La Escritura En El Preescolar
Enviado por sabelita • 5 de Junio de 2014 • 886 Palabras (4 Páginas) • 202 Visitas
Era una noche oscura y fría. Daniel bebía un café sentado en su sillón favorito en la sala de su casa. Su familia dormía y èl reflexionaba tantas cosas que perdió la noción del tiempo. Eran las tres de la mañana, llevó su tasa vacía al lavaplatos, y abrió el refrigerador para prepararse un refrigerio. Cuando cerró la puerta vio junto a él a una figura muy conocida, pero en nada preciada.
La espectral imagen le arrebató el sueño en un instante y lo miró fijamente y le dijo con voz tenue:
- ¿Sabes bien a que he venido?
El asintió con la cabeza y dijo:
- Si. Lo se. Ya es hora.
La muerte confundida le preguntó a su víctima.
- ¿No vas a llorar? Todos lo hacen, se arrodillan y suplican, juran que serán mejores, ruegan por una oportunidad. ¿Tu por qué no?
Temeroso aun y con un nudo en la garganta, Daniel le respondió:
- ¿De que me sirve? Nunca me darás otra oportunidad. Tu solo haces tu trabajo.
- Cierto, solo hago mi trabajo
- ¿Puedo despedirme de mi familia? cuestionó Daniel con la ligera esperanza de recibir un si.
- Tú has dicho que solo hago mi trabajo, yo no decido la hora ni el lugar, mucho menos los detalles.
- Lo siento.
- No tienes de que disculparte, poca gente piensa en su familia en vida pero al llegar este momento, todos piden lo mismo.
- No lo entiendes – dijo Daniel con tono de reproche – yo perdí a mi padre cuando tenia 15 años, y mi sufrimiento fue grande… pero mi hija menor tiene tan solo 4, déjame decirle que la amo.
- Tuviste 4 años pare decírselo, tuviste muchos días libres, muchos cumpleaños, fiestas y momentos en que pudiste decirle a tu hija que la amas. ¿Por qué solo pensaste en tu hija?
- Mi hijo mayor no me creería, y mi esposa, a ella no creo que le interese si la amo o no. No hemos distanciado mucho. Pero mi niña, no hay día que entre yo por la puerta y no este ahí para recibirme con un beso.
- Deja de hablar ya se hace tarde.
- Esta bien.
- Sabes este momento hace que mucha gente haga conciencia de su vida. Lástima que sea demasiado tarde.
Salieron ambos al patio; un extraño tren aguardaba en la calle y lo abordaron.
- No todo es aburrido en la muerte. No te puedo decir lo que pasará al llegar, pero te propongo que juguemos ajedrez para matar el tiempo.
Con una sonrisa y una lágrima Daniel dijo:
- Que curioso, creí que no tenias sentido del humor.
El juego inició. Daniel no se calmaba aunque comenzó ganando, consiguió un alfil y un caballo. Pero era obvio que eso no lo alegraba.
La muerte le preguntó
- ¿A que te dedicabas en vida?
- Soy… es decir, era un simple empleado en una fábrica de calzado.
- ¿Obrero?
- No. Trabajaba en la administración.
- Ah. Supongo que tú te encargabas de ver si algo
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