La derrota de los pedantes
Enviado por Miriam Perez • 3 de Noviembre de 2016 • Ensayo • 3.523 Palabras (15 Páginas) • 342 Visitas
Recursos paródicos de La derrota de los pedantes
La derrota de los pedantes se trata de una obra en prosa de Leandro Fernández de Moratín, autor español del siglo XVIII que muestra en sus obras los valores ilustrados. Estamos ante una obra paródica o satírica con una evidente función didáctica: mostrar a los lectores cual es la “buena poesía”. Esta “buena poesía” sería aquella que toma e imita modelos válidos y que ha sido compuesta por “poetas profesionales”, es decir, poetas que dedican su vida a ello y van aprendiendo mediante la práctica. Se rechaza a los malos poetas, que componen sin modelos apropiados y “por casualidad”; esto se puede ver también en la poesía ilustrada: por ejemplo, “El burro flautista” de Tomás de Iriarte. Por tanto, la escritura es oficio y no inspiración repentina. Esto nos conduce a la necesidad de seguir unas reglas y normas; por ejemplo, las tres unidades de lugar, tiempo y acción en el teatro neoclásico, que Fernández de Moratín sigue en La comedia nueva o el Café -obra teatral con características similares a La derrota de los pedantes como la parodia o la exposición de teoría literaria- y El sí de las niñas. Así pues, no es extraño que en el siglo XVIII proliferen numerosas poéticas, es decir, preceptivas o conjunto de normas. La función didáctica o finalidad pública (todas las artes están subordinadas al poder y la política; como todo lo que se escribe es público, el escritor es un trasmisor de la política) no es exclusiva de esta composición, sino que corresponde a uno de los principios de la Ilustración: la utilidad práctica de la literatura y el bien común. Debemos tener en cuenta que la concepción política característica de este siglo es el “despotismo ilustrado”, que une el absolutismo monárquico y los deseos del monarca de conseguir el progreso y la felicidad de sus súbditos, pero sin contar con ellos. Como muestra de esto, podemos tomar a Ignacio de Luzán, que expresa en su Poética la necesidad de enseñar deleitando (la poesía nos permite enseñar la virtud de forma adornada para que sea entendida adecuadamente por el lector).
Por tanto, esta obra podemos caracterizarla como literatura comprometida con la política y la cuestión nacional, que se inserta dentro de la reforma de la poesía y del teatro (la cuestión del teatro se trata más específicamente en La comedia nueva). Así pues, La derrota de los pedantes sigue la vertiente artística neoclásica del siglo XVIII, que se caracteriza por el equilibrio y la obediencia a las reglas. En la obra se trata de criticar, mediante la parodia y la ridiculización, el Posbarroco (continuación del Barroco del siglo anterior). Por este motivo, la historia o trama argumental es muy simple, siendo más importante en la obra el valor simbólico y alegórico. A continuación se van a explicar con mayor detalle los recursos paródicos concretos que aparecen en la obra, ejemplificando con fragmentos del texto.
La narración se sitúa con el dios Apolo durmiendo plácidamente en el Parnaso (lugar en el que viven las musas y los inmortales, es decir, los grandes autores). Éste dios es despertado por Mercurio, a causa del enorme alboroto que están produciendo unos invasores. He aquí el primero de los recursos paródicos: “El ejército contrario era una turba confusa de diversas gentes que había unido por casualidad el furor, y peleaban sin orden ni disciplina, ni jefes que los gobernasen…”. En este fragmento se puede ver como el autor ridiculiza al ejército de los pedantes, ya que en él no hay jerarquía, sino desorden y desconcierto. Asimismo, no hay especialización en este ejército, sino “gente diversa” unida “por casualidad” (recuérdese lo explicado anteriormente sobre los malos poetas, que componían por casualidad y se movían por inspiraciones repentinas; esta crítica también se puede ver en La comedia nueva, en el personaje de Don Eleuterio, que escribe “El gran cerco de Viena” sin tener formación como escritor ni tomar modelos de referencia). Además, los individuos que forman este ejército pelean de forma caótica y anárquica, puesto que no tienen un caudillo. Para entender la parodia que hay en estas líneas es necesario situarla dentro de los ideales ilustración de orden -reglas y sistematización- y necesidad de un superior o líder que dirija de forma correcta al resto. Estamos ante una metáfora de la Ilustración: en el ejército de los pedantes falta una minoría ilustrada (“jefe”) que ilumine y gobierne al pueblo (“turba confusa” o “tremolina”) con razón; esta es la causa principal de su fracaso.
En “agarrando del pescuezo al primero que le vino a la mano”, se puede observar también una parodia de los pedantes. No importa a cuál de ellos se coja, ya que ninguno es importante; de hecho, no se menciona su nombre como si se hace con autores como Quevedo o Cervantes: no hay poetas con características propias que sean dignos de distinguirse y ser considerados. En lugar de mencionar el nombre del pedante, se emplean numerosos adjetivos calificativos negativos referirse a él: “poetastro”, “badulaque”, “endiablado tuerto” (vinculación del pedante con lo maligno y dañino) o “poetilla ridículo”. Esto nos da una clave de la postura que toma el autor de la obra, ya que estos adjetivos calificativos no son usados exclusivamente por los personajes del Parnaso, sino también por el narrador (y el narrador es una escisión de la voz del autor). Además, volviendo a la frase inicial, vemos cómo Mercurio no le toma de forma delicada, sino que le “agarra” –verbo con un matiz violento, que denota falta de sutileza– del pescuezo –palabra que se aplica, a mi parecer, más a animales que a seres humanos–. Fernández de Moratín seleccionó estas palabras, o sea, este trato por parte del dios alado para presentar a los pedantes como animales sin raciocinio (véase también como todos hablan a la vez y no respetan los turnos de palabra). Este recurso paródico se prolonga a lo largo de la obra, tratando al pedante tomando como un animal. He aquí otra muestra: “marchó con el perillán que había pescado, asiéndole fuertemente de las agallas, que no le dejaba gañir”. Si continuamos leyendo el libro veremos numerosos ejemplos de este recurso paródico: “abriendo un camaranchón sucio que había servido muchos años de carbonera, metió en él a su presa”. Claves en estas oraciones son las palabras “camaranchón sucio” y “presa”: la primera, denota un lugar indecoroso que no se ofrecería a una persona como estancia; la segunda, muestra cómo se equipara al pedante con una presa (animal) y no con un huésped o invitado.
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