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Sobre El Periquillo Sarmiento


Enviado por   •  13 de Julio de 2013  •  9.042 Palabras (37 Páginas)  •  328 Visitas

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Publicado en: Textos sin fronteras. Literatura y sociedad, II, ed. Hala Awaad y Mariela

Insúa, Pamplona, Universidad de Navarra (Ediciones digitales del GRISO),

2010, pp. 83-102.

EL MODELO DEL MAESTRO EN EL PERIQUILLO

SARNIENTO DE FERNÁNDEZ DE LIZARDI

Mariela Insúa

GRISO-Universidad de Navarra

La obra de José Joaquín Fernández de Lizardi (Ciudad de Méxi-

co, 1776-1827) posee una función que unifica todas sus produccio-

nes ya sean periodísticas o literarias: la de promover la educación del

pueblo. Para el Pensador Mexicano, la formación de las clases bajas

era el único medio efectivo de evitar la decadencia moral y los abu-

sos de poder. Asimismo, a través de una enseñanza esmerada se con-

seguiría formar a modélicos ciudadanos para el Estado naciente. En

efecto, el proyecto de una nación libre sería inconcebible sin hom-

bres y mujeres educados. Pero Lizardi no se queda exclusivamente

en la teoría y aporta ideas prácticas para mejorar el sistema educativo

novohispano. En este sentido, sus preocupaciones enfatizan dos as-

pectos básicos del proceso formativo de los niños: la necesidad de

instruir mejor a los maestros y la consideración del importante rol de

los padres en la educación de los hijos.

Con relación a este último punto, Fernández de Lizardi se aleja

de las propuestas del modelo educativo rousseauniano que otorgaba

mayor importancia al papel del ayo que al de los padres. Por ello,

como indica Yáñez, los personajes de las novelas lizardianas se for-

man (o se deforman) en relación con el contexto familiar y social.

No estamos ante seres «hipotéticos» como el Emilio o la Sofía de

Rousseau, que son separados de su núcleo por un maestro ideal para

educarlos alejados de cualquier estímulo que pueda perturbarlos. Por

el contrario, la obra del mexicano nos muestra a personajes construi-

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dos con pautas realistas, a los que su entorno influye para bien o para

mal1. Con esto, el Pensador intenta demostrar cómo el medio parti-

cipa de modo muy activo en la formación del carácter de los indivi-

duos y cómo es necesario instruir a las distintas instancias sociales —

empezando por la familia— para conseguir que México se poblara de

hombres y mujeres de bien. En sus obras abundan los personajes que

caen en desgracia a causa de una educación nefasta. Así, por ejemplo,

en el Unipersonal del arcabuceado (1822), el protagonista —que está

apunto de cumplir condena por haber cometido dos homicidios—

culpa directamente a sus padres de su triste suerte: en la niñez sem-

braron las semillas de su desgracia, por no haberle enseñado entonces

a dominar sus impulsos y a dirigir sus acciones hacia el bien:

Sí, moriré…, ¡ay de mí!

moriré…, ¡oh, idea ingrata!,

porque mis crueles padres

así en mi corta edad lo decretaran.

Ellos, ¡los infelices!,

son los que ahora me matan,

por no haber arreglado

mis pasiones allá desde la infancia2.

Las propuestas educativas y pedagógicas lizardianas se difundieron

fundamentalmente a través de sus escritos periodísticos. A este res-

pecto destaca el conjunto de artículos publicados en El Pensador

Mexicano de marzo a abril de 1814 con el título de «Proyecto fácil y

utilísimo a nuestra sociedad»3, en los que el autor expone las bases de

una reforma general de la sociedad mediante la educación. El pro-

yecto lizardiano propone comenzar con la consolidación de una

educación básica de la plebe que erradique los males acarreados por

una formación deficiente, que hasta ese momento había estado a

cargo de la administración colonial y del clero. Para ello insta a que

se aumente el número de escuelas de primeras letras, que se promue-

va la enseñanza popular gratuita, pero sobre todo que se prepare a los

maestros, porque abundan los necios en el gremio:

1 Yáñez, 1992, p. XXXVII.

2 Fernández de Lizardi, Unipersonal del arcabuceado, en Obras II, p. 267, vv. 14-21.

3 Fernández de Lizardi, «Proyecto fácil y utilísimo a nuestra sociedad», El Pensa-

dor Mexicano, tomo III, núms. 7-9, en Obras III, pp. 419-437.

MARIELA INSÚA

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Las escuelas que hay, si he de decir la verdad, se dividen en dos clases:

unas regentadas por maestros instruidos y a propósito, y otras dirigidas

por unos pobres ignorantes, a cuyo destino los condujo su miseria y la

consideración de que para nada son útiles porque nada saben y, por des-

gracia, lo menos que saben son las obligaciones de los ayos de la juven-

tud4.

Esta serie de artículos también contempla varias observaciones

acerca de la enseñanza doméstica, relacionadas con los distintos as-

pectos que han de tener en cuenta los padres a la hora de educar a

sus hijos, como por ejemplo: criar a los niños en contacto con la

naturaleza, no llevarlos demasiado pequeños a la escuela, enseñarles

tempranamente a respetar límites, no propiciar el excesivo regalo,

etc.

Todos estos aspectos abordados en artículos periodísticos estuvie-

ron también presentes en la producción novelística lizardiana, espe-

cialmente en El Periquillo Sarniento (1816), La Quijotita y su prima

(1818-1819) y Don Catrín de la Fachenda (1832), obras que, como

bien plantea Yáñez, podrían haber llevado el rousseauniano subtítulo

de o la educación5. En las novelas del Pensador lo didáctico prima por

sobre lo artístico y todos los recursos se ponen al servicio de la clari-

dad expositiva y la ejemplificación. Por ello es posible considerar,

sobre todo al Periquillo y a la Quijotita, como novelas de función pe-

dagógica que ofrecen una trama ficcional en la que se insertan largas

digresiones morales y pedagógicas y se recogen extensas citas de tra-

tados de educación con el fin de que los lectores (padres y maestros)

pudieran instruirse

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