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Las Ferias Ganaderas


Enviado por   •  5 de Marzo de 2013  •  461 Palabras (2 Páginas)  •  350 Visitas

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LAS FERIAS GANADERAS.

Feria Ganadera de 1939

LA FERIA DE MAGANGUE

La Feria de Magangué, que comenzó a tomar vida a mediados del Siglo XIX, fue, antes propios y extraños y a nivel nacional e internacional, uno de los acontecimientos comerciales que conmovió, sobre todo, la trashumancia de viajeros en busca de aventuras comerciales. Su fama traspuso los linderos nacionales y trascendió a las islas del Caribe y, si bien es cierto que las vías de comunicación, para la época, estaban circunscritas a las que ofrecía la navegación fluvial y un poco los intransitables caminos reales de la época, también lo es Magangué, como epicentro de sus festividades religiosas en honor de la Virgen de las Candelas, ocupaba un lugar preferencial al cual podían acudir, en tortuosas jornadas, los judíos y la gitanería de las islas caribeñas, al igual que los mineros del norte de Antioquia que, desde las Minas de Guamocó, Zaragosa y Remedios, entre otras, abastecían el oro para las artesanías momposinas y favorecían un comercio expedito, ya que, para la época, estaba prohibida la exportación de este metal a la Madre Patria.

Se dimensionaba también una avalancha de habitantes de los Santanderes que, para la época, utilizando la navegación de los champanes, traía hasta doscientos arrobas de bocadillo veleño, para repartir por toda la Costa Atlántica.

Los comerciantes traían, además, “los afamados sombreros de Suaza de Neiva, las mantas del Socorro, los cacaos neivanos, los soches y vaquetas de Guaduas, las esteras de El Banco y Chiriguaná, los machetes de Real de la Cruz, las afamadas hamacas y los caballos de Corozal, el bálsamo de Tolú y mil `productos mas, inclusive de carácter exótico, que provenían de las islas del Caribe.

Eran de destacarse, como aporte sabanero, los briosos caballos y las mujeres de Corozal, que adornaban la feria, y en este trafico de fantasía y de locas ilusiones, la gitanería armaba sus jugadas, los tahúres, el licor y las damiselas en busca de aventura, creaban otro mundo para quienes habían venido en busca de diversiones.

Es de tenerse en cuenta que, en un poblacho que apenas alcanzaría a tener mil habitantes, el sistema hotelero era casi nulo y , quienes planeaban con anticipación el disfrute de la feria, alquilaban, a precios de usura, las viejas casonas de palma de los habitantes de la ciudad, quienes iban a refugiarse, mientras tanto, donde sus parientes y amigos y, cuando se cerraban los caminos para encontrar hospedaje, la multitud armaba berbechos de ramas y palmas para abrigarse de la intemperie y pasar los días 2,3,4 y 5 de Febrero, que no estaban propiamente dispuestos para dormir y magancear.

Magangué, por su cercanía con la “Ciudad Valerosa”, era centro privilegiado a donde llegaban, por el “Camino de Jerusalén”, los contrabandos y las mercancías que entraban furtivamente del viejo

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