La transformación de la novela moderna
Enviado por alexandraluciana • 17 de Julio de 2014 • Trabajo • 1.484 Palabras (6 Páginas) • 348 Visitas
La transformación de la novela contemporánea tiene una fase, muy leve, en la última década del siglo XIX; se acentúa en las dos primeras décadas de nuestro siglo y en los años veinte alcanza su apogeo a través de una profundísima transformación que corre por cuenta sobre todo, de novelistas anglosajones. Los factores que contribuyeron a esa transformación fueron: a) los aportes del psicoanálisis y la sicología, b) los grandes cambios estéticos propiciados por la vanguardia y que ya se habían puesto de manifiesto en la lírica y comenzaban a advertirse en el teatro. Esa influencia se advierte en los más importantes novelistas del siglo: James Joyce, William Faulkner, Herman Hesse, por nombrar sólo algunos.
Para alcanzar una mejor comprensión de los cambios producidos, debemos partir de una definición de la novela realista del siglo XIX para poder señalar los aportes de la nueva novela. El siglo XIX cultiva una novela de desarrollo lineal, una novela en la cual los hechos acontecidos se narran respetando un orden cronológico. La narración está siempre a cargo de un narrador omnisciente: éste conoce todos los hechos de sus personajes, hasta sus más ocultos pensamientos y se encarga de explicar al lector emociones, ideas y actitudes. La intención es narrar la vida (total o parcialmente) de un personaje, cuya sicología se desarrolla con esmero, de tal modo que alcanzamos un acabado conocimiento del mismo. El personaje importa como individuo, pero importa también como miembro de una sociedad, esa en la cual está inserto y que el novelista se preocupa esmeradamente de recrear. La influencia de la sociedad sobre el individuo, sus relaciones con el entorno, el hombre como pieza de ese engranaje social, todo ello refleja la novela realista, que se preocupa de presentar situaciones verosímiles para poder así brindar una mirada crítica de esa sociedad.
Los cambios que se producen son importantes:
a) El argumento. En el siglo XX entran en descrédito las novelas que quieren contar una historia interesante, las novelas que ponen su atención en un mundo ficticio y de las cuales, una vez pasado el tiempo, se recuerdan los hechos más significativos. Este tipo de novela era muy popular en el siglo XIX y conserva su popularidad en el siglo XX a través de los lectores, pero los escritores contemporáneos la desdeñan. La historia que se narra actualmente es mínima, de escasa importancia y en algunos casos inclusive tiende a desaparecer. En otros casos, en lugar de argumento, aparece un conjunto de hechos aparentemente inconexos, sin relación entre sí. En otras oportunidades el narrador emplea el argumento como un simple pretexto para exponer problemas que le preocupan. En términos generales, el resultado obtenido es el alejamiento del público lector que busca esparcimiento en la novela y al cual no se le brinda el placer buscado: un argumento interesante y bien expuesto.
b) El orden en la narración. Dijimos que los hechos narrados pierden importancia. Esto es por los hechos exteriores. Hay muchas novelas en las cuales pasan a primer plano los hechos “interiores” (emociones, pensamientos, reflexiones, vida interior de los personajes...) El autor deja de lado la narración ordenada de los hechos exteriores, la narración que sigue un orden cronológico. La sustituye por un orden que depende de las vivencias de los personajes. El orden que se va a sentir ahora es el de la vida interior de los personajes; se van a narrar los hechos externos de acuerdo con las vivencias de los personajes, de acuerdo con los ecos afectivos que lo exterior provoque en ellos. Muchas veces esos hechos exteriores no son relevantes; incluso llegan a ser triviales observados objetivamente, pero el autor los elige y los narra porque los mismos desencadenan importantes vivencias. Este proceso se acentúa en el llamado “Monólogo interior. La novela de monólogo interior alcanzó su apogeo entre 1915 y 1930. Se advierte en ella una importante influencia de William James y de S. Freud. En el caso del primero importa sobre todo la corriente de la conciencia o torrente del pensamiento, que definiremos como el libre fluir de los niveles emotivos y racionales, desde los umbrales subconscientes y oníricos hasta los del pensamiento lógicamente formulado. El novelista pretende trasladar a su obra ese fluir. El novelista penetra en la conciencia del personaje, la expone ante nosotros, nos crea la sensación de que no existen intermediarios entre nosotros, lectores, y esa conciencia que se desarrolla en su mezcla desordenada y confusa de fantasías, recuerdos, sueños, pensamientos, emociones, juicios que van surgiendo sin
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