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Leyenda De Hernan


Enviado por   •  19 de Julio de 2011  •  1.347 Palabras (6 Páginas)  •  4.319 Visitas

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REMIGIO CRESPO TORAL

(Cuenca, 1860-1939)

ALBORADAS

Cual de un sol moribundo los reflejos,

cual de extranjera playa, de allá lejos

viene el recuerdo de mi edad primera.

¡En el espacio azul, qué resplandores,

qué arrebol entre nubes de colores!

¡Dadme volver atrás! ¡Ah, si volviera!

Aún miro, como en sueños, alto monte

cerrando el horizonte;

una heredad perdida en la arboleda,

y entre juncos el río, en curso blando,

al umbral de la granja murmurando. . .

¡Sólo una sombra de esos tiempos queda!

Mis hermanos y yo, por esas lomas,

de yerba en flor - bandada de palomas

nacidas a la sombra del olvido,-

al resplandor de la primera aurora,

subimos con la mente soñadora

al cielo, desde el nido.

La luz de la mañana

ya cruza mi ventana

en brilladores haces transparente

y rocío sutil aglomerado

por el opuesto lado,

cubre las hojas del cristal luciente.

En el alma aún presentes las visiones

de otro mundo y los sones

de un himno oído en inefable ensueño,

¡cómo a la voz materna

el niño se prosterna,

rebelde a los estímulos del sueño!

Y melodioso trino,

célico acorde, cántico divino,

al resonar la voz del campanario

del cerro en la eminencia,

se escucha la cadencia

de las alternas notas del Rosario.

Y su diana el gallo vigilante

lanza aquí, más allá y en la distante

heredad. Los devotos labradores,

-¡comienzo santo en la labor diaria!-

entonan la plegaria

ante una cruz de espigas y de flores.

En el humilde templo de la aldea:

-¡Que bien venida sea

tu apetecida luz! -exclama el cura.-

¡Padre, mi labio con amor te nombra;

cubra tu augusta sombra

mi grey, que en tus favores se asegura!

El buen maestro, al rezo

al pequeñito adiestra, que travieso,

del divino gorjeo se recela;

y de jilgueros inocente trino.

con aire campesino

estallan las plegarias de la escuela.

Y el canto del Rosario

el templo asorda, invade el solitario

monte, en el antro mísero solloza.

¡Doquiera suenas, cántico sublime,

donde se ama y' se gime,

en el palacio, en la olvidada choza!

Fatigada la frente,

torno la faz a oriente,

a esas auroras de una edad lejana;

y cólmase la copa de mi llanto,

pues aún amo el encanto

y el perfume y la luz de una mañana.

(De Mi Poema)

ANOCHECER

Cuando el sol tras el monte se apaga,

y el crepúsculo dice silencio,

y amortajan las nieblas el valle,

del sol para el duelo;

de la tarde en la breve agonía,

cuando gime en las pencas el viento,

como faros, se encienden en lo alto

trémulos luceros.

A la luz de esos astros, velada

por la gasa sutil del ensueño,

otra tierra feliz adivino

de paz y misterio.

Y con rumbo a la patria soñada,

una estrella -mi estrella- a lo lejos,

me parece que alumbra la ansiada

ribera del cielo.

(De Plegarias)

LA TARDE

¡Cuán bella y melancólica la tarde!

Vasta hoguera de luz, el ocaso arde;

y el sol, aunque a la muerte se avecina,

del iris los colores,

como lluvia de flores,

derrama sobre el valle y la colina.

Tras el tenue cendal de la penumbra,

el crepúsculo alumbra,

triste cual sí velara la partida

del astro agonizante; desolado

gime el viento en el prado,

el agua llora del peñón vertida.

La voz de la campana

-clamor augusto, súplica lejana-

se extiende por las pampas; aletea

bajo el alar la tímida avecilla;

devoto el campesino se arrodilla

al Angelus del templo de la aldea.

El toque de oraciones

llega a los corazones

cual gemido de allá, del otro mundo,

y queda todo en plácido sosiego;

sólo el silencio, luego,

es cántico solemne, himno profundo.

La estrella de la tarde solitaria

asoma en el cenit, y la plegaria

brota del alma y en los labios suena:

-Cuando despierta y cuando muere el día,

¡salve, Virgen María!-

se oye doquier, en música serena.

En el cañaveral el viento gime;

es ya la noche... En majestad sublime,

con tu misterio y soledad asombras,

solemne y triste, y al Señor levantas,

con notas sacrosantas,

Naturaleza, el himno de las sombras ...

Después, la luna nueva

lentamente se eleva,

antorcha de la aldea y las cabañas;

y tenue resplandor, cual gasa leve

se extiende en el paisaje, y como nieve,

amortaja la vega y las

...

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