La oración eficaz del justo puede mucho
Enviado por jualio • 28 de Marzo de 2013 • Monografía • 4.196 Palabras (17 Páginas) • 365 Visitas
EVITE ASESINOS
DE ORACIONES PERSONALES
La oración eficaz del justo puede mucho.
Santiago 5.16
Cuando mi esposa, Margaret, y yo nos casamos teníamos un viejo auto Volkswagen. Una fría mañana no mucho después de haberlo comprado, salí y me metí en él para ir a trabajar, pero no arrancaba. Giré la llave y nada sucedió. Todo lo que pude oír fue un débil ruidito seco.
Ahora bien, en ese entonces no sabía nada de autos, ni tampoco ahora. Pero afortunadamente un amigo nuestro sí. Giró la llave una vez, oyó el ruido e inmediatamente comenzó a trepar hasta el asiento trasero del carro.
—¿Qué haces?—le pregunté—. El motor está aquí atrás. Hasta yo sé eso.
—Quiero darle una ojeada a tu batería—dijo al comenzar a tironear el asiento trasero. Y con toda certeza allí estaba la batería.
—Aquí está el problema—dijo—. ¿Ves estos cables? Conectan la batería con el motor de arranque. Pero el lugar por donde los cables se conectan con la batería está oxidado.
Pude ver una blanca costra gruesa cubriendo los lugares que estaba señalando.
—Esa corrosión bloquea la electricidad. Tu motor no arrancará mientras que esa sustancia bloquee la electricidad.
—¿Puedes arreglarlo?—le pregunté.
—Seguro—dijo—. Podemos deshacernos de esta sustancia … no hay problema.
Observé sorprendido mientras tomó una botella de soda y echó un poco en los terminales de la batería. La corrosión desapareció haciendo burbujas. Entonces meneó un poquito con los cables y dijo:
—Trata ahora.
El auto arrancó perfectamente como si nada hubiera sucedido.
Nuestras relaciones con Dios y nuestra vida de oración funcionan de una manera muy similar a la de mi auto en aquella ocasión. Mientras no haya algo en el medio bloqueando nuestra «conexión» con Dios, nuestro poder es ilimitado. Pero cuando permitimos que la suciedad se interponga entre nosotros y Dios, estamos perdidos. Y no importa cuánto tratemos de «girar la llave» en oración, carecemos de poder.
DIEZ ASESINOS COMUNES DE LA ORACIÓN
La mejor manera de no tener basura espiritual que obs-taculice nuestra vida de oración es evitándola. Pero si no la ha podido evitar, lo mejor será limpiarla cuanto antes. He descubierto que hay diez bloqueadores comunes para las oraciones eficaces. Los llamo asesinos de la oración porque se llevan todo el poder de nuestras oraciones e impiden nuestra relación con Dios. Si encuentra que uno o más de estos bloqueadores se ajustan a usted, confiéselos a Dios y pídale perdón para restablecer su conexión con Él.
Asesino de oración #1: Pecados no confesados
El pecado no confesado es quizás el más común de los asesinos de la oración. El Salmo 66.18 dice: «Él no habría escuchado si yo no hubiera confesado mis pecados» (La Biblia al día). Cuando la Biblia habla de mirar el pecado, se refiere al pecado inconfesado. Dios es perfecto y no puede tolerar el pecado en nosotros. Como resultado, le resta el poder a nuestras oraciones.
La buena noticia es que Dios nos perdona cuando confesamos el pecado y este desaparece. Los antecedentes se borran y no tenemos que rendir más cuenta por ellos. Jeremías 31.34 dice: «Porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado». No solo Dios perdona nuestro pecado, sino que decide verdaderamente olvidar todos los pasados. En ese momento se restaura nuestra relación y nuestras oraciones vuelven a cobrar poder. Nuestras acciones pasadas pueden aun tener sus consecuencias, pero el pecado en sí recibió perdón.
Si ha confesado su pecado y lo ha rendido a Dios, pero continúa sintiéndose acusado, no es la voz de Dios la que escucha; es la de Satanás, el acusador, atacándole. Siempre recuerde, el perdón de Dios es completo. Primera de Juan 1.9 dice: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados». No deje que Satanás le acuse cuando ya Cristo le ha libertado.
El pecado no perdonado también tiene otras consecuencias. Podíamos decir este salmo a la inversa y esto también sería cierto: «Él habría escuchado si yo hubiera confesado mis pecados». El pecado embota nuestros sentidos y nos separa de Dios. Analice el caso de Adán y Eva: Cuando pecaron, no quisieron andar más con Dios; se escondieron de Él.
Además de hacernos huir de Dios, el pecado también hace que nos aislemos de otros creyentes. En Life Together [La vida juntos], Dietrich Bonhoeffer escribió:
El pecado demanda la posesión del hombre. Lo retira de la comunidad. Mientras más aislada esté la persona, más destructivo será el poder del pecado sobre ella y más desastroso será este aislamiento. El pecado desea permanecer en oculto. Huye de la luz. En la oscuridad de lo inexpresado envenena todo el ser.
El pecado aparta a la persona de la comunidad de los creyentes y, al estar lejos de otros cristianos, evita que recibamos el beneficio de rendir cuentas. Es un círculo vicioso. Como reza el refrán: la oración evita que pequemos y el pecado evita que oremos.
Si está albergando pecado en su vida, confiéselo ahora y reciba el perdón de Dios. Despeje lo que está evitando que se comunique con Dios.
Asesino de oración #2: Falta de fe
La falta de fe tiene un impacto increíblemente negativo en la vida del cristiano. Sin fe la oración carece de poder. Incluso Jesús no pudo realizar ningún milagro en Nazaret porque la gente no tenía fe (Marcos 6.1–6).
Santiago, el hermano de Jesús, revela el efecto que la falta de fe produce en la oración. Santiago 1.5–8 dice:
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.
Qué increíble revelación es esta para el corazón del infiel. La palabra doble ánimo habla de una condición en la que la persona se divide emocionalmente casi como si tuviese dos almas. Esa condición hace a la persona inestable y la incapacita para escuchar a Dios o recibir sus dones.
La fe es realmente un asunto de confianza. Jesús dijo: «Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis». Las personas muchas veces son remisas a poner su confianza en Dios. Pero cada día confían en otros sin cuestionar, ostentando una fe que a Dios le agradaría recibir de ellos. Piénselo. La gente va a los doctores cuyos nombres no pueden pronunciar,
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