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Minicuento: par de estúpidos.


Enviado por   •  20 de Julio de 2016  •  Apuntes  •  379 Palabras (2 Páginas)  •  163 Visitas

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El génesis del ciclo de la obsesión comenzó aquella noche. Estaba desplegada en la cama pensando en él, ataviada con el vestido negro que, en un acto ritual, le quitaba agresivamente cuando afloraba su instinto animal. Hace tres horas que había salido del trabajo y, sin embargo, no había señal de él en el hogar. Aún no oía el tintineo de las llaves en la cerradura, ni cuando arrojaba su maleta en el sofá, ni su voz preguntando por su paradero. Su habitación estaba envuelta en un silencio absoluto.

Poco a poco, fue perdiendo la ingenua esperanza de que volviera temprano.

con el anillo que giraba a ratos por culpa de la impaciencia y la incertidumbre, ella miraba hacia el dintel de la puerta. Ya existían antecedentes: los cambios que ella decidió obviar, la torpeza del hombre al que llamaba «su hombre», y las vívidas señales que anunciaban a gritos su partida con la mujer que, en ese mismo instante, descansaba sobre su pecho, mientras sentía los latidos acelerados de un corazón satisfecho.

¡Maldito! ¡Una y mil veces maldito!

¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿Dónde vive? ¿Cómo se conocieron? ¿Hace cuánto tiempo que ocurre?

El génesis del ciclo de la obsesión comenzó aquella noche. Estaba desplegada en la cama pensando en él, ataviada con el vestido negro que, en un acto ritual, le quitaba agresivamente cuando afloraba su instinto animal. Hace tres horas que había salido del trabajo y, sin embargo, no había señal de él en el hogar. Aún no oía el tintineo de las llaves en la cerradura, ni cuando arrojaba su maleta en el sofá, ni su voz preguntando por su paradero. Su habitación estaba envuelta en un silencio absoluto.

Poco a poco, fue perdiendo la ingenua esperanza de que volviera temprano.

con el anillo que giraba a ratos por culpa de la impaciencia y la incertidumbre, ella miraba hacia el dintel de la puerta. Ya existían antecedentes: los cambios que ella decidió obviar, la torpeza del hombre al que llamaba «su hombre», y las vívidas señales que anunciaban a gritos su partida con la mujer que, en ese mismo instante, descansaba sobre su pecho, mientras sentía los latidos acelerados de un corazón satisfecho.

¡Maldito! ¡Una y mil veces maldito!

¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿Dónde vive? ¿Cómo se conocieron? ¿Hace cuánto tiempo que ocurre?

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