Politica Internacional Peruana
kilirangel17 de Marzo de 2014
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Introduccion
La política exterior del Perú durante gran parte de su existencia como país independiente, se ha caracterizado por dos tendencias enfrentadas. Por un lado, la diplomacia peruana ha estado marcada por un sentido de solidaridad con sus hermanas repúblicas de América del Sur. Por otro lado, amargas disputas territoriales se presentaron rápidamente entre el Perú y sus vecinos, involucrando, a menudo, vastas extensiones de tierra y fuentes potenciales de considerable riqueza. Muchas de estas disputas fueron, en realidad, problemas de límites originados por el descuido español en delinear con detenimiento sus unidades administrativas durante la época colonial.
Los trabajos de académicos peruanos de prestigio del siglo XIX y XX, tales como Arturo García Salaiar, Víctor M. Maúrtua, Pedro Paz Soldán y Unanue, Francisco Tudela y Varela y Alberto Ulloa Sotomayor, reflejan ampliamente el enfoque tradicional en las relaciones interamericanas y en los temas territoriales. Particularmente, los estudios recientes han exagerado a menudo la importancia de los factores externos -es decir, actores y fuerzas que se encuentran más allá de los límites territoriales del Perú que han influido en el proceso de- la política exterior- y han subestimado el impacto de los determinantes internos, actores o fuerzas similares dentro de la propia nación. La economía internacional y el desarrollo económico nacional han representado a menudo el nexo más directo entre la política exterior y la política interna del Perú.
Los conflictos internos han perturbado con frecuencia a la política exterior. Adicionalmente, otros factores tales como el tamaño geográfico y la localización del Perú, la naturaleza primario-exportadora de su economía y las relaciones socioeconómicas y políticas que se desarrollaron con potencias regionales y extra regionales han influido también con fuerza en su política exterior.
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El Perú y Bolivia fueron las últimas colonias sudamericanas del imperio español en independizarse. Prisioneros de su propia sociedad. Los peruanos políticamente activos fueron renuentes en cuanto a la búsqueda de respuestas a sus demandas y prefirieron la reforma en vez de una ruptura violenta con España. Esta respuesta dual -una combinación de quejas insistentes contra la tiranía española y de muestras de fidelidad frente a la crisis extrema.
El legado político, social y económico del período colonial tuvo un impacto perjudicial en los primeros intentos de desarrollo, articulación y búsqueda de una política exterior coherente. El movimiento independentista carecía de una clara ideología porque su liderazgo estuvo dividido entre los campos liberal y conservador. Amplias diferencias separaron a ambas ideologías en competencia. que tenían como preocupación central la forma más apropiada de gobierno para un Perú independiente. Una integración nacional limitada, así como niveles bajos de consenso sociopolítico, combinados con un nacionalismo emergente, retardaron aún más el desarrollo de una visión externa de consenso.
Tal como San Martín reparó anticipadamente, el movimiento independentista peruano carecía de una clara ideología. Durante los primeros cincuenta años de vida nacional los peruanos estuvieron, en general, divididos en dos campos ideológicos, liberal y conservador. Los liberales, más precisamente calificables como liberales románticos, expresaron su confianza en la habilidad del pueblo de gobernarse a sí mismo y rechazaron cualquier noción vinculada con derechos reales divinos. Con esperanza en el futuro, los liberales creyeron con firmeza en el valor de la educación y defendieron los derechos ciudadanos; favorecieron, asimismo, la autonomía local, el gobierno civil, la supremacía legislativa y el gobierno central limitado. Los liberales peruanos miraban hacia los Estados Unidos como modelo de gobierno republicano. Los conservadores, por otro lado, fueron esencialmente autoritarios y reaccionarios. Con poca confianza en el presente y temiendo al futuro, buscaban mejores días en el pasado. Rechazaban la idea de la soberanía popular, se oponían a una extensión del sufragio y preferían la supremacía del ejecutivo así como a un gobierno central fuerte. A pesar que otros temas relacionados tales como la preeminencia de la Iglesia o el Estado y el impacto de las herencias precoloniales y coloniales fueran también importantes, la forma de gobierno más apropiada siguió siendo el tema central del debate consecuente. Se trató, asimismo, del tema ideológico de mayor importancia para la política exterior peruana porque abarcaba, en primer lugar, a la dicotomía monarquía-república y, en consecuencia, a la de centralismo-federal ismo.
