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PAULINA UNA HISTORIA


Enviado por   •  14 de Noviembre de 2013  •  10.879 Palabras (44 Páginas)  •  440 Visitas

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Estaba como asfixiada y tenía que tomar aire... Alcé la cara y me ví

reflejada en el espejo que tenía al frente mío; si me comparo con la

mujer que era 4 años atrás, no me hubiera reconocido jamás. El sudor

me caía por la espalda hasta llegar a mis voluptuosas nalgas. Mientras

tanto, un tipo me lo metía por detrás, estrellándome los testículos

contra mi culo en cada embestida. De repente volví a la realidad...

"Múevete más rápido perra inmunda! No he pagado toda esta plata para

hacer todo el trabajo yo!", gritó el hombre que me comía. Se notaba

que le excitaba hablarme sucio, porque todo el tiempo me decía

"perra", "zorra", "prostituta barata", "sucia", ETC... Sin poner

reparos incrementé el movimiento de mis caderas para darle más placer.

Su verga salía y entraba hasta mi matriz. Al ratico la sacó y me

volteó para metérmela por delante mientras me tocaba las tetas y me

mordía los pezones. Seguía y seguía insultándome hasta que,

finalmente, se vino adentro del condón (las putas caras lo hacemos con

él). Se lo quitó y me dijo que si me tragaba la leche del preservativo

me daba 50.000 pesos más de propina. Sin dudarlo un segundo me la

tragué porque necesitaba la plata. Mi cliente se puso tan, pero tan

arrecho, que se emparoló de nuevo diciéndome que me quería comer por

detrás. Le puse otro condón utilizando mi boca y unos instantes

después la sentí de un solo empujón por mi culo. Levanté mi cara otra

vez, y me vi gritando con aquel animal perforándome los intestinos,

empapada en sudor y con el maquillaje todo corrido. A los quince

minutos eyaculó de nuevo y me tomé hasta la última gota de sémen del

caucho; luego le limpié la verga con mi lengua haciendo pequeños

círculos. Estábamos en un hotel de 5 estrellas cerca al Parque de la

93 y el tipo me había pagado para estar conmigo toda la noche. Como

estaba tan cansado de trabajar y tirar conmigo, se quedó dormido; así

que aproveché y prendí un cigarrillo. Allí, fumando y mirándome en el

espejo, empecé a recordar todo lo que me ha pasado en estos últimos 4

años...

Me llamo Paulina, y esta es mi historia:

Siempre fuí la típica niña bien, de clase alta, estudié en el Mary

Mount de Bogotá, hija única (mi mamá después de tenerme se quedó sin

la posibilidad de tener más hijos). Después entré a la Javeriana y

terminé Derecho, haciendo finalmente una Maestría en Boston; esto me

abrió las puertas para trabajar en una importante auditora. Aparte,

con las palancas de mi papá, gané desde el principio un buen sueldo. A

mi esposo Sebastián, lo conocí a los 18 años, se puede decir que era

el amor de mi vida, mide 1.82 cms, pelo castaño, buen cuerpo, es

Ingeniero y trabajaba por aquellas épocas en una Multinacional. Nos

casamos cuando cumplimos los 25. Yo nunca había estado con otros

hombres, y a los 10 meses de matrimonio tuve un niño. Se puede decir

que éramos la familia perfecta, vivíamos en un apartamento divino en

Los Rosales, teníamos muchacha, hacíamos el amor cada 15 días, los

domingos íbamos a almorzar donde nuestras familias, ETC... Yo sabía

llevar la vida profesional con la familiar de manera ejemplar: me

levantaba a las 6:30 A.M. a bañar el niño, vestirlo, darle el desayuno

y llevarlo al Jardín. A las 6 de la tarde lo recogía y lo llevaba al

parque a jugar, o nos íbamos al apartamento y me ponía a hacer la

comida. También limpiaba lo que la empleada del servicio no dejaba

bien. Después del parto, me dí cuenta que la regla no me llegaba de

forma puntual cada mes sino que se retrasaba o se anticipaba. Esto me

preocupaba porque quería tener otro bebé dentro de un par de años y no

sabía si podría. Un septiembre, después de vacaciones, decidí ir al

ginecólogo, sin saber que esto me cambiaría la vida de forma

irreversible... Cuando ví por primera vez a Diego (así se llama), me

quedé como hipnotizada, era un hombre que mediría 1.90, pesaría unos

80 Kilos, pelo negro engominado, morenito, de unos 40 años, ojos

azules; en fin, mi marido que no estaba mal, era del montón en

comparación a éste hombre!. Le conté cual era mi problema mientras me

miraba de forma penetrante, luego procedió a realizarme las típicas

preguntas de un reconocimiento médico. Yo contestaba pensando en que

en algún momento me iba a tener que desvestir delante de él, mientras

se me humedecía mi ropa interior.

Edad? 28 años. Casada? Sí. Me pesó y me talló: 51 Kilos, 1.72 metros.

"Estás muy delgada", dijo secamente. Me preguntó si tomaba pastillas y

le dije que no. También si fumaba o tomaba: "No he fumado nunca en mi

vida, pero de vez en cuando sí me tomó uno que otro cóctel". Me mandó

a desvestir detrás de un biombo y luego a que me recostara sobre la

camilla ginecológica con la piernas abiertas. Sentía que me estaba

empapando... Supongo que sería por la situación y porque el tipo

estaba buenísimo. Creo que él se dió cuenta rápido de mi situación y

empezó a tocarme con unos guantes de látex. Me metió la mano por la

vagina y el culo (todavía vírgen); me dí cuenta que me estaba

masturbando pero no dije nada. Usaba las manos de forma impresionante,

estuvo así unos 10 minutos, tuve varios orgasmos, y sacó una muestra

del fluido vaginal para analizarlo. "Todo está normal, puedes

vestirte", concluyó. Me mandó a hacer unos exámenes de sangre y una

mamografía, diciéndome que volviera cuando tuviera los resultados.

Cuando salí del Consultorio, me dí cuenta que jamás en mi vida había

disfrutado tanto, sólo fueron 10 minutos y tuve los tres mejores

orgasmos de mi vida!. En los días que pasaron mientras me hacía las

pruebas no podía dejar de pensar en él, en el trabajo, en el hogar y

en cualquier actividad cotidiana. Esos días hice con más frecuencia y

pasión el amor con mi marido pero pensando en el ginecólogo.

...

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