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Ese lugar ocupado hoy por tres fuerzas políticas que amenazan con pulverizar cualquier cosa que pase por allí. En lugares como Morelos ha surgido un triángulo mexicano habitado por los maestros, el gobierno y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Dentro de ese espacio delimitado por tres frentes en contienda, es probable que el Acuerdo por la Calidad de la Educación se evapore; que la posibilidad de cualquier tipo de progreso en el área educativa sea pospuesta; que el futuro de millones de niños mexicanos acabe arrumbado. Los tres vértices del triángulo han convertido a México en un sitio inhóspito para la buena educación.

Empezando por Felipe Calderón y Josefina Vázquez Mota. El primero no ve la educación como primera prioridad pero la segunda lo convence de apoyar una agenda reformista incipiente.

El presidente con demasiados frentes abiertos decide asumir el riesgo pero también establece sus propias condiciones: reforma sí, pero con Elba Esther Gordillo de la mano. Y “La Maestra”, probablemente preocupada por su reputación desastrosa y cómo trascenderá en la historia, acepta la oferta pero también la condiciona. Así nace la llamada “Alianza por la Calidad de la Educación”: con buenas intenciones sobre el papel pero severas constricciones políticas. Con el espíritu correcto pero enfrentando, de entrada, serios retos de instrumentación.

Nadie en su sano juicio, con una mejoría de la educación en mente, podría criticar el énfasis en la evaluación y el mérito detrás de la Alianza. Nadie que ha estudiado los sistemas educativos de excelencia en el mundo —Singapur, Canadá, Dinamarca— podría denostar la forma en la cual la Alianza busca reproducir sus mejores prácticas. Pero lo que sí habría que poner en tela de juicio es la forma de promoverla, explicarla, cabildearla, asegurar que prospere. Y en esos rubros el gobierno ha mostrado serias insuficiencias. La iniciativa es impuesta desde arriba sin consultarla hacia abajo; el equipo de Josefina Vázquez Mota cree que con tan sólo develarla y presentarla en el Banco Mundial basta para que los maestros la acepten; Elba Esther comienza a convencer a los gobernadores pero nadie parece prestarle atención a lo que piensan los maestros.

Peor aún: el gobierno echa a andar los concursos de oposición para las plazas, pero no diseña una estrategia para lidiar con sus desastrosos resultados. Los exámenes revelan la magnitud del problema educativo pero la SEP no tiene un plan para remontarlo. Y con ello crea una situación en la que todos pierden. Los maestros acaban humillados, Elba Esther termina cuestionada, el gobierno termina acorralado. La torpeza política y operativa que acompaña a la Alianza está a un paso de llevar a su destrucción porque ninguna de las tres partes involucradas tiene incentivos para defenderla. Ante el embate del narcotráfico y el crimen organizado, lo último que quiere Felipe Calderón es a los maestros tomando calles y bloqueando carreteras. Ante sus propias ambiciones y su prestigio en juego lo último que quiere Josefina Vázquez Mota es crear una situación políticamente explosiva que no pueda solucionar. Ante el cuestionamiento a su liderazgo por parte de

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