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La Leyenda Del Hipopotamo


Enviado por   •  22 de Diciembre de 2013  •  914 Palabras (4 Páginas)  •  1.402 Visitas

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La leyenda del hipopótamo Félix Rodríguez de la Fuente

En África Oriental se hablan tantos dialectos como tribus se distribuyen por sus inmensas llanuras y montañas. Sin una lengua no hubiera sido posible el entendimiento humano. Esta lengua es el swahili, con el cual uno puede dialogar con un kikuyu, un wacamba, un masai cualquier miembro de las diferentes tribus África del este. El swahili es bellísimo en lo que refiere a los nombres de los animales. El león se llama Simba; la gacela, Suela; el leopardo, Chui. Difícilmente se encontrarán palabras más adecuadas para expresar el poder, la fragilidad o el peligro sigiloso del león, la gacela y el leopardo.

No escapa de estas perfecciones lingüístico-zoológicas hipopótamo. En swahili,

el hipopótamo se llama Kiboko. Este nombre sí que es representativo del volumen, la irónica torpeza, la voz cavernosa, la marcha pesada y cómica; incluso, del mal humor de los hipopótamos.

Kiboko tiene una leyenda preciosa en toda el África Oriental y Central. Es posible que sea de origen pigmeo.

«Cuando Dios hizo a los animales y los envió a vivir en los distintos parajes de la Tierra -reza la citada leyenda-, ordenó a algunos que se fueran a las frescas montañas, donde los calores nunca los someterían al azote africano: a los tibios valles del Ruwenzori y a los volcanes Virunga se fueron los gorilas de montaña, los antílopes enjaezados y los leopardos. Mandó a otros que se dispersaran por las abrasadas llanuras, y en aquel infierno se establecieron las gacelas, los antílopes, los guepardos, los avestruces y otras criaturas que hablan de soportar largas sequías y agotadores estíos. Destinó otro gran grupo a las selvas húmedas y abrumadoras; obedientemente se sumergieron en la floresta los búfalos enanos, los chimpancés, los okapis y los raros antílopes forestales. Solamente faltaba el destino del obeso Kiboko para completar la distribución de la fauna en tierras africanas. En la inapelable decisión del "Padre de los animales" le acompañaban los otros gigantes de la Creación: el elefante y el rinoceronte. Dado su apetito insaciable, considerando la enorme cantidad de alimentos que necesitan para vivir, el Señor los envió a los tres a las sabanas y a las praderas, donde el sol abrasa y es necesario deambular eternamente para encontrar las hierbas reverdecidas por las lluvias.

Tras soportar los ardores solares sobre su piel sonrosada, hinchado como una enorme salchicha por las picaduras de los mosquitos, caminando torpemente sobre sus ridículas extremidades, resoplando de fatiga, Kiboko se presentó al Padre y le dijo:

-Soy demasiado gordo para vivir en las tierras secas. El agua me libraría del peso, me defendería de los mosquitos y refrescaría mi corpachón. ¡Señor, envíame a vivir a los ríos y a los lagos!

El Padre de los animales argumentó:

-Eres demasiado grande, Kiboko. Necesitas mucho alimento; en los ríos vas a terminar con todos mis peces.

-Yo te prometo, Señor, que no probaré un solo pez; saldré cada noche para alimentarme con la hierba a las praderas. Para demostrártelo, cada vez que defeque pulverizaré materialmente mis excrementos para que veas que en ellos no habrá ni una espina ni

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