Roland Barthes

Roland Barthes

• Connotaciones existenciales del objeto: el objeto adquiere ante nuestra vista la apariencia o la existencia de una cosa que es inhumana y que se obstina en existir. Se produce una especie de huida del objeto hacia lo infinitamente subjetivo y por ello mismo, podemos decir que el objeto desarrolla para el hombre una especie de absurdo, y que tiene en cierta manera el sentido de un no-sentido; así, nos encontramos en un clima en cierta forma semántico.

• Connotaciones tecnológicas del objeto: el objeto se define como lo que es fabricado; se trata de materia finita, sometida a normas de fabricación y calidad; el objeto se define como un objeto de consumo, y ya no se escapa hacia lo infinitamente subjetivo, sino hacia lo infinitamente social.

Comúnmente definimos el objeto como “una cosa que sirve para alguna cosa”. El objeto es, por consiguiente, absorbido en una finalidad de uso o función. Por ello existe una especie de transitividad del objeto: sirve al hombre para actuar sobre el mundo, para modificarlo, para estar en el mundo de una manera activa; el objeto es una especie de mediador entre la acción y el hombre. La paradoja es que estos objetos que tienen siempre una función, una utilidad, un uso, son considerados como instrumentos puros, cuando en realidad suponen otras cosas, son también otras cosas: suponen sentido; en otras palabras, el objeto sirve para alguna cosa, pero sirve también para comunicar informaciones; siempre hay un sentido que desborda el uso del objeto. Por ej. Los platos en que comemos tienen un sentido y, cuando no lo tienen, cuando fingen no tenerlo, terminan teniendo el sentido de no tener ningún sentido. Por consiguiente, no hay ningún objeto que escape al sentido.

Todos los objetos que forman parte de una sociedad tienen un sentido; para encontrar objetos privados de sentido habría que imaginar objetos enteramente improvisados; pero tales objetos no se encuentran. En conclusión, la función de un objeto se convierte siempre en el signo de esa misma función: no existen objetos sin algún tipo de suplemento de función, un ligero énfasis que hace que los objetos por lo menos se signifiquen siempre a sí mismos.

Como todo signo, el objeto se encuentra en la encrucijada de dos coordenadas, de dos definiciones. La primera es la coordenada simbólica: todo objeto tiene una profundidad metafórica, remite a un significado. Por ej. Si se tiene una imagen de publicidad de pastas italianas, es evidente que el tricolor funciona como un signo de italianidad; por lo tanto, la primer coordenada, está constituida por el hecho de que todo objeto es por lo menos el significante de un significado. La segunda coordenada es la de la clasificación, o coordenada taxonómica, una coordenada más extensa.

Una vez establecido que el objeto es siempre un signo, definido por dos coordenadas, podemos hablar sobre el sistema semántico de los objetos. Para

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