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Los efectos de la globalización en nuestras vidas


Enviado por   •  17 de Abril de 2012  •  Tutorial  •  7.396 Palabras (30 Páginas)  •  743 Visitas

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ANTHONY GIDDENS

UN MUNDO DESBOCADO

LOS EFECTOS DE LA GLOBALIZACIÓN EN NUESTRAS VIDAS

Traducción de Pedro Cifuentes

TAURUS, Madrid, 1999

II.

RIESGO

Julio de 1998 fue posiblemente el mes más caluroso de la historia, y puede que 1998, en conjunto, haya sido también el año más caluroso. Las olas de calor causaron estragos en muchas zonas del hemisferio norte. En Eilat (Israel), por ejemplo, la temperatura subió hasta casi 46 grados centígrados, mientras que el consumo de agua en el país aumentó un 40 por 100. Texas, en Estados Uni¬dos, sufrió temperaturas cercanas. Durante los prime¬ros ocho meses del año cada mes rebasaba el récord de ese mes. Poco tiempo después, sin embargo, en algunas de las áreas afectadas por las olas de calor cayó nieve en lugares que nunca la habían visto antes.

¿Son cambios de temperatura como éstos el resulta¬do de la interferencia humana en el clima mundial? No podemos estar seguros, pero tenemos que admitir la posibilidad de que puedan serlo, al igual que el ma¬yor número de huracanes, tifones y tormentas que se ha registrado en años recientes. Como consecuencia del desarrollo industrial mundial, puede que hayamos alterado el clima mundial y dañado, además, una parte mucho mayor de nuestro habitat natural. No sabemos qué cambios futuros acaecerán ni los peligros de sus secuelas.

Podemos entender algo de estas cuestiones diciendo que están todas vinculadas al riesgo. Espero persuadiros de que esta idea, aparentemente sencilla, descubre al-gunas de las características básicas del mundo en el que vivimos hoy.

A primera vista, puede parecer que el concepto de riesgo no tiene relevancia específica en nuestra época, comparada con periodos anteriores. Después de todo, ¿no ha tenido la gente que afrontar siempre una serie razonable de riesgos? Para la mayoría, la vida en la Edad Media europea era desagradable, tosca y corta, igual que para muchas personas en las zonas más pobres del mun-do de hoy en día.

Pero aquí nos encontramos con algo realmente inte-resante. Salvo en algunos contextos marginales, el con-cepto de riesgo no existía en la Edad Media. Tampoco, al menos que yo sepa, existía en las demás culturas tradi-cionales. La idea de riesgo parece haber tomado cuer¬po en los siglos XVI y XVII, y fue acuñada por primera vez por exploradores occidentales cuando realizaban sus viajes por el mundo. La palabra riesgo parece haber llega¬do al inglés a través del español o del portugués, donde se usaba para referirse a navegar en aguas desconocidas. En otras palabras, originariamente estaba orientada al espacio. Más tarde se trasladó al tiempo, utilizado como en la banca y la inversión, para indicar el cálculo de las consecuencias probables de las decisiones inversoras para prestamistas y prestatarios. Llegó posteriormente a referirse a una amplia gama de diferentes situaciones de incertidumbre.

Debo destacar que la noción de riesgo es inseparable de las ideas de probabilidad e incertidumbre. No puede decirse que una persona corre un riesgo cuando un re-sultado es seguro al 100 por 100.

Hay un viejo chiste que explica esto claramente. Un hombre salta desde la azotea de un rascacielos de cien pisos. Al pasar por cada ventana, mientras baja, la gente que hay dentro le oye decir: "Por ahora va bien, por ahora va bien, por ahora va bien...". Actúa como si estu-viera haciendo una estimación de riesgo, pero el resul-tado, en verdad, está determinado.

Las culturas tradicionales no tenían un concepto del riesgo porque no lo necesitaban. Riesgo no es igual a amenaza o peligro. El riesgo se refiere a peligros que se analizan activamente en relación a posibilidades futu¬ras. Sólo alcanza un uso extendido en una sociedad orientada hacia el futuro —que ve el futuro precisamen¬te como un territorio a conquistar o colonizar—. La idea de riesgo supone una sociedad que trata activamente de romper con su pasado —la característica fundamental, en efecto, de la civilización industrial moderna.

Todas las culturas anteriores, incluidas las grandes ci-vilizaciones antiguas del mundo, como Roma o la China tradicional, han vivido principalmente en el pasado. Han utilizado las ideas de destino, suerte o voluntad de los dioses donde ahora tendemos a colocar el riesgo. En las culturas tradicionales, si alguien tiene un accidente o, por el contrario, prospera, bueno, son cosas que pa¬san, o es lo que los dioses y espíritus querían. Algunas culturas han negado de plano la posibilidad de sucesos fortuitos. Los azandes, una tribu africana, creen que cuando una desgracia cae sobre alguien es cosa de brujería. Si un individuo se pone enfermo, por ejemplo, es porque un enemigo ha estado haciendo magia negra.

Tales actitudes, por supuesto, no desaparecen com-pletamente con la modernización. Las ideas mágicas y los conceptos de destino y cosmología todavía tienen adeptos. Pero con frecuencia siguen siendo supersticio-nes, en las que la gente sólo cree a medias y practica de manera un poco avergonzada. Las utilizan para respal¬dar decisiones de naturaleza más deductiva. Los juga¬dores, incluidos los de la bolsa, tienen sobre todo ritua¬les que reducen psicológicamente las incertidumbres a las que tienen que hacer frente. Lo mismo puede decir¬se de los muchos riesgos que no podemos evitar correr, ya que estar vivo es, por definición, un asunto arriesga¬do. De ninguna manera sorprende que la gente todavía consulte a astrólogos, especialmente en momentos cru¬ciales de su vida.

La aceptación del riesgo, con todo, es también con¬dición de excitación y aventura —pensemos en el pla¬cer que mucha gente extrae de los riesgos del juego, de conducir deprisa, de los devaneos sexuales o de las pi¬ruetas de una montaña rusa en un parque de atraccio¬nes—. Además, una aceptación positiva del riesgo es la fuente misma de la energía que crea riqueza en una economía moderna.

Los dos aspectos del riesgo —su lado negativo y el po-sitivo— aparecen en los primeros días de la sociedad in-dustrial moderna. El riesgo es la dinámica movilizadora de una sociedad volcada en el cambio que quiere deter-minar su propio futuro en lugar de dejarlo a la religión, la tradición o los caprichos de la naturaleza. El capitalis¬mo moderno difiere de todas las formas anteriores de sistema económico por sus actitudes hacia el futuro. Los tipos anteriores de actividad de mercado eran irre-gulares o parciales. Los negocios de mercaderes y comer¬ciantes, por ejemplo, nunca habían hecho mucha mella en la estructura básica de las civilizaciones tradiciona¬les; todas permanecieron fundamentalmente agrícolas y rurales.

El capitalismo moderno se planta en el futuro al cal¬cular el beneficio y la pérdida, y, por tanto, el

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