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La leyenda de la Planchada


Enviado por   •  1 de Marzo de 2014  •  Ensayo  •  3.445 Palabras (14 Páginas)  •  523 Visitas

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La leyenda de la Planchada

En la historia mexicana contemporánea se han escuchado muchas leyendas urbanas de terror, las cuales nos recuerdan que algunos de los no vivos siguen rodeándonos.

También conocida como “La enfermera visitante”, La Planchada es una de las leyendas más populares del siglo XX, ya que su aparición en el hospital Juárez, el Centro Médico, además de clínicas y centros de salud de la Ciudad de México y sus alrededores, ha creado cierta incertidumbre tanto entre los habitantes de la Ciudad de México como en los doctores de la misma.

El origen de la leyenda empieza en con la enfermera de nombre Eulalia que formaba parte del personal de un hospital civil, y en poco tiempo se ganó la simpatía y el afecto del personal médico y administrativo.

Eulalia, era de buena presencia, y vestía su ropa siempre con una blancura impecable, y muy bien almidonada y planchada, así como entregada a su vocación.

Un médico recién llegado, llamado Joaquín, se integró a la clínica en donde Eulalia laboraba; Joaquín era orgulloso y envanecido, al conocerlo, Eulalia quedó impactada al conocer al Doctor Joaquín, y del que no podía dejar de hablar, alabándolo y engrandeciéndolo.

A pesar de que muchas personas le recomendaron que no se enamorara del galeno, en poco tiempo se hicieron novios, aunque la relación no era equitativa: ella le entregaba todo su amor y él era fanfarrón, y coqueteaba con otras enfermeras.

Al paso del tiempo el Doctor Joaquín le dijo que se casarían, ella se emocionó mucho y comenzó a ilusionarse con la boda.

Un día, él le pidió que le guardara un traje de etiqueta porque iba a ir a una elegante recepción al día siguiente. Ella accedió, y así al otro día el la visitó en su casa, donde se cambió, y menciono que saldría de la ciudad. A la semana, un enfermero del hospital la invito a una fiesta, pero ella le dijo que no podía hacerlo, pues estaba comprometida con el Doctor Joaquín, a lo que él le respondió que cómo iban a estar comprometidos si él se acababa de casar y estaba en su viaje de bodas, además que había renunciado a su trabajo y se iba de la ciudad.

La enferemera Eulalia cayó en una profunda depresión por el engaño en el que había sido víctima. Ella estuvo en cama por la depresión y el dolor de un amor mal correspondido que la llevó más tarde a la tumba, en el mismo hospital donde trabajaba.

Después de un tiempo, comenzaron a suceder hechos extraños, como que una mañana un paciente que estaba grave amaneció muy bien, y mencionaba a una enfermera que no estuvo la noche anterior, pacientes gravemente heridos atendidos por personal que nunca se autorizó, o se vio, o apariciones de una enfermera que no trabaja ahí.

Así comenzaron a ser comunes las narraciones de las visitas de la fantasmal enfermera a quien llamaron desde entonces "La Planchada". El personal del hospital se familiarizó con las apariciones de Eulalia, quien en las noches circulaba por los pasillos, entraba a los cuartos, y nadie duda que hasta haya sido auxiliar en alguna de las de cirugías.

LA SEÑORA DEL CINCO

En la ciudad de Mexicali, Baja California, existe esta leyenda:

Hace muchos años en el centro de la ciudad vivía una señora que maltrataba mucho a sus hijos, les gritaba , les pegaba y los dejaba encerrados. Pasaron los años, hasta que sus hijos se hicieron mayores, se casaron y la abandonaron.

La señora, se sintió culpable y con remordimientos, así decidió ir a la iglesia de la ciudad a hablar con el sacerdote y le contó todas las cosas que les había hecho a sus hijos durante muchos años, el padre, al escuchar lo que la mujer había cometido, le dijo que sus pecados eran muchos, que una madre como ella sólo podía viajar a roma para allí encontrar el perdón de dios. pero la señora era muy pobre y no tenía manera de pagar un viaje, y menos hasta Roma, así que el sacerdote le ordenó que pidiera limosna, pero, para que su penitencia fuera más dura sólo debía aceptar monedas de cinco centavos y si le daban monedas de otra cantidad, debía devolverlas.

La mujer salió de la iglesia y ese mismo día empezó con su penitencia, todos los días se sentaba frente a la iglesia a pedir dinero, mucha gente se sorprendía al ver que cuando le intentabas dar monedas de mayor valor las rechazaba, por lo que la comenzaron a llamar la señora del cinco.

Años más tarde y poco antes de poder conseguir el dinero suficiente para el viaje, la señora enfermó gravemente y murió. Días después de su muerte, un señor que caminaba frente a la iglesia vio a una mujer que llevaba un velo en la cabeza con apariencia muy humilde. la mujer se le acercó y le dijo:

- señor, ¿no me regala un cinco?.

- no tengo, pero tome esta moneda de veinte.

- entonces ella se descubrió la cara y era el rostro de una calavera.

- ¡no pedí veinte centavos, pedí cinco! malditoooooo!

Y así sucedió que muchas personas relataban lo mismo, y a muchas de ellas les ocurrían desgracias al poco tiempo. La historia se volvió tan popular que en Mexicali, durante muchos años, se acostumbró llevar siempre una moneda de cinco pesos si salías a la calle.

La Rumorosa

Dicen que en una ranchería cercana a la ciudad de Tijuana vivía una enfermera llamada Eva. Era muy conocida y respetada porque ayudaba a los enfermos y a los accidentados; sin importar la hora iba adonde se lo pidieran.

Cierto día, llegó a su casa una señora que le rogó muy angustiada:

—Señorita Eva, mi esposo está enfermo, necesita que lo atiendan; por favor, venga a verlo.

—¿Qué es lo que tiene? —preguntó la enfermera.

—Ha tenido mucho dolor de estómago, toda la noche se estuvo quejando — respondió la mujer.

—¿Por dónde vives?

—Cerca de La Rumorosa —contestó.

—Está lejos —dijo la enfermera—. Primero voy a ver a una vecina que también está enferma, pero dime cómo llegar y en cuanto me desocupe, iré para allá.

La señora le dio las señas del lugar y se fue. Mientras tanto, la enfermera tomó su maletín y se dirigió a la casa de su vecina.

Terminada su visita, salió rumbo a La Rumorosa caminando bajo el calor intenso del mediodía, pero en su prisa por llegar adonde la esperaban, equivocó el camino.

—No veo ninguna casa —pensó preocupada— estoy segura de que me dijo que era por aquí.

Ya habían

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