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Los Miserables


Enviado por   •  27 de Agosto de 2012  •  4.801 Palabras (20 Páginas)  •  644 Visitas

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Introducción:

Esta novela como tantas del siglo XIX francés debe mucho a la llamada novela negra. Las obras de H. Walpole, Ann Radcliffe y Lewis que habían sido ampliamente difundidas en Francia, y fueron muchos los autores franceses, incluidos los mas grandes que se inspiraron en este modelo narrativo. En estas obras como Los miserables, abundan las persecuciones, el suspenso, los personajes de una sola pieza; con cierto sadismo, el autor carga sus tintas para dar al vicio el mejor papel a fin de que se ensañe con la virtud y la inocencia. Y la historia de buenos y malos se remata con una pizca de color local según proceda, detalles pintorescos o chocantes, y sorpresas de todo tipo; la diferencia entre novela negra y novela de aventuras y folletín es sólo cuestión de ingredientes circunstanciales.

Víctor Hugo demuestra que mientras otros novelistas han ido puliendo su manera de hacer novelas, él no ha dejado nunca de soñar una narrativa que, en una forma popular, de gran difusión, fuera capaz de capitalizar no sólo sus obsesiones personales y preocupaciones metafísicas, si no también su peculiar visión de la humanidad, del progreso y del hombre que en él se debate. Hugo se esfuerza en crear una novela total, entendida como el único genero literario adecuado para poder decirlo todo de todo; un género, en una palabra, a la medida del hombre y del mundo moderno.

Para 1845 Victor Hugo empieza a escribir una novela titulada Jean Tréjean: es la primera versión de lo que se convertiría en Los Miserables, tras doce años de llevar pensando en el libro y de recoger materiales, a partir de ese momento el trabajo del novelista apenas sufriría interrupciones, aunque es esta época debido a los hechos acontecidos, el autor comienza a sufrir transformaciones de ideologías que son presentadas en la obra actual, hechos como la revolución de la Segunda República. Luego de Jean Tréjean se le atribuye el título de Las Miserias es definitivamente remplazado por Los Miserables, en aquella época la palabra <<miserable>> tenía un valor despectivo, es la que empleaba la burguesía con la que el autor ha roto, para designar a los míseros, siempre sospechosos, siempre en equilibrio sobre la frontera que separa el hambre de la delincuencia, donde la burguesía dice <<chusma>>, Victor Hugo escribe <<pueblo>>.

Víctor Hugo declaró que su obra, era una obra religiosa, idea que invita a considerar con otras perspectivas de las usuales.

Naturalmente nadie entendió la novela como un ejercicio espiritual; el éxito fue clamoroso, y la crítica fue unánime, en su servilismo, para señalar los peligros que encierra la dimensión social de la obra.

La idea motriz de Los Miserables es que la humanidad no está irremisiblemente encarrilada hacia tal o cual dirección, sino que puede cambiar y mejorar o empeorar; el hombre malo es capaz de hacer el bien y mejorar o empeorar: el hombre malo es capaz de hacer el bien, del mismo modo que el bueno puede convertirse en un canalla. Son cambios bruscos en los que el novelista pone al personaje frente a sus responsabilidades en un debate interior de extrema violencia, del que, naturalmente sólo pueden salir reacciones violentas: no hay heroicidad mansa. Las cosas pueden complicarse todavía más; la meditación es la regla, pero sus consecuencias son diversas. A veces el personaje no obedece al dictado de su conciencia, hay momentos en los que no le hace caso, y otros que es todo lo contrario.

Esta novela denominada de género gótico por muchos, vale la pena ser leída, su rico léxico y descripción de cada personaje, permite darse una idea óptima del personaje y la situación en la que este se encuentra, las enseñanzas de un mundo en el cual a una persona pueden sucederle desgracia tras desgracia, no existe un límite.

Análisis:

Primera Parte

Fantina

En 1815 M. Carlos Francisco Bienvenido Myriel era obispo de Digne, era un anciano de cerca de setenta y cinco años y ocupaba la sede de digne desde 1806.

M. Myriel era hijo de un consejero del Parlamento de Aix; nobleza de toga. Decíase que su padre, reservándole para heredar su puesto, le había casado aún muy joven, a los dieciocho o veinte años, según costumbre muy admitida en las familias de la magistratura. Decíase que Carlos Myriel no obstante de ese matrimonio, había dado que hablar mucho de sí. Era de buena presencia, aunque de estatura pequeña, elegante, graciosos, inteligente; y toda la primera parte de su vida la habían ocupado el mundo y la galantería.

Sobrevino la revolución; precipitándose los sucesos; las familias de las magistratura antigua, diezmadas, perseguidas, acosadas, se dispersaron; y M. Carlos Myriel emigró a Italia en los primeros días de la revolución. Su mujer murió allí de una enfermedad de pecho, de la que hacía largo tiempo que estaba atacada. No habían tenido hijos, ¿qué pasó después en los destinos de M. Myriel?

Un día en el que el emperador fue a visitar a su tío, el digno cura, que esperaba en la antesala, se halló al paso de S. M Imperial. Napoleón, viéndose mirar con cierta curiosidad por aquel anciano, se volvió, y dijo bruscamente:

- ¿Quién es ese buen hombre que me mira?

- Señor - dijo M. Myriel -, vos miráis a un hombre bueno, y yo miro a un grande hombre. Cada uno de nosotros puede aprovecharse de lo que mira.

En la misma noche el emperador pidió al cardenal el nombre de aquel cura,y algún tiempo después M. Myriel quedo sorprendido al saber que había sido nombrado obispo de Digne.

M. Myriel había llegado a Digne acompañado de una solterona, la señorita Baptistina, que era su hermana, y contaba con diez años menos que él.

Por toda la servidumbre tenía una criada de la misma edad que la señorita Baptistina, llamada la señora Magloire, la cual después de haber sido el ama del señor cura, tomaba al presente el doble título de doncella de la señorita y ama de llaves de su ilustrísima. La señora Magloire le llamaba siempre <<vuestra grandeza>>. Un día se levantó de su sillón y fue a la biblioteca a buscar un libro. Estaba éste en una de las tablas más altas del estante, y como el obispo era de corta estatura no pudo alcanzarlo. <<Señora Magloire –dijo-, traedme una silla, porque mi grandeza no alcanza a esa tabla>>

La vida privada de M. Myriel estaba llena de los mismos pensamientos que su vida pública. Para quién hubiera podido verla de cerca, hubiese sido un espectáculo grave y sublime aquella pobreza voluntaria en que vivía el obispo de Digne.

En los primeros días del mes de octubre de 1815, como una hora antes de ponerse el sol, un hombre que viajaba a pie entraba en la pe¬queña ciudad de D. Los pocos habitantes

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