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OLIVERIO GIRONDO


Enviado por   •  8 de Agosto de 2014  •  Tesis  •  1.143 Palabras (5 Páginas)  •  347 Visitas

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OLIVERIO GIRONDO

(Buenos Aires, Argentina, 17 agosto 1891 – 24 de enero 1967)

INTRODUCCIÓN, CONTENIDO Y CONCLUSIÓN.

Al momento de elegir una obra de Oliverio Girondo para la elaboración de este trabajo, resumen, ensayo o reflejo introspectivo de mi inmenso desconocimiento o mi escasa comprensión respecto a todo y nada, cayó en mis manos “Espantapájaros”, un libro cuya portada contiene una sutil o tosca –cuestión de enfoques- representación surrealista de una cara masculina.

¿Surrealista? Sí, si se piensa que el surrealismo es el ejercicio libre del pensamiento y la expresión se aleja de la realidad conciente para ofrecer la que surge en la inconciencia.

Mas, mis experiencias particulares ante una portada, alejadas están de la finalidad de este escrito.

Una vez que hube llegado al Prólogo de Enrique Molina, quien puntualmente expresa: “El humor, en sus diversos grados de furor, de sarcasmo, de cinismo, de desesperación, es una manifestación de ese absurdo. La poesía sume el absurdo y lo transforma en un elemento positivo, lo exorciza, lo convierte en su propia substancia, de manera que el hombre deja de ser la víctima para convertirse en testigo y juez” , pensé: ¡Bueno, al menos estoy a punto de entrar a un mundo poético humorístico que debe ser una experiencia que bien vale la pena!

Continuando, la página 15, me ofreció un caligrama en forma de espantapájaros en cuya pajienta faz se dibuja un delicioso poema, del que apenas mencionaré un fragmento:

“…Nosotros no sabemos nada. La desorientación de mi generación tiene su explicación en la dirección de nuestra educación, cuya idealización de la acción, era -¡sin discusión!- una mistificación, en contradicción con nuestra propensión a la meditación, a la contemplación y la masturbación. (Gutural, lo más guturalmente que se pueda.) Creo que creo en lo que creo que no creo. Y creo que no creo en lo que creo que creo…”

Aún no ha terminado mi asombro ante semejante introducción cuando la página 17 me cuenta la historia de María Luisa, cuyas “extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico deportivo” poco importaron, pues su principal atractivo fue hacer que Girondo “volara”.

Conforme avanzaba, me fui dando cuenta de que todos mis sentidos se enardecían ante “… Amor pasado por agua, a la vainilla, amor al portador, amor a plazos. Amor analizable, analizado. Amor ultramarino, amor ecuestre…”, o ante “Las márgenes de los libros no son capaces de encauzar mi aburrimiento y mi dolor. Hasta las ideas más optimistas toman un coche fúnebre para pasearse por mi cerebro…”, o ¿qué decir de “Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades…”?

Pero que Girondo se haya comparado con una patada o hecho una seria reflexión sobre su sombra, quedó sin importancia cuando apareció…:

“A unos les gusta el alpinismo. A otros les entretiene el dominó. A mí me encanta la trasmigración.

Mientras aquellos se pasan la vida colgados de una soga o pegando puñetazos sobre una mesa, yo me la paso trasmigrando de un cuerpo a otro, yo no me canso nunca de transmigrar.

Desde el amanecer, me instalo en algún eucalipto a respirar la brisa de la mañana. Duermo una siesta mineral, dentro de la primera piedra que hallo en el camino, y antes de anochecer ya estoy pensando la noche y las chimeneas con un espíritu de gato.

¡Qué delicia la de metamorfarse en abejorro, la de

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