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Resumen Alejo Carpienter


Enviado por   •  20 de Septiembre de 2012  •  1.421 Palabras (6 Páginas)  •  456 Visitas

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CAPITULO I

Un viejo estaba curioseando de un lugar a otro, mientras decía un montón de frases incomprensibles, al mismo tiempo caían las tejas y piedras de mampostería que desprendían cales y yesos de una casa antigua, también había una estatua rematada de una diosa romana la cual daba la impresión de inquietarse por todo lo que ocurría en el lugar, el viejo termino por sentarse con el bastón cerca a la estatua.

Cuando dieron las cinco, no quedaba nada de la corteza de la casa y la estatua ahora parecía apretar los labios mientras se acercaba el crepúsculo.

CAPITULO II

Entonces el viejo movió su bastón hacia donde se encontraban las baldosas de la casa y vio como las piezas, vadosas, hojas de nogal, las tejas volvían a las condiciones normales y la estatua de la Ceres parecía menos antigua, la casa volvió a sus proporciones habituales. El viejo introdujo una llave en la cerradura principal y comenzó a abrir ventanas, cuando encendió las lámparas, la luz corrió por las pinturas de la familia

Un noble, Don Marcial, el Marqués de Capellanías, estaba tendido en su lecho de muerte con el pecho, alrededor de él había cuatro velas de cera que ya llevaban tiempo derritiéndose.

CAPITULO III

Las velas de cera crecieron lentamente y perdieron las barbas de esperma hasta recuperar su tamaño, entonces una monja las apago, las mechas de las velas quedaron como si no se hubiera encendido. Don Marcial contrajo las manos y de repente abrió los ojos.

El médico movió la cabeza con desconsuelo profesional, el enfermo se sentía mejor, despertó bajo la mirada del Padre Anastasio, con quien tuvo una confesión reservada y llena de secretos. Aligerado de su dolor se levanto sorprendentemente. La mujer desnuda busco su ropa fina, y busco abajo en el coche un sobre con monedas de oro.

A Don Marcial lo esperaban abogados en el despacho para disponer la venta pública de la casa, su firma lo traiciono. Era el amanecer.

CAPITULO IV

Pasaron meses de luto, la idea de traer una mujer a la casa era razonable pero después fueron mayores los escrúpulos que desencadenaron en el flagelo. Fue entonces cuando la Marquesa volvió de su paseo a las orillas del Almendares.

Al crepúsculo, una tinaja llena de agua se rompió en el baño de la Marquesa. Luego la vieja con imperfección de cimarrona y misteriosa, murmuraba “¡Desconfía de los ríos, niña ; desconfía de lo verde que corre!”

Reaparecieron parientes, vinieron amigos. Marcial solía pasarse tardes enteras abrazando a la Marquesa se hacia más joven. Un día un olor a pintura fresca lleno la casa.

CAPITULO V

Los rubores eran sinceros. Al fin la Marquesa sopló las lámparas. Sólo el hablo en la obscuridad. La sombra de las flores de Pascua, advirtieron que se conocían apenas. Después de un amanecer, aliviados de desconciertos regresaron a la ciudad. La Marquesa troco su vestido por un traje de novia, los esposos recobraron su libertad, cada cual tomo la calle de su morada. Marcial siguió visitando a María de la Mercedes hasta el día que desgravaron los anillos. En la casa la Ceres fue sustituida por una venus italiana.

CAPITULO VI

Una noche después de mucho beber y marearse con tufos de tabaco frio, marcial tuvo la sensación de que los relojes retrocedían. Hubo una gran fiesta, en el salón de música cuando alcanzo la minoría de edad. Marcial que estaba coqueteando atrevidamente a la de Campoflorido, se sumo al alboroto, buscando en el teclado, la melodía del Trípili-Trápala. Y subieron todos al desván donde descansaban numerosos vestidos. Disfrazados regresaron los jóvenes al salón de música, Marcial pego tres bastonazos al piso y se dio comienzo la danza de la valse. Luego se jugo al escondite. Marcial, se oculto con la de Campflorido y le estampo un beso en la nuca, recibiendo como respuesta un pañuelo perfumado.

CAPITULO VII

Las visitas de Don Abundio, notario de la familia se hacían mas frecuentes, hasta que quedo una pensión razonable Marcial quiso ingresar en el Real Seminario de San Carlos. Después de mediocres exámenes, frecuento los claustros, su mente se hizo alegre y ligera, admitiendo tan solo un concepto un instintivo de las cosas.

Varias veces había visitado a

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