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LEYENDA URBANA


Enviado por   •  17 de Octubre de 2012  •  938 Palabras (4 Páginas)  •  604 Visitas

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La Chica del Asiento de Atrás

Un conductor de autobuses regresa su vehículo a las cocheras. El autobús está vacío y el sueño empieza a vencerle, cuando de repente una chica se cruza en la carretera e irremediablemente la atropella. Asustado escapa del lugar…

Julián acababa de terminar su turno de noche, únicamente debía dejar el autobús en la cochera antes de regresar a casa, un trayecto de unos 25 minutos (saliendo de la ciudad) que siempre se le hacían eternos.

Mientras transportaba pasajeros su trabajo era entretenido, siempre podía escuchar las conversaciones de los demás o entretenerse mirando la minifalda de alguna jovencita por el espejo retrovisor; pero, con el autobús completamente vacío, los minutos se volvían horas.

Además estaba especialmente cansado, ya que la noche anterior apenas había dormido cuatro horas. Mientras conducía, el sueño le iba venciendo y sin querer pegaba algún pequeño cabezazo.

Se durmió apenas unas décimas de segundo, tiempo suficiente para perder el control del autobús y pegarse el susto de su vida al encontrarse en mitad de la calzada a una chica que asustada trataba de esquivar el pesado vehículo. Todo fue en vano: la velocidad a la que iba el vehículo, unida al estado de aletargamiento del conductor, provocaron que, incluso pisando el freno hasta su tope, el autobús arrollara a la joven. El sonido de las ruedas destrozando los huesos de su delicado cuerpo mientras el trasporte saltaba como si acabara de pasar un obstáculo, estremeció a Julián y lo dejó helado.

Estaba bloqueado, sin duda había sido su culpa, la chica estaba muerta, de eso no había duda. Mirando por el espejo una vez detenido el autobús, se podía ver como el cuerpo boca abajo estaba destrozado. No había nadie cerca que hubiese visto el accidente y miles de ideas se agolparon en su cabeza. Se imaginó en la cárcel y sin nadie que pudiera llevar el pan a la mesa de sus dos hijos. En el mejor de los casos perdería su trabajo ya que había excedido las horas legales en que podía conducir un trasporte. Seguro que su jefe, cuando se iniciara una investigación, le echaría a la calle antes de buscarse problemas él mismo.

Asustado y aún confuso pegó un acelerón comprobando que no hubiera nadie cerca que pudiera identificarle, escapó de allí sin tan siquiera bajarse del autobús y en su huída no respetaba señales de tráfico ni los límites de velocidad. Una fuerte culpa le oprimía el pecho y como por instinto miró por el espejo interior del vehículo, no había nadie en los asientos pero sentía como dos ojos le punzaban en la nuca, como si alguien le mirara fijamente.

Entonces la vio…

En el último asiento había una chica sentada que no dejaba de mirarle, giró su cuerpo para revisar la parte de atrás sin usar el espejo, pero no había nadie. Temblando y con el cuerpo casi agarrotado por el miedo, regresó su

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