Situacion De Argentinna
Enviado por albisusana • 26 de Abril de 2013 • 3.597 Palabras (15 Páginas) • 298 Visitas
Frases
“La pobreza de este país es por no haber hecho el ajuste... La Argentina tiene todo para ganar con la competencia y la apertura”. (Michel Camdessus, titular del FMI, julio de 1990)
El mejor presidente de los últimos 50 años es Carlos Menem”. (Michel Camdessus, octubre de 1998, cuando ya había comenzado la caída de Argentina hacia la depresión económica)
“Argentina va por buen camino”. (Horst Kohler, flamante titular del FMI, abril de 2000, cuando era evidente que las recetas aplicadas no sacaban al país de la depresión)
El secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Paul O’Neill, reconoció que su gobierno no tiene en claro cuál debería ser el camino que tendría que seguir la Argentina para retomar el crecimiento económico. Y agregó, al respecto: “creo que durante los últimos 40 o 50 años en el Banco Mundial y en el FMI no se hizo lo correcto”. (enero de 2002, luego de la caída del régimen de convertibilidad)
“Antes de llenar el balde hay que tapar los agujeros”. (Paul O’Neill, marzo de 2002, a propósito de una eventual asistencia financiera externa a Argentina)
La culpa por los problemas que tiene el país “es responsabilidad de los propios argentinos”, porque “muchas veces buscamos la salida fácil y culpamos al resto del mundo por lo que nos sucedía”. (Jorge Remes Lenicov, ministro de Economía de la Argentina de enero a abril de 2002, responsable del diseño y ejecución de las políticas “de salida” del régimen de convertibilidad que permitieron el comienzo de la recuperación económica en 2002)
Paradojas
La historia reciente y el episodio de la crisis de 2001 de mi país sugiere múltiples paradojas. Elijo cinco para iniciar una breve reflexión acerca de la muy compleja trama implicada.
La primera es la que surge del contraste entre la imagen de violencia extrema y descontrolada que han transmitido al mundo los medios masivos de comunicación y la sustancial “autocontención” que muestran las mayorías argentinas ante al derrumbe (y sus efectos sociales extremadamente asimétricos, por cierto). Esta moderación tiene su explicación en la historia nacional –la generalizada conciencia popular acerca de las ventajas que la derecha ha obtenido, casi siempre, en las confrontaciones violentas– y también, sin duda, límites sociales y políticos (de no lograrse un pronto alivio en la situación económica). Esta paradoja ha sido advertida por muy pocos observadores externos. “En varias visitas que realicé a la Argentina –destacó Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía– me sorprendí del largo tiempo que llevaban sufriendo sus habitantes; a mí no me resulta tan sorprendente que los alborotos callejeros hayan destituido al presidente como que esos disturbios hayan tardado tanto en producirse”.
La segunda paradoja resulta del contraste entre las consignas maximalistas de condena en bloque a la “clase política” (“que se vayan todos”, ha sido la dominante en las movilizaciones) y el mayoritario respaldo de los argentinos al sistema democrático. En una reciente encuesta realizada en Buenos Aires y sus alrededores (en febrero de 2002) el 85% de los consultados lo consideró preferible a cualquier otra forma de gobierno. El 74%, sin embargo, se mostró insatisfecho con su modo de funcionamiento. Parece evidente, entonces, la presión existente a favor del surgimiento de nuevos agrupamientos y liderazgos políticos y sociales. La resultante de este proceso de cuestionamiento de las representaciones resultaba en ese momento una de las incógnitas clave del futuro argentino.
La tercera paradoja se vincula con una circunstancia económica crucial pero poco abordada (dentro y fuera del país). Durante más de un cuarto de siglo (1976-2002) los gobiernos argentinos se han empecinado en aumentar el endeudamiento público externo, mientras los activos de los argentinos mantenidos en el exterior alcanzaban un nivel que ha oscilado durante el período entre no menos del 80% y hasta el 120% de la deuda pública nacional acumulada (esta relación habría sido en 2002 de entre 85% y 120%, de acuerdo a fuentes oficiales y externas, respectivamente). Se estimaba que cerca del 90% de esos activos se sustraían al control fiscal. Vale decir, resultaban producto de la evasión tributaria, la fuga de capitales u otras actividades ilícitas (la fuga de capitales, en sí misma, no lo ha sido hasta el establecimiento del control de capitales, luego del estallido de la crisis). ¿Se referiría a esta circunstancia el secretario del Tesoro O’Neill, cuando mencionaba la necesidad de “tapar los agujeros” en la Argentina antes de “llenar el balde”?
La cuarta remite al discurso de los organismos multilaterales y los países rectores (Estados Unidos y la Unión Europea) que, sin solución de continuidad, pasaron del lema del “mejor alumno” que dominó toda la década del 90 al sonsonete del “sufrimiento necesario” o el “inevitable dolor” (a través del cual los argentinos llegaríamos a ser redimidos). Caído el mito de “la Argentina rumbo al primer mundo”, la performance de los 90 pareció redefinida como una larga fiesta local cuya demorada cuenta las mayorías argentinas se negaban a pagar. Esta flagrante inconsistencia intertemporal del discurso tiene a mi juicio múltiples raíces. Entre ellas: a) la elusión de la propia responsabilidad por parte de los actores centrales (los del “primer mundo”); b) la crisis universal de las ideas económicas; c) la hegemonía de los intereses financieros en el proceso de globalización (fueron los más beneficiados por las altísimas tasas de interés con seguro de cambio gratuito que ofreció Argentina durante casi 11 años); d) el particular esfuerzo para disimular la absoluta desnudez (conceptual y operativa) del “tríptico” multilateral (FMI/BM/BID); e) las tendencias resultantes del “unilateralismo” y el discurso único (el del “antiterrorismo”) del gobierno republicano de los Estados Unidos, que han implicado graves retrocesos en el necesario proceso de reconocimiento (y subsiguiente reparación) de las asimetrías y daños que la globalización supone para los más débiles; y f) la voluntad de castigar a Argentina en tanto “responsable” del default más importante de las últimas décadas (para que no cundiera el mal ejemplo).
Puede sumarse, por último, una quinta paradoja. La que resulta del contraste entre la historia previa de la nación argentina (y su personalidad), y las serias amenazas que enfrentaba la continuidad de su Estado-nación. La nación argentina supo construir un país relevante (diversificado y pujante, con una población instruida y laboriosa, y bastante equitativo) y una personalidad universalmente reconocida (principalmente a través de su cultura, música, literatura, cine y deportes
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