Las Generaciones De Los años 1940 Y 1950: "no Todos Los Maestros Eran Normalistas, Ni Todos Los Normalistas Eran Maestros"
Enviado por TonytoOaGo • 9 de Noviembre de 2012 • 1.919 Palabras (8 Páginas) • 873 Visitas
Las generaciones de los años 1940 y 1950: “no todos los maestros
eran normalistas, ni todos los normalistas eran maestros”
En México se han dado diferentes interpretaciones al trabajo desarrollado por los maestros, igualmente, se ha conceptualizado al maestro mismo de diversas maneras. Así, en el marco del “deber ser”, el docente es “apóstol”, “agente de cambio social”, “trabajador de la educación”. Por otra parte, en el marco de otros acercamientos a su realidad, los profesores son catalogados como “instrumentos de control social”, “carceleros” y “burócratas”, entre otras denominaciones.
Existe un paralelismo entre la concepción del “ser” del maestro y el discurso dominante sobre la función social de la educación, enmarcado en el contexto global de la discusión sociológica sobre las instituciones. Los planteamientos derivados del estudio de las instituciones permean el inventario de títulos, nomenclaturas y etiquetas dadas al profesor “de banquillo”, es decir, al maestro común, quien desde su salón de clases realiza cotidianamente su labor; sin embargo, el concepto de maestro es pensado en su dimensión abstracta, construyéndolo por sus atributos imaginados, más que por su devenir concreto, el cual se toma como incuestionable, como el “deber ser” anidado en el discurso socialmente aceptado.
Las definiciones de profesor han funcionado, en un primer momento, para esconder la condición real del enseñante, y en un segundo momento, para desnudar su realidad. Se ha avanzado de las distinciones adulatorias (y quién desprecia el que se le considere un apóstol, agente de cambio social, moderno profesionista), a una serie de revelaciones fatalísticas igualmente metafóricas (quién se vanagloria de ser carcelero, instrumento de poder, robot del sistema).
Decir apóstol y agente de cambio social, implica pérdida de especificidad concreta, imaginario social manipulado, son figuras retóricas que escapan a una delimitación precisa del trabajo docente. Decir, por otra parte, carcelero, robot, enfermo, burócrata, implica situar al docente en un espacio concreto (cárcel-escuela, hospital-escuela, fábrica-escuela). Así, la identidad docente se mueve entre los espacios que le marcan las instituciones, pero de acuerdo a la definición que se tenga de ellas.
La relación educativa es redescubierta a partir de las perspectivas psicológicas y sociológicas del siglo veinte, desde diferentes enfoques (interaccionismo simbólico, fenomenología, cotidianidad, el aula como ecosistema humano). Enfoques de análisis de la relación cara a cara que recuperan connotaciones psico-sociológicas, de acuerdo a un marco teórico que les da vigencia (funcionalismo, estructuralismo, dialéctica crítica, psicoanálisis, teoría de los grupos, entre otros).
En cada etapa de institucionalización, en cada proyecto educativo nacional, surgen nuevas definiciones de profesor, de educación y de escuela. La misma noción de profesor también puede tener significados radicalmente distintos de una época a otra, de acuerdo a las intenciones de su uso. Los significados implícitos y explícitos se diseminan en la opinión pública y orientan el pensamiento colectivo, a veces en forma de conceptos de vanguardia, en ocasiones como enunciados del sentido común. Así, de acuerdo a la formación cultural e intelectual de los sujetos, se expresan concepciones simples o elaboradas sobre la educación, los docentes y las escuelas, desde la ubicación particular del sujeto.
Recorriendo la historia, vemos que en la etapa crítica de la consolidación del Estado mexicano, el Doctor Mora habló de un hombre integral, de un ideal de maestro-pensador social-líder intelectual, que habría de construir la nueva nación, que serviría a la sociedad y al Estado, con una visión liberal de las instituciones.
La mítica lucha entre liberales y conservadores fue definiendo el ideario pedagógico y las formas de pensar la escuela y a los hechos educativos. El espacio laboral de los maestros lo constituyeron los gremios, las escuelas particulares y las escuelas gratuitas de los ayuntamientos. La consolidación del Estado mexicano dará a los maestros otra fisonomía. El estado positivo, con Barreda, el laicismo en la educación, el avance de la burguesía nacional, la lenta expansión del sistema educativo, fueron elementos que determinaron el papel del maestro hasta fines del siglo XIX.
Los anales de la Revolución Mexicana presentan un maestro caudillo y luchador social. La pedagogía de la acción, de los años veinte, basada en el pragmatismo de Dewey, inicia la era del “profesor-acción”, agente de cambio social extendido al nuevo siglo, para ello deberá ir ahí donde se le necesite. Nace el maestro apóstol reciclado, nace la Secretaría de Educación Pública, su institución, con un discurso mesiánico, vasconcelista de origen. Rafael Ramírez y Moisés Sáenz alimentarán la idea del maestro entregado a su vocación, desinteresado, sufriente, maestro-pueblo, al mismo tiempo que reclamarán para ellos un reconocimiento social y su profesionalización; sin embargo, los candados éticos, sentimentales y románticos del trabajo docente quedaron establecidos y listos para ser utilizados ante cualquier amenaza de insubordinación magisterial, contando con el apoyo de la sociedad civil que había internalizado esas imágenes.
La era de la Escuela Rural Mexicana, ideal tan caro a los docentes, construía una noción de escuela y de maestro que no pudo mantenerse vigente, debido, entre otros aspectos, al proceso de institucionalización del magisterio, a las políticas de desarrollo económico y al clima de modernización urbana de los 50s y 60s. Las generaciones de mexicanos que nacieron y crecieron con esas ideas, son hoy los bisabuelos de la sociedad mexicana; las nuevas generaciones de maestros reproducen fragmentos del discurso de antaño, pero también modifican el ideal, no sin cierta percepción de carencia de vocación auténtica, porque les resulta imposible reencarnar en el maestro revolucionario, en el maestro rural arquetípico y cósmico de la fantasía vasconcelista y en el maestro-pueblo, de Rafael Ramírez.
Con la Educación Socialista, las Misiones Culturales, las Casas del Pueblo, y todo su universo de imágenes y representaciones, el ideario pedagógico-social presenta al maestro como una combinación de “apóstol-agente de cambio social-biomaestro”,
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