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Rol De Los Adolescentes


Enviado por   •  8 de Octubre de 2011  •  2.163 Palabras (9 Páginas)  •  1.498 Visitas

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Boletín de Orientación Familiar Nº 8

“EDUCACIÓN SECUNDARIA OBLIGATORIA”

En el interior de un chico o una chica de trece a dieciocho años late un desarrollo casi imposible de medir. Es como una primavera de la vida que fluye con una riqueza extraordinaria.

La transformación del espíritu adolescente conlleva abundantes dudas, tempestades y afanes apasionados.

Para los padres, ayudar a sus hijos en la formación del carácter y la personalidad para los que estas edades constituyen una etapa clave ha de resultar un deber ineludible y al tiempo una satisfacción inmensa.

DEL ENFRENTAMIENTO AL DIÁLOGO

El adolescente está atrapado entre dos deseos contradictorios que aún no es capaz de asumir plenamente: ser diferente y autónomo de sus padres y, sin embargo, sentirse comprendido por ellos. Esto explica que los adolescentes digan con frecuencia que sus padres no les comprenden.

Una forma de diferenciarse de sus padres es el rechazo o el enfrentamiento. Es una posible vía para un adolescente, pero una vía muy perjudicial para él. Sólo a través del diálogo entre padres y adolescentes podrá resolverse la paradoja. Este diálogo no puede ponerse en marcha de repente cuando vuestro hijo/a alcanza la adolescencia; el tipo de relaciones que hayáis mantenido hasta entonces con él será determinante para su construcción. También pesarán las demás relaciones que él haya tenido durante su infancia, así como vuestras propias relaciones con vuestros padres. La calidad de este diálogo será lo que permita instaurar una distancia necesaria entre vosotros y vuestro hijo adolescente, evitando un enfrentamiento abierto. Sin embargo, todo adolescente necesita de ciertos límites, de cierta autoridad. De lo contrario, esta libertad puede convertirse en libertinaje.

El adolescente entregado a su propia suerte se siente abandonado, incluso

desmoralizado. No se trata de que vosotros os convirtáis de nuevo en adolescentes para poder entenderos mutuamente, ni que caigáis en la complicidad con él/ella. En este último caso, le estaríais impidiendo que se diferenciara, y podría adoptar comportamientos negativos para él mismo.

Dado que ni la permisividad ni la rigidez resultan buenas para educar a un adolescente, el diálogo debe permitir otro modo de relación que satisfaga tanto al joven como a sus padres. Se puede poner en práctica, en forma de

compromiso, en forma de contrato. Éste permitirá determinar ciertas reglas. Los adolescentes siguen necesitando referentes. Dialogando con vuestro hijo

tendréis ocasión de discutir ese contrato.

Vivir juntos supone ponerse de acuerdo tanto sobre los deberes como sobre los

derechos. Asumir este consenso va a permitirle a vuestro hijo alcanzar

progresivamente su autonomía.

Ejercer la autoridad durante la adolescencia adquiere, pues, la forma de un

contrato que cada parte debe intentar respetar. Es importante que como padres estéis de acuerdo con el modelo educativo que vais a poner en práctica. Es nefasto hacer ver a un adolescente que la ley cambia dependiendo de a quién se se esté dirigiendo: a su padre o a su madre. Criticar la personalidad o las decisiones del cónyuge es algo que también debe evitarse. Sin embargo, es muy enriquecedor para un adolescente que sus padres tengan roles distintos.

EL ROL DE LA MADRE

El apego a la madre es el primer lazo de un niño con el mundo. Por ello, la madre asume un papel afectivo particularmente fuerte con sus hijos. No es que el padre esté excluido o sea incapaz de ello, pero en la medida en que este lazo tiene su origen antes del nacimiento, este rol se juega con una intensidad particular. El apoyo afectivo de la madre se fundamenta a partir de este lazo físico y al mismo tiempo que él. El padre también puede aportar ese apoyo afectivo a su hijo adolescente, pero lo hará de una forma diferente, complementaria. La riqueza de esas acciones solidarias de los padres responde a las necesidades fundamentales del adolescente. Esa afectividad y esa proximidad compartida desde el nacimiento deben perdurar durante la adolescencia.

Es imprescindible que mantengáis una relación basada en la ternura y la cercanía; si vuestra hija o vuestro hijo rechaza ahora vuestras caricias, buscad otro medio de expresarle vuestro amor y vuestra atención. Puede que él o ella

“refunfuñe”, pero espera todo vuestro apoyo. Apoyad los pasos de vuestro hijo en su búsqueda de autonomía.

EL ROL DEL PADRE

El adolescente carece aún de confianza en sí mismo. Para ayudarle, puede ser

importante que le demostréis que sois sensibles a su angustia. El diálogo tiene entonces como objetivo no sólo recordarle las reglas que el joven debe respetar, sino los sentimientos que tenéis ante sus eventuales dificultades. Si vuestro hijo siente que lo que está viviendo y sintiendo os afecta, la relación que tenéis con él ganará en profundidad y en sinceridad.

Le ayudará mucho constatar que no sois un juez, una muralla, que no sois indiferentes a lo que siente o vive, que os afecta a vosotros también. Demostrarle que sois fuertes y sensibles a la vez le permitirá apoyarse en vuestra personalidad para edificar la suya propia. Eso contribuirá también a que las dificultades, a veces transitorias, de vuestro hijo no se enquisten y a que las tensiones debidas a su proceso evolutivo se relajen.

EL ROL DE LOS AMIGOS

Los amigos son muy importantes para el adolescente. Él forja su personalidad por medio de sus relaciones amistosas. Con ellos se siente bien, se siente comprendido. Sus amigos son un referente indispensable.

Es importante que los padres se sientan implicados en los intereses afectivos de su hijo, pero en lugar de cuestionar sus amistades, es mejor que se preocupen por su comportamiento y sus actos.

Debéis saber en todo momento dónde se encuentra vuestro hijo y respetar la hora de volver a casa. Debe ser un contrato claro e indiscutible, pues se trata de una cuestión de confianza mutua, y en clave de responsabilidad.

DETALLES QUE HACEN MÁS FÁCIL Y GRATA LA OBEDIENCIA

Exígete en los mismos puntos en que aconsejas, mandas o corriges. Hay que ir por delante con el ejemplo.

Manda con afán de servir, sin dar la sensación de que lo haces por comodidad

personal. Así los hijos entenderán que deben hacer lo mismo.

No exhibas demasiado la autoridad. No des lugar al temor o a la prevención.

Procura saber lo que hiere a cada uno, para evitarlo delicadamente si es preciso. Sé

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