La Escuela Como Escenario Del Proceso Aprendizaje

LA ESCUELA COMO ESCENARIO DEL PROCESO ENSEÑANZA PRENDIZAJE

Cuando se habla del proceso enseñanza aprendizaje se percibe la figura del maestro (sujeto que enseña) y del alumno (sujeto que aprende) en un primer plano, luego, en la educación escolarizada, la escuela es el escenario principal de esta relación protagónica indisociable donde interactúan entre sí y conviven una buena parte de su tiempo. Algunos han llegado a decir de manera romántica y en un tono hipócrita que la escuela es el segundo hogar, pero la realidad nos dice que es un centro de trabajo y el ambiente que se genere en éste, dependerá de la forma en que desempeñe el rol protagónico que le corresponde a cada cual.

Sin duda, la educación se da en escenarios diversos (“escenario; lugar en que ocurre o se desarrolla un suceso y/o el conjunto de circunstancias que rodean a una persona o un suceso” Encarta), y es la escuela, precisamente el escenario donde se da el proceso enseñanza aprendizaje con mayor énfasis es aquí, donde existe también, la necesidad de la sistematización de la enseñanza y el deseo generalizado de que los conocimientos se produzcan con eficiencia, por un lado el estado y por otro la sociedad. El tema que me ocupa y que intentaré exponer es el papel que juega la escuela como el establecimiento educativo que el Estado ha implementado para la enseñanza popular, la escolaridad obligatoria y el impacto que ésta tiene con la sociedad actual y la necesidad, en este tenor, de atender su diseño social en función de los intereses del Estado y los intereses de cada familia. En la escuela existe una micro sociedad que convive y se relaciona entre sí, con la modalidad ahora, de alcanzar objetivos y metas propuestos por la escuela misma mediante estrategias y actividades planeadas y programadas en un Plan de Trabajo Anual (PAT) y que forma parte de un Plan Estratégico de Transformación Escolar teniendo como bandera una misión y una visión. La escuela, sin embargo, se hizo obligatoria porque los niños no deseaban ir de manera espontanea y los padres preferían que sus hijos se quedaran en casa para ayudar en las labores cotidianas “Por un lado se trataba de garantizar sus aprendizaje, protegerlos del maltrato, la explotación y la dependencia. Por otro, el propósito era moralizar su educación, mediante la educación cívica, la higiene, la disciplina, pero también normalizarla, empezar por el aprendizaje de una lengua escolar que no era la lengua hablada en la familia en el día a día.” (Philippe Perrenau, 2002, pág. 91). Aunque esta aseveración sucede en Francia, no veo ninguna diferencia de lo que ocurría en México. Y como el caso de Inglaterra donde el 77 % de las familias no aceptan que se les devuelva la responsabilidad de la educación de sus hijos, (Perrenau, 2012) en nuestro país, una inmensa mayoría convergería en esta misma posición. El caso es que el poder de la escuela recae en los profesores y pareciera que éstos fueran los autores o responsables de éste poder enfrentándose por consiguiente, a la agresividad, a la crítica de los programas, a las comparaciones mal sanas entre instituciones y profesores, a las protestas frente a las exigencias de la escuela o la inutilidad de las reformas. La escuela es sometida a las exigencias de una sociedad y del propio Estado que ordena y restringe ciertas libertades y autonomía, que sentencia y sanciona que evade la responsabilidad del mantenimiento mayor de los edificios escolares, de adaptaciones a la arquitectura del inmueble para operar con mayor eficiencia y brindar un mejor servicio.

Lo cierto es que la escuela tiene la difícil tarea de brindar una educación de calidad pese a toda aquello aquí expuesto y, esto implica un gran reto no solo para el magisterio sino para el Estado. Por un lado, el docente no solo de una actualización permanente sino de su profesionalización real, y por otro lado, de una inversión y atención más aguda en la implementación

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