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La Historia Completa del Vino Mexicano


Enviado por   •  10 de Agosto de 2014  •  Trabajo  •  2.004 Palabras (9 Páginas)  •  192 Visitas

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La Historia Completa del Vino Mexicano

Antes de la llegada de los españoles a nuestra tierra, nuestros antepasados indígenas ya tenían conocimiento sobre cómo elaborar bebidas alcohólicas, algunas de las cuales consumían en sus rituales y otras de manera doméstica. Bebidas como el pulque, el acachul, el chumiate, el comiteco, el zacualpan, el colonche, el xonocostle y muchas otras eran elaboradas por diferentes métodos en varias regiones de nuestro territorio.

Ahora bien, el cultivo de la vid ya en forma se dio con la llegada desde España de los conquistadores, y sobre todo de los misioneros quienes fueron los que lograron plantar vides que produjeran el fruto adecuado para obtener un vino aceptable. Sí existían aquí vides silvestres (cimarronas) pero sus uvas eran demasiado ácidas y agrias. Aunque no se sabe a ciencia cierta el origen de la uva más extendida y usada en esa época, en lo que sí hay unanimidad es en el nombre con el que se le conoció a esa cepa: Misión.

Los primeros viñedos en México fueron plantados en la capital del virreinato, que estaba localizada en lo que hoy es la Ciudad de México. Desde ahí los viñedos se expandieron a todos los lugares donde se empezaron a trasladar los misioneros: Puebla, Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí, Michoacán, Dolores, Celaya, Guerrero, el Valle de Parras, Baja California y Sonora.

Los jesuitas fueron los primeros que plantaron viñedos en la zona de Baja California, y los franciscanos desarrollaron principalmente la parte de California que ahora pertenece a los Estados Unidos.

En 1524 llegó un apoyo oficial mediante un decreto de Hernán Cortés, Gobernador de la Nueva España, el cual ordenaba a cada colono español plantar 1000 pies de vid por cada 100 indígenas que estuvieran a su servicio. Además se ordenó que cada navío que llegara a la Nueva España trajera vides y olivos.

El vino que entonces se produjo aquí aumentó en cantidad y en calidad, tanto que los colonos españoles ya no vieron necesidad de seguir importando vino español. Esto no les gustó nada a los productores de vino de España e influenciaron al Rey Felipe II para que en 1595 lanzara un decreto que ordenaba exterminar todos los viñedos plantados en la Nueva España y prohibía plantar nuevos. Esta orden fue atroz para el futuro del vino mexicano. Lo bueno es que no tuvo realmente los efectos esperados por la corona española por dos sencillas razones. La primera fue que la amplitud del territorio conquistado (poco más de 2 millones y medio de kilómetros cuadrados), hacía imposible tener un control eficaz con los pocos soldados con que se contaban. La segunda razón fue la negación por parte de los religiosos de cumplir la orden fundamentándose en que el vino era indispensable para sus ceremonias, con lo que continuaron expandiendo sus cultivos.

Fuera de las congregaciones religiosas que continuaron con la producción de uva y vino, fue Don Lorenzo García, un colono original de la región de Coahuila conocida hoy como Valle de Parras, quien en 1597 viajó a España para solicitar al Rey Felipe II una “Merced” (dotación de tierras)con el expreso propósito de plantar viñedos para producir vino y brandy. Quién sabe qué palabras tan persuasivas como eficaces utilizó Don Lorenzo frente a Su Majestad, pues su solicitud le fue concedida el 18 de agosto de 1597, quedando así fundada la primera empresa vitivinícola del continente americano bajo el nombre de Hacienda de San Lorenzo, lo que hoy conocemos como Casa Madero, y que es la vitivinícola más antigua de México y de toda América.

Otro hecho importante para nuestra historia vitivinícola nacional se da en 1791, cuando el fraile dominico José Loriente funda la misión de Santo Tomás en lo que ahora es Baja California, al sur de Ensenada, plantando los primeros sarmientos en ese valle.

Pasó el tiempo y llegó la guerra de Independencia en 1810, tras la cual el gobierno mexicano decidió secularizar algunas propiedades religiosas, entre ellas la misión de Santo Tomás, que desde 1833 pasó por las manos de varios propietarios.

En 1870 Don Evaristo Madero adquiere de unos franceses la Hacienda de San Lorenzo y en 1884 viaja a Francia para traer a México las primeras cepas de aquel país.

En 1888 el italiano Francisco Andonegui y el español Miguel Ormart fundaron Bodegas de Santo Tomás y también traen a México varietales que nunca se habían cultivado aquí, como son Palomino, Moscatel, Rosa del Perú y Tempranillo.

A finales del siglo XIX, James Concannon también introdujo variedades francesas a la zona de Baja California, y Perelli Minetti hizo lo propio plantando sus cepas cerca de Torreón, en el estado de Coahuila.

En 1906, llegan al Valle de Guadalupe aproximadamente 100 familias rusas, y con el tiempo establecen pequeños viñedos y de manera artesanal comienzan a producir sus propios vinos. El florecimiento del Valle de Guadalupe se debe en gran parte a ellos.

Llegó la Revolución Mexicana en 1910 y nuevamente se pone freno al desarrollo que mostraba la vitivinicultura del país. Y por si fuera poco los avances se frustran por una epidemia de filoxera que diezmó nuestros viñedos.

En 1926 Don Angelo Cetto establece en Tijuana las bases de lo que sería la bodega L. A. Cetto (la vitivinícola mexicana más grande). En 1951 la segunda generación, liderada por Don Luis Agustín Cetto, inicia y consolida el cultivo de variedades finas en el Valle de Guadalupe. De los años sesentas a los setentas también llegaron a tener una vinícola en la ciudad de Tecate, donde producían vinos blancos. Otro año importante fue 1965 cuando se integró el enólogo italiano Camillo Magoni, cuyo trabajo ha marcado un antes y un después en la calidad de los caldos de L.A. Cetto. Desde 1981, bajo el mando de Luis Alberto Cetto, la tercera generación lleva el rumbo de esta importante vitivinícola impulsando fuertemente su internacionalización.

En 1931, Abelardo L. Rodríguez compró Bodegas de Santo Tomás y trajo al enólogo italiano Esteban Ferro, quien importó cepas francesas e italianas, las cuales dieron un impulso definitivo a la zona vitivinícola de Baja California.

En 1948, quince empresas crearon la Asociación Nacional de Vitivinicultores buscando así la consolidación de la vitivinicultura mexicana, motivadas por la necesidad de contar con un órgano que representara

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