Selecccion De Personal
Enviado por natasha123456 • 8 de Septiembre de 2014 • 1.404 Palabras (6 Páginas) • 195 Visitas
Tristeza y dolor, dos compañeros saludables.
En el lenguaje de todos los días solemos equiparar el dolor con el sufrimiento, y la tristeza
con la depresión.
Si buceamos en las etimologías del duelo encontraremos que más allá de la hablada
relación con el dolor existen además otras derivaciones interesantes.
Una es la que relaciona el origen con dwel, que quiere decir batalla, pelea entre dos; y que
sugiere que en el proceso interno de la elaboración de una pérdida, se establece una lucha, un
duelo de hegemonías entre la parte de mí que atada a la realidad acepta la pérdida, y la que quiere
retener, la que no está dispuesta a soltar lo que ya no está.
La otra derivación lingüística se vincula a dolos que quiere decir engaño, estafa, falsedad y
que nos lleva a pensar en el engaño de todos los que nos han ayudado a creer que podríamos
conservar para siempre lo que amábamos, y que todo lo deseado podría ser eterno.
dolor = pena
duelo = guerra como enfrentamiento entre dos partes
dolor = engaño de la eternidad
Vamos a recorrer este camino poniendo el acento en la vinculación del duelo con el dolor
por lo perdido, pero no olvidemos que una guerra sucede en nuestro interior y que el bando de "los
buenos" es el que quiere aceptar que lo ausente ya no está.
No olvidemos que transitamos este camino soportando la frustrada decepción de confirmar
que la infantil creencia de las cosas eternas se ha estrellado contra la realidad de una muerte.
Vamos a hablar por ahora de un duelo normal, dejando el duelo patológico para más
adelante.
Asociamos inevitablemente la palabra duelo con la muerte pero voy a repetir muchas
veces en este libro que el proceso de elaboración de un duelo sucede (o mejor dicho sería bueno
que sucediera) frente a cualquier pérdida, definiendo como vivencia penosa la situación interna
frente a lo que ya no está.
Es decir, un duelo puede generarse también a partir de una acción voluntaria, como decidir
mudarme o dejar a alguien y también desde hechos ineludibles como el paso del tiempo, por
ejemplo.
Frente a la vivencia de la pérdida el proceso de duelo se establece para poder seguir
adelante en nuestro camino, para poder superar la ausencia. Pero en este camino que es el de las
lágrimas se nos presentan también algunos senderos que nos alejan del final. Uno es un supuesto
atajo, otro un desvío que conduce a una vía muerta
Negación
CAMINO DE LAS LÁGRIMAS dolor+
tristeza+
Superación.
Sufrimiento.
Tres maneras de recorrer el camino frente a la pérdida.
Pero no existe más que un camino saludable, el del proceso de elaboración del duelo
normal.
La negación de la pérdida es un intento de autoprotección contra el dolor y contra la
fantasía de sufrir. Si bien es cierto que, como veremos, una etapa normal del recorrido puede
incluir un momento de bloqueo de la realidad desagradable, lo consideramos un desvío cuando la
persona se estanca en esa etapa y sigue negando la pérdida más allá de los primeros días.
La negación es una forma de fuga, un vano intento de huida de lo doloroso. Y digo vano
porque la negación nos lleva al punto de partida. NO resuelve nuestra pérdida, sólo la posterga y
apuesta a que lo podrá hacer eternamente. El negador vive en un mundo de ficción donde lo
perdido todavía no se fue, donde el muerto vive, donde lo que pasó nunca pasó. No es el mundo
mágico donde todo se resolvió felizmente, sino la realidad detenida en el momento en que todo
estaba por comenzar. El universo congelado un instante antes de enterarme de lo que hubiera
preferido no enterarme.
El desvío hacia el sufrimiento en cambio, es la decisión de no seguir avanzando. Es una
especie de pacto con la realidad que conjuga un mayor dolor ante la posibilidad de tener que soltar
lo perdido y mi deseo de no soltarlo nunca. Y entonces nos detenemos y nos apegamos a lo que Jorge Bucay El camino de las lágrimas
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se fue, instalándonos en el lugar del sufrimiento. Sufrir es cronificar el dolor. Es transformar un
momento en un estado, es apegarse al recuerdo de lo que lloro, para no dejar de llorarlo, para no
olvidarlo, para no renunciar a eso, para no soltarlo aunque el precio sea mi sufrimiento, una
misteriosa lealtad con los ausentes.
En este sentido el sufrimiento siempre es enfermo. Es como volverse adicto
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