La Profesión Militar

“En la sangre de nuestros soldados, está la presencia de Valdivia, Chorrera y Machalilla, la estirpe de Atahualpa y Rumiñahui, el espíritu de Alfaro, la gallardía de los de Tarqui, el cóndor y el Alto Cenepa; en fin, en un solo torrente, la heroicidad, dignidad, el sacrificio y el honor, valores innegables de una cultura milenaria” .

La profesión militar es la respuesta a una vocación de servicio, que parte, por tanto, de una actitud ante la vida que se centra más en otros que en uno mismo. Y esta vocación generosa se aplica a una escala de valores que culmina en la obediencia del servicio a la Patria, encuadrada en normas de comportamiento, conocimientos especializados, habilidades y virtudes morales.

No se trata de una simple ocupación y si bien los riesgos son voluntariamente asumidos por el profesional de las armas, exige de él una adhesión o un grado de compromiso profundo para cumplir eficazmente con la misión que se le encomienda y el compromiso más grande es el de dar la vida, si fuera preciso, en el cumplimiento de su misión y la defensa de su Patria, lo cual exige una dimensión moral sin cuya inspiración un soldado no sería soldado, sino un mercenario.

La carrera militar es también una profesión, ya que implica una gran dosis de idealismo y la aceptación de una vida de austeridad; y de la misma forma que el médico se ocupa más de la salud que de la enfermedad y por ello es el primero en meter sus manos en la enfermedad y en la muerte, así el militar es el primero que se enfrenta a la dureza del peligro y de la muerte cuando la situación ha degenerado en el más radical y extremo de los conflictos, la guerra.

El compromiso del hombre de armas engendra exigencias éticas y morales evidentes, ya que es en el militar en quien la nación deposita una gran responsabilidad, la misma que reclama un código muy estricto de comportamiento, que debe ser dictado por su propia consciencia y por el derecho de gentes en la responsabilidad de dirigir a los hombres que han adquirido el compromiso de servir; compromiso que les convoca, como ya menciono, no a matar, sino a estar dispuestos a morir.

La Institución Militar es también muy exigente desde el punto de vista moral. Quizá por eso Calderón de la Barca se refirió a la milicia como “una religión de hombres honrados”. Y esto es así, porque nuestro Ejército se halla vertebrado por valores. Así por ejemplo, la lealtad, la generosidad, la justicia, la cortesía, el pudor, la bizarría, la constancia, la humildad, la templanza, la obediencia, la caridad, pero ante todo el honor, no inspirado por el qué dirán, sino por la propia dignidad del ser humano. La honestidad y recato en las mujeres; la caballerosidad y lealtad en los hombres, son las cualidades en que se basa nuestro propio respeto y estimación y constituyen nuestra verdadera integridad y valor.

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