Los Hijos Del Vidriero
Enviado por wall78 • 28 de Mayo de 2013 • 407 Palabras (2 Páginas) • 339 Visitas
V
IVÍAN en un pueblo viejo y pobre que ya no existe, llamado Nöda, en
Diseberga, región en la que las nieblas son frecuentes. Albert, el vidriero, había
nacido en un lugar cercano, pero su esposa procedía del norte, se llamaba Sofía
y era en verdad bonita como una rosa.
A sus hijos les pusieron los nombres de Klas y Klara. Fue Albert quien les dio
estos nombres, que le recordaban su oficio, pues Klas rimaba con glas
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y el de
Klara llevaba claridad a sus pensamientos.
Albert era muy pobre, aunque la casita donde vivía y el taller en que
trabajaba eran suyos. Era una casita pequeñísima. Todo el lado de una pared lo
llenaba un sofá y un antiguo reloj. Al otro lado de la habitación había una
cómoda y una alacena y en el centro, frente a la ventana, una mesa. Albert y
Sofía dormían en el sofá y los niños en los cajones de la cómoda.
La chimenea era muy ancha y ocupaba gran parte de la habitación. Allí, junto
al hogar, Sofía tenía su rueca. Por encima de ésta, colgada del techo por dos
ganchos de hierro, pendía una cuna, donde mecieron a los niños cuando eran
chiquitines. Ahora Sofía la utilizaba para guardar sus cosas.
Justo junto a la chimenea, una puerta conducía a otra habitación, donde
había una cómoda para guardar la ropa y un taburete. Eso era todo.
Tampoco el taller era mucho mayor, si bien Albert y su ayudante disponían
de espacio suficiente para su trabajo, y también para Klas y Klara cuando
venían a mirar. No era necesario nada más.
Las piezas de cristal que allí se hacían eran de lo más fino que jamás se había
visto. Albert era un gran artista del cristal. Sin embargo, cuando se trataba de
venderlo no tenía mucho éxito. En otoño y primavera iba al lugar donde se
celebraba el mercado, pero apenas lograba vender nada. Así que tenían que
luchar mucho para que les llegara el dinero y nunca les sobraba ni siquiera un
trozo de pan.
Cuando se aproximaba el otoño, Sofía iba a las granjas vecinas para agramar
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el lino que habían cosechado. Llevaba a los niños y a los tres les daban de
comer. Además, como pago, le daban a Sofía un haz de lino y una hogaza de
pan por cada día de trabajo. Entonces podían vivir con desahogo.
El más pequeño de los niños, Klas, sólo tenía un año. Todavía no andaba,
pero se quedaba largos ratos mirando cómo su padre soplaba el cristal, con la
misma facilidad que un niño hace pompas de jabón. Albert daba forma a
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