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NI LO SUEÑES


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2014  •  10.260 Palabras (42 Páginas)  •  158 Visitas

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LLÁMAME

BOMBÓN

Hace tiempo que para

Gema nada tiene

sentido. La joven se

debate entre su

aprensiva madre y su

sobrino, mientras

intenta salir adelante

con un modesto

sueldo de auxiliar

administrativa en una

oficina.

Una tarde de compras

navideñas, Gema y su

amiga Elena se topan

con un hombre

disfrazado de Papá

Noel que las invita a

pedir un deseo.

Aunque en un primer

momento Gema se

muestra reticente, por

fin accede y se atreve

a soñar con lo que

más anhela. Lo que

ella no sabe es que en

ocasiones los deseos

se cumplen y, además,

de la manera más

extraña…

Autor: Megan Maxwell

ISBN: 9788408039174

MEGAN MAXWELL

Llámame bombón

Autor

Megan Maxwell es una reconocida y

prolífica escritora del género romántico.

De madre española y padre americano, ha

publicado novelas como Te lo dije

(2009), Deseo concedido (2010), Fue un

beso tonto (2010), Te esperaré toda mi

vida (2011), Niyomismalosé (2011), Las

ranas también se enamoran (2011), ¿Y a

ti qué te importa? (2012), Olvidé

olvidarte (2012), Las guerreras

Maxwell. Desde donde se domine la

llanura (2012), Los príncipes azules

también destiñen (2012), Pídeme lo que

quieras (2012) y Casi una novela (2013),

además de cuentos y relatos en antologías

colectivas. En 2010 fue ganadora del

Premio Internacional Seseña de Novela

Romántica, y en 2010, 2011 y 2012

recibió el Premio Dama de

Clubromantica.com.

Pídeme lo que quieras, su debut en el

género erótico, fue premiada con las Tres

plumas a la mejor novela erótica que

otorga el Premio Pasión por la novela

romántica.

Megan Maxwell vive en un precioso

pueblecito de Madrid, en compañía de su

marido, sus hijos, su perro Drako y su

gato Romeo.

Encontrarás más información sobre la

autora y sobre su obra en www.meganmaxwell.

com.

Llámame bombón

22 de diciembre de 2011

En la cafetería de un gran centro

comercial de Madrid, Gema y Elena, dos

buenas amigas, desayunaban crujientes

churros con café.

—¿En serio que la sosa de

administración se ha liado con Jesús, el

buenorro de contabilidad?

—Ya te digo. Confirmado —asintió

Gema.

Elena, tras mojar un churro en el café,

le dio un mordisco y susurró:

—¡Qué fuerte…! ¿Adónde vamos a

llegar?

Reían y disfrutaban de los últimos

cotilleos de la oficina cuando se

percataron de que se les hacía tarde.

Llamaron al camarero y, después de pagar

sus desayunos, se encaminaron hacia la

salida.

Era Navidad. Una época adorada por

muchos, pero que a Gema no le gustaba.

La entristecía demasiado. Siempre había

creído en la magia de la Navidad, hasta

que el 18 de diciembre de seis años atrás

un fatal accidente se había llevado por

delante a su hermano y a su cuñada, y el

año siguiente, una enfermedad, a su padre.

Eso había acabado con la magia y, en

especial, con sus creencias.

Cuando salían del centro comercial un

enorme Papá Noel las paró y,

tendiéndoles una huchita, les dijo con una

sonrisa:

—¡Jou, jou, jou! ¡Feliz Navidad! ¿Una

ayuda para cumplir deseos navideños?

Gema negó con la cabeza, pero al ver

a su amiga abrir el bolso, decidió

imitarla. Tras echar un par de euros en la

hucha, ésta se iluminó. Aquello las hizo

sonreír, y el enorme Papá Noel dijo:

—Ahora debéis pedir un deseo de

Navidad.

Las muchachas se miraron, y Elena,

divertida, preguntó:

—Esta modalidad de pedir deseos es

nueva, ¿verdad?

El Papá Noel de turno asintió, y

entonces Elena añadió alegremente:

—Deseo que un tío guapo, cachas y

con pasta se vuelva loco por mí y quiera

casarse conmigo el Día de los

Enamorados en Venecia.

Gema sonrió al escucharla, y la amiga,

encogiéndose de hombros, exclamó:

—¡Por pedir, hija, que no quede! Y

oye…, ¿hay algo más romántico que

casarse en Venecia el 14 de febrero?

El supuesto Papá Noel sonrió y,

mirando a la otra joven, le preguntó:

—Y tu deseo ¿cuál es?

—Salud —dijo suspirando.

—Pichurra, de verdad, qué sosa eres

para pedir deseos —la recriminó Elena,

mirándola—. Pide algo diferente, algo

realmente increíble, algo que te gustaría

que ocurriera. Y si no crees en los

príncipes azules y toda su parafernalia,

pide un lobo macizo, que al menos te

comerá mejor.

Aunque primero se quedó

boquiabierta por lo que su amiga acababa

de decir delante de aquel extraño, Gema

se echó a reír de inmediato y repuso:

—Vale, vale… Deseo ver sonreír a

mi madre y que mi sobrino olvide sus

inseguridades. Y venga, ya de paso, un

lobo feroz.

El hombre les guiñó el ojo, risueño, y

antes de alejarse dando unos cómicos

saltitos, dijo:

—¡Jou, jou, jou! ¡Que la magia de la

Navidad os conceda vuestros deseos!

Media hora después, y ya en sus

puestos de trabajo, Gema, mientras

miraba por la ventana, se quejó:

—¡Ay, Diosss! ¿Por qué? ¿Por qué

justamente hoy se tiene que poner a nevar?

Elena sonrió al oírla, y dejando a un

lado la carpeta que llevaba en la mano, se

acercó hasta la ventana donde Gema,

apoyada, miraba al exterior y le preguntó:

—¿Qué esperabas, pichurra? Estamos

en Navidad.

—¡Maldita Navidad y maldita nieve!

Hoy no llego a mi casa ni a las mil y

monas. ¡Ya lo verás!

—Venga, venga…, reina del drama,

¡no exageres!

—Te lo digo en serio… No sé

conducir cuando nieva. Con lo patosa que

soy seguro que me doy un leñazo.

Ante aquellas palabras y el gesto

simpático de su amiga, Elena tuvo que

sonreír. Si alguien conocía bien a Gema,

ésa era ella. Llevaban trabajando

...

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