La historia de Sheridan
Enviado por BAGC • 6 de Mayo de 2013 • Ensayo • 1.452 Palabras (6 Páginas) • 211 Visitas
Sheridan conducía con lentitud frente a la larga fachada lisa del centro comercial cuando vió al
chiquillo salir por las puertas principales, situadas bajo el cartel iluminado. Era un niño, de tal
vez algo más de tres años, aunque, sin duda, no pasaba de los cinco. En su rostro se leía una
expresión a la que Sheridan se había tornado muy perceptivo. Estaba intentando contener las
lágrimas, pero no tardaría en echarse a llorar.
Sheridan se detuvo un instante mientras le acometía la familiar sensación de disgusto..., aunque
cada vez que se llevaba a un niño, la sensación se hacía menos acuciante.
Sheridan estacionó la furgoneta en unas de las plazas mas cercanas al centro comercial y
reservadas a los inválidos. En la parte trasera de la furgoneta llevaba una matrícula especial que
el estado concede a los inválidos. La matrícula valía su peso en oro, porque impedía que los
guardias de seguridad sospecharan y, además, porque esas plazas resultaban muy prácticas y casi
siempre estaban vacías.
Se apeó de la furgoneta y camino hacia el niño, que miraba en derredor con una expresión de
creciente pánico. Sí, señor, pensó Sheridan, unos cinco años, tal vez seis, pero muy menudito.
Bajo las estridentes luces fluorescentes que emanaba el interior del edificio, el niño aparecía
blanco como la nieve, no solo asustado, sino realmente enfermo. Sheridan supuso que su aspecto
se debía al miedo. Por lo general, reconocía aquella expresión cuando la veía, porque había visto
un gran terror reflejado en su propio espejo durante el último año y medio.
El niño alzó los ojos esperanzado hacia las personas que pasaban junto a él, personas que
entraban en el centro comercial ansiosas por comprar, que salían cargadas de paquetes, con el
rostro soñador, casi como drogado, impregnado de algo que probablemente tomaban por
satisfacción.
El niño, enfundado en vaqueros Tuffskin y una camiseta de los Penguins de Pittsburgh, buscaba
ayuda, buscaba a alguien que le mirara y comprobara que algo andaba mal, buscaba a alguien
que le formulara la pregunta adecuada.
«Aquí estoy yo -pensó Sheridan mientras se acercaba-. Aquí estoy yo. »
Cuando estaba a punto de alcanzar al niño, divisó a uno de los guardias del centro comercial.
Avanzaba despacio por el pasillo central en dirección a las puertas principales. Tenía la mano
metida en un bolsillo, sin duda buscaba un paquete de cigarrillos. Dentro de un momento saldría
y al diablo con el golpe de Sheridan.
Sheridan retrocedió unos pasos y fingió rebuscar en sus bolsillos para asegurarse de que todavía
llevaba las llaves. Su mirada pasó del niño al guardia de seguridad y otra vez al niño. El pequeño
se echo a llorar. No a aullar, todavía no, pero gruesas lágrimas, que parecían rosadas, empezaron
a rodar por sus mejillas.
Al fin Sheridan decidió ir hacia donde el chiquillo estaba.
¿Has perdido a tu padre? pregunto Sheridan.
Mi papito- repuso el niño mientras se secaba las lagrimas. No lo encuentro.
De pronto el niño estallo en sollozos, y una mujer se volvió con una expresión de vaga
preocupación.
La mujer siguió su camino. Sheridan rodeó los hombros del chico en ademán de consuelo y tiró
de él hacia la derecha... en dirección a la furgoneta. A continuación echó otro vistazo al interior
del centro comercial.
Quiero a mi papito- Sollozó el pequeño
Claro que sí- Lo consoló Sheridan. Y lo encontraremos.
Empezó a dirigirse a la entrada principal, olvidadas ya las lágrimas, y Sheridan tuvo que hacer un
gran esfuerzo para no agarrar al pálido chiquillo en aquel preciso instante.
Primero tenía que conseguir que subiera a la furgoneta.
Llevo al chico a la furgoneta, que tenía cuatro años y estaba pintada de un desvaído color azul.
Abrió la portezuela y dedicó una sonrisa al niño, quien lo miró con expresión de duda. Los ojos
verdes parecían nadar en su pequeño rostro pálido, ojos tan grandes como los de un niño
extraviado de una de esas fotos que anuncian en los semanarios sensacionalistas baratos.
Sheridan salió del estacionamiento principal del centro comercial, se detuvo para comprobar que
no venían coches. El niño estaba sentado en el borde del asiento, con las manos sobre las rodillas
de los téjanos y los ojos completamente atentos.
¿Por que vamos por detrás?- Quiso saber el niño.
Hay que dar la vuelta para ir a las otras puertas- Explicó Sheridan.
La expresión atormentada del pequeño se transformo en otra de sublime alivio, y por un instante,
Sheridan sintió compasión por él. Al fin y al cabo, no era un monstruo ni un maníaco, por dios.
Pero las deudas iban aumentando un poco mas cada vez. Y era
...