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La hegemonía del Estado Absoluto


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2014  •  Ensayo  •  2.119 Palabras (9 Páginas)  •  203 Visitas

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La hegemonía del Estado Absoluto entre los siglos XVI y XVIII tan sólo fue posible gracias a la aparición previa de una serie de conceptos e instituciones hasta entonces desconocidos: el Estado-nación, la ruptura con la Iglesia, el abandono del derecho natural y una redefinición de la idea de soberanía y "virtud". Todos ellos, vigentes hoy en día. ¿Casualidad?

1. Introducción

La presión fiscal y la capacidad de los gobernantes para crear e imponer leyes son los dos rasgos esenciales para poder determinar con cierta precisión la amplitud y el alcance de la intervención estatal sobre los derechos naturales de los individuos (libertad y propiedad privada).

En este sentido, el absolutismo regio –desarrollado entre los siglos XVI y XVIII– y el totalitarismo propio del siglo XX son identificados, comúnmente, como los paradigmas de la opresión del poder político sobre la libertad individual. En su estudio sobre el pensamiento absolutista en Italia y Francia, Rothbard (Historia del Pensamiento Económico, volumen I) detalla los rasgos esenciales de esta teoría política a través del análisis de sus principales detentadores filosóficos.

Ahora bien, antes de entrar en materia, resulta imprescindible responder a la siguiente pregunta: ¿cómo y por qué triunfó el absolutismo? El denominado Antiguo Régimen alzó su edificio gracias a la existencia previa de dos pilares básicos: a saber, el surgimiento de la figura del Estado, como ente propio y autónomo, y el desarrollo del humanismo, en contraposición al pensamiento escolástico hegemónico en la Baja Edad Media.

2. El nacimiento del Estado-nación

En primer lugar, cabe señalar que, con anterioridad al siglo XIV, los reyes franceses alimentaban sus arcas gracias, exclusivamente, a los recursos derivados de sus propias rentas y servidumbres señoriales, así como a la aplicación de determinadas levas impositivas, cuya aprobación por parte de los restantes estamentos sociales tan sólo se concedía a regañadientes y en situaciones de emergencia (como, por ejemplo, en caso de guerra).

El equilibrio que históricamente existió entre el poder de la Iglesia y el del Estado se rompió, precisamente, en el siglo XIV. Nació entonces el denominado Estado-nación, cuya figura se fue imponiendo progresivamente a las tradicionales ciudades-estado propias de los siglos anteriores. La drástica ruptura entre el poder temporal que ostentaba el rey y el poder eterno, representado por el Papa en la Tierra, se materializó en un constante aumento de impuestos y regulaciones estatales.

Así, por ejemplo, Enrique IV (El Hermoso), regente de Francia hasta principios del siglo XIV, comenzó a imponer gravosos tributos sobre las ferias que, hasta entonces, eran zonas libres de impuestos y reglamentaciones. Además, aplicó levas confiscatorias a los oficios, grupos adinerados (la incipiente burguesía), judíos e italianos. Asistimos, pues, al nacimiento del sistema de impuestos regulares, hasta entonces desconocido.

La necesidad de recaudar nuevos fondos por parte del rey responde al mantenimiento de las costosas campañas bélicas que, desde finales del siglo XIII y hasta mediados del XV, enfrentó a la monarquía francesa con la británica, y cuyo principal exponte fue la Guerra de los Cien Años (1337-1453).

Ni siquiera la Iglesia Católica pudo escapar al yugo de la intervención regia. Los reyes ingleses y franceses empezaron a cobrar impuestos a la Iglesia y, de hecho, El Hermoso llegó incluso a secuestrar al Papado mismo, trasladando su sede de Roma a Aviñón, y designando él mismo nuevo Papa. La autoridad espiritual había sucumbido, pues, a la autoridad terrenal del creciente estado-nación.

Durante el siglo XIV el rey convirtió en una práctica común devaluar la moneda, solicitar financiación a la banca y aplicar nuevos impuestos: los tributos absorbían hasta el 40% de los beneficios de las explotaciones agrarias monásticas (algo así como el Impuesto de Sociedades hoy); los trabajadores pagaban un impuesto anual uniforme, equivalente al salario mensual de un campesino y al semanal de un artesano urbano (similar al IRPF); nacieron los tributos ad valorem, que gravaban todo tipo de transacciones comerciales, como bebidas, sal, lana o ventas al por mayor (nacen los Impuestos Espaciales), entre otros tributos.

Figuras todas ellas que, lejos de ser temporales y extraordinarias, se acabaron convirtiendo en permanentes y estructurales para financiar los ingentes gastos bélicos del Estado monárquico.

Curiosamente, en este período, la peste negra hace estragos entre la población europea. Rothbard, en una original interpretación, vincula el estallido de esta terrible pandemia al nacimiento y desarrollo del Estado-nación: "El énfasis en la devastación causada por los brotes epidémicos de peste negra a mediados del siglo XIV es parcialmente acertado, pero inevitablemente superficial, por cuanto estas epidemias fueron también en parte consecuencia de la quiebra económica y de la caída de los niveles de vida de comienzos de siglo. La causa de la gran depresión de Europa occidental puede resumirse en pocas palabras: el dominio recién impuesto del Estado".

3. El abandono del derecho natural

Por otro lado, con el nacimiento del Estado-nación y su separación del poder eclesiástico, comienzan a desarrollarse las primeras teorías políticas justificadoras del poder absoluto del estado. Frente a la doctrina del derecho natural, que sometía el poder del rey a los dictados de la ley divina, los nuevos teóricos propugnaban la supremacía del Estado sobre el orden espiritual y de la ley positiva sobre el derecho natural.

Y ello fue posible gracias a la ruptura ideológica del tomismo. Es el denominado nominalismo, corriente filosófica que negaba a la razón humana capacidad suficiente para alcanzar verdades esenciales. O dicho en otros términos, la razón es incapaz de alcanzar una ética sistemática para el hombre. De este modo, el nominalismo medieval es la base teórica sobre la que luego surgirán el pragmatismo y el positivismo lógico. Es, en definitiva, el principio del fin del derecho natural.

Sin embargo, el golpe definitivo a la escolástica llega con el triunfo del protestantismo y, especialmente, el calvinismo, en el siglo XVI. Mientras que el catolicismo considera que Dios se manifiesta a través de las facultades humanas y, por tanto, puede ser conocido no sólo por la fe sino también por la razón y los sentidos, las doctrinas instauradas por Martín Lutero y Juan Calvino sitúan a Dios más allá de las facultades humanas. La única vía de comunicación con Dios es la pura

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