La Movilidad En Santa Marta

La movilidad es un asunto que interesa a todos los habitantes de Santa Marta, ya sea que para hacerlo acuda al empleo de: un bus urbano, un taxi, un vehículo particular, una moto, una mototaxi e incluso una bicicleta.

Para circular por la capital magdalenense no queda otro remedio que resignarse a hacerlo por: calles, carreras, avenidas y transversales en malas condiciones técnicas, producto del olvido, casi que ignorancia absoluta, a que la malla vial de la ciudad ha sido sometida por décadas y gobiernos locales y departamentales.

En razón a lo anterior, en esas calles, carreras, avenidas y transversales es común toparse con huecos de todas las dimensiones, incluso con cráteres que lógicamente afectan las condiciones de todo tipo de automotor que por ellas circulan.

A la hora de buscar responsables de esa situación en las vías de la ciudad, ya se ha señalado en esta misma nota editorial a las administraciones samarias y departamentales que parece haberles importado el asunto en poco o en nada porque se dedicaron en sus respectivos períodos a quien sabe qué cosas, menos a laborar por la mejoría de la calidad de vida de sus coterráneos al menos en ese frente de trabajo tan importante para una urbe en crecimiento y con vocación turística.

Pero la clase gobernante de la ciudad y el departamento no ha sido la única responsable de la situación de las vías. A esa conclusión es fácil llegar al encontrarse con dos situaciones muy comunes en esta parte del país.

La primera, completamente legal y ligada directamente a la conveniencia económica, consistente en que muchos de los vehículos que hoy deambulan por la urbe samaria lo hacen impulsados no por gasolina sino por gas natural, al que no se le cobra la sobretasa con la que se financia precisamente el arreglo y la construcción de la malla vial.

Al no cobrarse sobretasa a la gasolina a los vehículos que funcionan con gas natural, éstos no aportan dinero al mantenimiento de las vías y sí que menos a la construcción de nuevos pavimentos. Los dueños y los conductores de estos automotores, sin embargo, sí exigen, por supuesto, el mejoramiento de vías a gritos.

La segunda, completamente por fuera de la ley, es la venta, la compra y el uso permanente de gasolina de contrabando, proveniente de Venezuela e ingresada a la ciudad desde La Guajira, que, por su misma naturaleza, no paga un solo peso por concepto de sobretasa y, por ende, no genera ningún aporte económico para el mejoramiento vial.

Los vehículos que funcionan con ese combustible ilegal sí transitan por las calles, las carreras, las avenidas y las transversales de esta parte del país, mientras que seguramente sus dueños y/o conductores sí exigen el arreglo de los pavimentos por donde andan a diario.

Cabe aquí la pregunta ¿Si muchos de quienes hoy tiene vehículos particulares o de servicio público no contribuyen con el pago de la sobretasa a la gasolina, que es la que financia el arreglo y la construcción de vías en Santa Marta, cómo sí exigen el arreglo y la expansión de la malla vial local?

Ahora entonces queda en evidencia que la culpa no sólo es de los gobernantes en cuanto al tema de la malla vial. También es del ciudadano común que piensa en su entera conveniencia económica y opta por el uso del gas natural o por la compra de gasolina de contrabando, pese a que esto último es un delito.

Hay un segundo interrogante a propósito del tema vial ¿Dónde está el cumplimiento del compromiso social o si se quiere del civismo que tienen todos los que moran en Santa Marta de aportar económicamente al mejoramiento de una causa como la vial?

Pero hay un tercer ítem en la discusión de este mismo asunto de la malla vial y éste tiene que ver directamente con el esquema que tiene Santa Marta para adelantar las obras que tienen que ver con pavimentación.

Con el

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