Mitos Cortos Mexicanos
Enviado por karimec • 10 de Octubre de 2012 • 579 Palabras (3 Páginas) • 2.261 Visitas
Leonor tenía 14 años cuando cayó el cono del cohete Athena. La gran bola de fuego que observaron desde lo lejos al volver de un baile en una ranchería cercana al ejido la Flor en Durango, les hizo pensar en la llegada de los jinetes del apocalipsis descrito en la Biblia, pero se trataba del hecho que pondría sobre el mapa la llamada Zona del Silencio.
Un par de años atrás ya se escuchaban algunos rumores. Pero fue durante la década de los 70 cuando Harry de la Peña llegó a Ceballos, un pequeño pueblo localizado a unos 150 kilómetros de Torreón, Coahuila.
Estaba buscando petróleo cuando se percató de anormalidades en las frecuencias en una región aledaña y nunca imaginó lo que encontraría.
A raíz del percance, del cual ya han transcurrido unos 40 años, muchas personas llegan al sitio en la búsqueda de situaciones paranormales, fenómenos mitológicos y científicos que se ven cuando se quieren ver, y aunque ha sido protagonista de muchas experiencias “raras”, Leo, como le dicen de cariño, nunca ha visto un ovni o algo que se le parezca. Hace largas caminatas por las veredas, buscando “estrellas”.
LARGO TRAYECTO HACIA LO ENIGMATICO
Desde Saltillo, son poco menos de 5 horas de viaje entre carreteras, autopistas y terracería. Aunque sólo éramos tres personas; el fotógrafo, el biólogo y la reportera, el equipaje y los víveres, hacían suponer que serían varios días lo que acamparíamos en el desierto. Partimos un par de horas antes de la salida del sol.
Pasando Torreón está Lerdo, una ciudad del norte de Durango, por donde hay que pasar para llegar a Bermejillo. El polvo y la alta temperatura, cada vez es más evidente.
Ceballos es un pequeño pueblo de Mapimí, aún en la Comarca Lagunera. Junto a la iglesia de la avenida principal se encuentra el letrero que indica la dirección hacia la Zona del Silencio. Un largo y sinuoso camino en línea recta mal pavimentado.
Colosales columnas de polvo levantadas por el viento y algunas pequeñas comunidades tan abandonadas que dan la impresión de ser pueblos fantasmas anuncian la proximidad hacia la Zona del Silencio.
Es un lugar de tal magnetismo que ha jalado la mirada de propios y extraños, basado en ciertos fenómenos dejando de lado la importancia biológica de la región.
El ejido La Flor es la primera comunidad en este trayecto. La bienvenida corre a cargo de un centro de atención a visitantes, que se encuentra en un edificio construido al estilo de los tiempos de la Revolución, a unos 100 metros de las cinco o seis viviendas.
La puerta no tenía llave y no hubo problema para entrar, por lo menos a una sala donde se exponen piezas que han sido encontradas en la totalidad de la reserva de la biósfera que supera por mucho los límites de la Zona del Silencio. El
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