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Las etapas del desarrollo como construcciones socioculturales


Enviado por   •  18 de Octubre de 2012  •  Tutorial  •  4.098 Palabras (17 Páginas)  •  653 Visitas

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1.1. Las etapas del desarrollo como construcciones socioculturales.

Partimos del principio que los periodos evolutivos son realidades generadas por

consenso y socialmente, y productos culturales. La idea requiere un análisis cuidadoso para

aclarar su significado y su sentido.

Hay una esfera de la Realidad que se refiere a los fenómenos humanos y socioculturales,

que es producto de las convenciones de las comunidades o grupos. Para hablar de este ámbito

de realidad humana, que no nos preexiste, es siempre social, convencional, y depende de

nosotros y cómo la nombremos, generamos términos que nos permitan organizar el caos

aparente. Así, hemos construido una serie de criterios y términos definitorios, de acuerdo con

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nuestras convenciones lingüísticas, para organizar la evolución ontológica de la vida, entre otras

cosas. Esta precisión de que aquello que digamos de la Realidad (con mayúscula, para

referirnos a la suprema) depende de los acuerdos, convenciones y consensos humanamente

establecidos resulta fundamental, toda vez que incluso la manera en que hablamos de la

realidad natural se ‘somete’ a los códigos impuestos a las series de fenómenos, para establecer

lo que son y no las cosas. Así, vemos importante tomar conciencia de que la manera en que nos

refiramos a los fenómenos, constituye parte de su actualización, dado que éstos no se

comprenden sin estar adheridos a un sistema de significado que completa su existencia.2

En este sentido, los sistemas simbólicos que dotan de significado a los fenómenos de la

realidad observada, constituyen el tejido de los sistemas culturales; y la cultura se entiende así

como producto de la acción humana en contexto. La “cultura” no es algo que ‘está allí’, como

un objeto inerte externo, un accidente geográfico-medioambiental, o un marco tácito en la

cabeza de uno, sino que es el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado

de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.” (Real Academia

Española, 2006). Es decir, un conjunto de condiciones que van mucho más allá del medio

natural, producto de nuestra acción en el medio social, que determinan cómo nos desarrollamos.

Es por esto que resulta difícil entender a algún sujeto fuera de una cultura, pues es dentro de

ella que adquiere identidad y se relaciona a lo largo del desarrollo.

En el ámbito de nuestra disciplina, conviene prestarse la explicación de Bruner (1990),

quien comprende la cultura como una manera de vivir, de relacionarse unos con otros, que

moldea la vida y la mente humanas, y confiere significado a la acción en un sistema

interpretativo. Desde esta perspectiva, la forma en que vivimos depende de los patrones de

acción legitimados y perpetuados en los espacios de interacción social (ibid.). Más aún, el autor

menciona que cualquier significado que un observador pretenda darle a la conducta humana

está siempre enmarcado por la cultura de la cual dicho observador forma parte, misma que lo ha

transformado y que le ha permitido interpretar su entorno del modo particular en que lo hace.

Así, cualquier observador proviene de un contexto discursivo que siempre, en una dirección u

otra, y en mayor o menor medida, sesga su interpretación de los fenómenos sociales.3 Estas

2 La convención puede entenderse como esa racionalidad propositiva u operativa que permite a las configuraciones

científicas, como paradigmas, leyes o principios –entre otras– imponer un orden a la vida de los individuos (Kuhn,

1987); autorizándolas al dotarlas de objetividad y una finalidad pragmática.

3 Rosaldo (2000) explica que, para resolver el dilema del sesgo del observador, éste debe tener una ‘mirada ética’,

de modo que esté advertido que su descripción de los fenómenos es correlativa al código que utiliza en su medio

cultural. Cuando por el contrario el investigador es un observador-desde-adentro, tiene una mirada ‘émica’, es

decir, basada en los significados que en esa comunidad se manejan. Se ha propuesto que la alternancia entre ambas

maneras resulta la más enriquecedora, de modo que es el conjunto argumentativo lo que permite establecer las

convenciones, no sólo de lo observado, sino más allá, de lo explicado y más aún, valorado de una determinada

manera: se pasa así de la descripción a la prescripción.

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consideraciones resultan indispensables para tomar conciencia de las implicaciones que

conlleva hablar de estatutos psicológicos tales como ‘madurez’, ‘adultez’ o ‘juventud’, con todo

y su matiz apologético, de características dirigidas a una meta o finalidad.

Asimismo, la cultura se entiende como resultado del ejercicio de un conjunto de

prácticas que se suponen implícitas pero no lo están (Gergen, 1996; Kitayama, 2002); y en este

sentido podemos decir que la Psicología es cultural en la medida que se ejerce. El sujeto no

es, entonces, un ente emergente que se encuentre al margen de ello, y evoluciona dentro del

sistema cultural en que se desarrolla.

Sabemos por otra parte que los hechos y fenómenos se significan de acuerdo con

distintas referencias entre un grupo o medio social y otro, y por ello damos por hecho que la

humanidad se caracteriza por la diversidad y no la unicidad, entre las sociedades o culturas

reconocibles. Dado lo anterior, se hace valioso estudiar qué signos o señales tienen peso en

cada contexto para hablar de desarrollo. No obstante, el concepto de “cultura” no debe

identificarse con propiedades estables, estáticas o uniformes de la sociedad; como entidades

homogéneas, estables, separadas simplemente, o compartiendo una serie de normas y símbolos

de modo coherente: Dasen y Mishra (2002) mencionan que, por el contrario, las definiciones

más recientes de cultura insisten en los procesos dinámicos, en que no es “compartida por

todos” sino co-construida por cada individuo, y en que la intencionalidad ha sustituido a la

causalidad como principio explicativo. La realidad social se caracteriza por la variabilidad,

inconsistencias, conflictos, cambios y la agencia individual, cosas no sujetas a las explicaciones

culturales (ibid.). De acuerdo con Fernández (1994a, p. 296), esto es dado que “los límites de lo

simbólico [sustento de los sistemas culturales] no corresponden con

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