prospectiva.

¿Cómo vemos el futuro de la integración?. Promisorio, y no por un falso o ciego optimismo. Sino mas bien porque comenzamos criticando la obsecuente recurrencia de nuestros analistas a los modelos exógenos, pero de manera distinta, no para copiarlos, sino para leer en sus experiencias lo positivo que podamos extraer. En tal sentido, invito a mirar la experiencia citada de la Unión Europea. América Latina, tiene ante sí el reto de mirar su futuro con ojos propios; su gran reto es avanzar hacia una nueva modernidad que parta de lo que es y lo que quiere ser; en ese camino, en ese proceso, la integración, concebida no como una simple asociación comercial de naciones, constituye el eje de su modernidad.

Integración y Desarrollo.

Abordar el tema de la integración y el desarrollo en América Latina parece un lugar común, sobre todo en este tiempo en que la “globalización”

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