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Libro Fahrenheit 451


Enviado por   •  10 de Mayo de 2014  •  2.253 Palabras (10 Páginas)  •  365 Visitas

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Primera parte: Era estupendo quemar.

En un día como cualquier otro, donde se acostumbra quemar los libros clandestinos que algunos ciudadanos escondían por sobre la ley, un bombero, Guy Montag, camina rumbo a su casa feliz por haber cumplido con su deber. Antes de doblar la esquina intuye que alguien se encuentra detrás. Fue así como Guy Montag conoce a Clarisse McClellan. A Guy le sorprende que una adolescente se interesara en él pero no rehúsa conversar con ella. Guy sólo puede hablar del fuego y del petróleo, de incendios controlados que destruyen en segundos los interiores de las casas. Cuando vio a la joven, Guy recordó un pasaje de su niñez en el que una vela iluminó todo su espacio. Clarisse le dice, con desarmante franqueza, que no le teme. Guy se sorprende aún más por la afirmación y pregunta la razón. Clarisse vuelve a ser explícita: Porqué estoy loca. La joven lo empieza a cuestionar sobre su oficio de bombero. Le pregunta que sí alguna vez a leído alguno de ellos. La Ley lo prohíbe contesta Montag a una desilusionada Clarisse quien continúa haciendo preguntas incómodas. Al despedirse le pregunta ¿Es usted feliz?

Montag se queda perturbado por la breve aparición de Clarisse. Piensa incluso en la posibilidad de que ella lo estuviera esperando para provocar el encuentro. Al llegar a su casa no es recibido por Mildred quien de nuevo yace intoxicada por una sobredosis de somníferos. Uno aparentes médicos llegan a auxiliarlo y le provocan una lavativa de sangre a Mildred. Una vez pasado el susto y la ayuda, Montag se anima a abrir las cortinas y observa desde ahí la casa de los nuevos vecinos, la casa donde Clarisse vive. ¡Claro que soy feliz! Se repite convencido. Montag alcanza a escuchar las risas de aquella casa insólitamente iluminada. Audaz, Montag se escabulle por el jardín y llega a acercarse demasiado. Desilusionado regresa a casa. Por la mañana, Mildred se comporta como si nada hubiera pasado, niega rotundamente haberse olvidado de tomar la pastilla y su consecuente intoxicación. Montag se sorprende aún más cuando su esposa le pide una cuarta pared con televisión –ya que recién compraron la tercera-. Abatido, Montag sale a la calle, en el camino se topa de nuevo con Clarisse. Llueve, a Montag se le hace raro que Clarisse pruebe la lluvia. Juegan con un diente de león, ella resulta estar enamorada y él no ¡Qué vergüenza! Montag afirma estar enamorado pero en su cabeza no aparece imagen alguna. Entre ambos surge la amistad pues Montag escucha con atención a la muchacha y voltea siempre a donde ella señale. Clarisse le dice que en este mundo nadie escucha nada. Además le dice a su nuevo amigo que le parece raro que trabaje de bombero, luego se despide y se va sin cubrirse de la lluvia. Montag, bajo la lluvia, abre tímidamente la boca. Montag llega a su trabajo, el sabueso mecánico, los compañeros de trabajo y el capitán Beatty están, como de costumbre, listos para cualquier emergencia. Montag nunca convivió del todo con ellos sobre todo cuando no había nada que hacer y era cuando se divertían “entrenando” el olfato del sabueso soltándole ratas, o gatos para ser devorados por el salvaje pero controlado sabueso.

Esta vez el sabueso le gruñe a Montag. Más adelante, Montag levanta una ligera sospecha en el capitán Beatty luego de una plática sobre el sabueso. ; extraña la presencia de Clarisse. Mildred también padece del oído y todo lo escucha con auricular y aún así, le pareció misteriosa la actitud de su esposo al llegar a casa. Montag, luego de esconder el libro, se concentra en Mildred y reconoce que no la reconoce. Montag le pregunta a Mildred si recuerda dónde se conocieron. Mildred contesta de inmediato que si y pronto se desmiente una y otra vez. Montag tampoco lo recuerda. Se siente vacío y llora por sentirse al lado de una mujer vacía.

Montag amanece enfermo, su nada atractiva esposa logra reanimarlo mientras los parientes continúan con sus peleas. La TV se escucha a todo volumen, al recordar el olor del petróleo Montag vomita. Mildred se alegra de que la alfombra se pueda lavar. Montag le pide unas aspirinas y Mildred va y regresa sin ellas pues olvida de inmediato a lo qué va. Montag le cuenta sobre la anciana y su inmolación por su apreciada biblioteca. La esposa se muestre indiferente y ajena a lo contado. El esposo estalla.

Segunda parte: La criba y la arena.

La tarde transcurre entre frases y hojas leídas. Mildred no comprende el interés de su marido por aquellos objetos prohibidos. Montag recuerda a Clarisse y trata de compartir el tema con su esposa. ¿Por qué he de leer un libro? Pregunta ella. No por qué, sino para qué, responde. Montag recuerda también a otra persona. Un anciano de nombre Faber, que 40 años atrás había pertenecido a la última generación de profesores de literatura pues, la escuela cerró por falta de alumnos. Mantuvieron una conversación en torno a los libros. El viejo incluso recitó un poema y –sin saber que su reciente compañero era bombero- le dio un papelito con su dirección anotada. Mildred ríe mientras conversa por teléfono. Montag busca en sus archivos y encuentra la dirección de aquel anciano que nunca volvió a ver. Montag marca el número telefónico y luego de identificarse pregunta al sorprendido anciano si existen ejemplares de la Biblia, u obras de Platón o lo que sea. Faber contesta que ninguno y cuelga el teléfono.

Montag regresa con Mildred y le enseña un libro. El Antiguo y Nuevo Testamento y añade que probablemente sean los únicos del mundo. Mildred se enoja de sobremanera y le pide que regrese o queme los libros. Montag le dice que antes de regresarlo al capitán Beatty, debe asegurarse de tener un duplicado. Mildred despide a Montag con algunas frases absurdas, Montag se va.

En el camino, Montag piensa en memorizar alguna parte de la obra. Cuando entra al metro, la permanente voz que anuncia dentífricos le niega completamente la concentración. Montag no puede pensar otra cosa más que en el producto anunciado. Afuera de la estación y un tiempo más, el eco del comercial retumba sin parar en el cerebro de Montag. Montag va rumbo a casa de Faber, al llegar, éste le dice que se vaya pues no ha hecho nada malo. Montag le pide que lo deje entrar, al entreabrir la puerta y ver un libro, Faber accede a que Montag entre. El anciano se estremece con el objeto y con extremo cuidado lo hojea. Faber se lamenta de lo transfigurado que se han vuelto los

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