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Enviado por   •  17 de Agosto de 2011  •  2.790 Palabras (12 Páginas)  •  688 Visitas

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Introducción

Relacionar a la educación con el laicismo y con la vida cotidiana nos da ocasión de aquilatar uno de los principios fundamentales que garantizan nuestras libertades. La laicidad ha tenido una enorme importancia en la historia de México. En nuestro tiempo, es un principio con implicaciones de gran relevancia y en consecuencia, conviene discutirlo para tener ideas claras que nos ayuden a apreciarlo

Es saludable que en el medio académico se dé la debida atención al tema de la vigencia de este principio de la educación nacional. La valoración de lo rico y complejo de sus planteamientos jurídicos y filosóficos, y de sus consecuencias para la vida cotidiana y para el futuro de la nación, se beneficia del tratamiento riguroso y ecuánime que pueda imprimirle el debate académico.

Fundamento Legal

Art. 5 - La educación que el Estado imparta será laica y, por lo tanto, se mantendrá por completo ajena a cualquier doctrina religiosa.

Nuestra constitución establece que la educación que imparta el estado debe ser laica, y la define como aquella que se mantiene "por completo ajena a cualquier doctrina religiosa". El laicismo en el ámbito educativo es la expresión del principio histórico de separación del Estado y las iglesias, así como de un conjunto de normas que, por un lado, impiden al Estado establecer preferencias o privilegios a favor o en contra de religión alguna y, por otro, de la garantía de la libertad de creencias, de la cual se derivan derechos específicos para todo individuo, a saber: tener o adoptar la creencia religiosa de su preferencia, o bien no profesar creencia religiosa alguna y no ser objeto de discriminación, coacción u hostilidad por causa de tales creencias religiosas, ni ser obligado a declarar sobre ellas.

El laicismo en la educación responde a las necesidades de un pueblo como el nuestro, que ha aspirado a asegurar la libertad de conciencia, a afianzar, mediante la educación, una forma de gobierno y un sistema de vida democráticos en los que se exprese el pluralismo social y político del país; y a respetar plenamente las garantías individuales y los derechos humanos de toda persona.

La educación laica es una condición del desarrollo libre de los individuos, pues asegura la libertad de conciencia de todas las personas, tanto la de quienes adoptan alguna religión como la de quienes no lo hacen. Ante el Estado y ante la ley estas personas son iguales.

Además, el laicismo en la educación, ha hecho posible la superación de conflictos sociales que en otras épocas dividieron profundamente a los mexicanos y ha puesto a salvo de dichos conflictos a las comunidades escolares al respetar la libertad de creencias de los niños y de sus padres.

Por otra parte, hemos comprendido la necesidad de reconocer la diversidad y de respetar los derechos de las minorías. El laicismo en la educación hace suyos estos dos principios democráticos y con ellos garantiza el principio de igualdad jurídica de todos ante la ley.

Asimismo, el Estado laico garantiza la libertad de conciencia, por ello no adopta ni se opone a los credos de las diversas religiones.

Veamos cada una de estas condiciones del laicismo, imaginando las consecuencias de su incumplimiento en el ámbito educativo.

Si el Estado adoptara en la educación pública las creencias que emanan de algún credo religioso, violaría la libertad de creencias de aquellos que no comulgan con ese credo, y con ello, uno de los derechos humanos del pueblo mexicano, pues al adoptar una religión se negaría la libertad de unos y la igualdad de todos.

Pero en nuestra concepción de laicismo, tampoco tiene lugar la oposición a las convicciones religiosas, y las posturas ateas y agnósticas también son respetadas. En la escuela no se demuestran las creencias religiosas de los educandos, ni se busca sustituirlas por otras: la educación laica no es antirreligiosa. En la escuela se enseña que la adhesión a un credo religioso es un derecho de las personas y que por lo tanto debe ser respetada.

Introducir en la escuela pública distinciones que tengan como base los credos religiosos de los alumnos, abriría la puerta a privilegios, conflictos, exclusiones y discriminación que, precisamente, la educación está llamada a combatir. La escuela pública laica está abierta a todos sin distingo alguno.

La educación es indispensable en la democracia y para la democracia, puesto que todos los ciudadanos requieren estar capacitados para comprender los principios y normas que los rigen y para participar en su conformación. Por ello, la educación básica en México tiene carácter universal y obligatorio. Su obligatoriedad compromete al Estado a impartirla mediante planes y programas en los cuales se omitan los credos religiosos.

La educación laica no cuestiona los fundamentos de las religiones, pero tampoco se basa en ellos, sino en los resultados del progreso de la ciencia, cuyas conclusiones no pueden ser presentadas sino como teorías que se cotejan con los hechos y los fenómenos que las confirman o refutan. Prescinde, así, de pretensiones dogmáticas y se ubica en la libertad.

Conviene recordar que la escuela y las iglesias tiene fines diferentes y responden a necesidades humana distintas. Aunque ambas instituciones tienen un papel legítimo en la sociedad, sus métodos de trabajo son diferentes: las escuelas forman ciudadanos y las iglesias, devotos.

Impartir educación laica en un contexto cultural en el cual las creencias religiosas tienen un lugar relevante, nos lleva a considerar la manera como éstas son recibidas y tratadas en la escuela.

Consideramos, por ejemplo, que cada niño llega a la escuela con principios y valores aprendidos fuera de ella, en el medio social al que pertenece. Dichos principios y valores condicionan muchos aspectos de su conducta, y algunos, incluso, tienen un origen religioso.

A la escuela corresponde partir de un pleno respeto a las convicciones del educando. En ella se aprenderán los principios que la sociedad considera valiosos, los cuales coincidirán en mayor o menor medida con lo que su familia y el medio social más amplio le han transmitido. Pero la escuela tiene la obligación de brindarle también las herramientas conceptuales y de juicio que progresivamente lo ayuden a examinar por su propia cuenta el conjunto de los principios que guían su conducta, para sostenerlos o modificarlos, según los criterios que libremente vaya formando en su proceso de maduración, de modo que pueda hacer compatible sus convicciones, con los imperativos de la convivencia y se encuentre

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