Durante la lucha por la independencia, el gobierno peruano se aunó a otros Estados latinoamericanos al aceptar la doctrina del uti possidetis como el método principal para establecer las fronteras de los Estados recién independizados. Este principio fue generalmente entendido de tal modo que cada nuevo Estado tenía derecho al territorio que estaba bajo la jurisdicción del área administrativa colonial de la cual formaba parte. Sin embargo, la validez de la doctrina del «utis possidetis era cuestionable de acuerdo al derecho internacional del siglo diecinueve y su aplicación práctica resultó ser extremadamente difícil.
En el campo externo, la política económica inicial peruana se centró en Gran Bretaña y los Estados Unidos; los temas centrales fueron la inversión y el comercio.
En el ambiente reinante, la formulación de la política exterior se sustentó predominantemente en influencias domésticas y regionales más que en preocupaciones Extra continentales.
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Las dos décadas entre la partida de Bolívar, en 1826, y la elección de Castilla, en 1845, fueron una época de enorme disensión interna que a menudo bordeaba con la anarquía. En general, los caudillos dominaban la política peruana y, especialmente, el poder ejecutivo. Este período también marcó la creciente integración del Perú en la red de comercio mundial y el inicio de la era del guano, una época de prosperidad de poca duración, con algunas consecuencias a largo plazo para la economía peruana.
Después de la independencia, las relaciones diplomáticas del Perú, tanto con los Estados Unidos como con Gran Bretaña se centraron en las deudas de guerra, reclamaciones, inversiones, comercio y transporte. La rivalidad comercial entre Estados Unidos y Gran Bretaña existía pero, en cuanto a mercancías, había poca competencia directa. Los Estados Unidos exportaban básicamente productos agrícolas; Gran Bretaña exportaba principalmente bienes acabados. En la primera mitad del siglo XIX los tres países con los que el Perú mantuvo un mayor intercambio comercial eran Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia, en ese orden. Más de la mitad del comercio exterior peruano se realizaba con Gran Bretaña. Durante la guerra de independencia, los Estados Unidos desarrollaron un comercio sustancial con el Perú, pero después de la guerra los niveles del comercio cayeron rápida y drásticamente. No fue sino hasta finales de la década de los años 40 que la política del libre comercio fue implantada y aceptada.
Después de la independencia, el Perú se había convertido en el mayor destinatario de las exportaciones chilenas. Sucesivos gobiernos chilenos trataron de regularizar el comercio con el Perú mediante la eliminación de obstáculos como los aranceles altos, acciones arbitrarias de funcionarios peruanos, cuando Bolivia invadió al Perú y parecía a, punto de exigir la entrega del puerto de Arica como trofeo de guerra, Chile instruyó a su encargado de negocios aquí. en Lima que gestionara el retiro boliviano y un tratado de paz que garantizara el status quo ante bellun con respecto al territorio. Después de prolongadas negociaciones, ambas partes aceptaron la mediación chilena y se firmó un tratado de paz en Acora, el 7 de junio de 1842. El pacto declaraba la amistad inalterable de los beligerantes y establecía el retiro de las fuerzas bolivianas en el Perú.
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La elección de Ramón Castilla a la presidencia del Perú, en abril de 1845, marcó un hito en el desarrollo de la política exterior peruana. Antes de Castilla, el Perú era una nación débil y dividida con ambiciones limitadas y vagas. Su política exterior oscilaba entre ineficiente y no existente por no tener los fundamentos necesarios para una política exterior efectiva. Bajo Castilla, el Perú adquirió por primera vez un grado de paz interna, una organización estatal eficiente y centralizada, un financiamiento público adecuado y confiable y un sentido emergente de unidad nacional necesarios para la articulación y ejecución de la política exterior. Al mismo tiempo, Castilla canalizó gran parte de la recién descubierta riqueza del guano hacia la creación de una maquinaria de política exterior y el profesionalismo necesarios para conseguir sus metas internacionales, condiciones sin las cuales la política exterior no hubiera tenido valor.
Las ganancias por las ventas de guano fueron de vital importancia para la política exterior peruana en ese período. Los ingresos provenientes del guano permitieron a Castilla mantener el orden público. Le dio los medios para iniciar el desarrollo de un ejército profesional como un brazo disciplinado del Estado. También incrementó su apoyo civil con la creación de cientos de nuevos puestos de trabajo a través de la realización de obras públicas y la expansión de la burocracia estatal.
La conferencia internacional propuesta en noviembre de 1846 por el gobierno de Castilla se instaló en Lima el 11
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