Socioeconomia
Enviado por huneger815 • 2 de Julio de 2012 • 2.646 Palabras (11 Páginas) • 478 Visitas
Formación socioeconómica de nuestra América:
* El uso que restringe la denominación a los países de habla española y portuguesa, excluyendo a las regiones de habla francesa, hace al término sinónimo de Iberoamérica, propugnado más bien por España, pero de uso restringido en los propios países latinoamericanos a los casos en que se refieren a su relación con la Península.
* La definición según la cual a los países de habla española y portuguesa se le añaden los territorios de lengua francesa de América, particularmente los caribeños (es decir, Haití, la Guayana francesa, Clipperton, Martinica, Guadalupe, y las demás dependencias francesas del Caribe), refiriéndose, por tanto, a 21 países y 7 dependencias donde tiene oficialidad una lengua latina.
* El sentido correcto del término América Latina, aunque usado minoritariamente, designa a todo país y territorio de América donde alguna de las lenguas romances sea lengua oficial. De acuerdo con esta definición, «Latinoamérica» incluye no solo a los países de habla española y portuguesa, sino también a los países (como Haití) y territorios del continente donde se hable francés (como las provincias canadienses de Quebec, Nueva Escocia y Nuevo Brunswick; el estado estadounidense de Luisiana; la colectividad de ultramar francesa de San Pedro y Miquelón, la Guayana Francesa, Martinica, Guadalupe, y todas las demás dependencias francesas en América). Por último, en algunos estados de EE.UU. el español es oficial (como en Nuevo México) o de uso dominante (como en Florida, Texas, Arizona, California, etc.), perdiendo utilidad práctica.
La designación no se aplica en ninguno de los casos a los países de lengua no latina de América del Sur (como Surinam y Guyana), el Caribe (decenas de islas de habla inglesa y holandesa), o América central (como Belice, que tiene al inglés como idioma oficial).
En la jerga internacional geopolítica, es común usar el término compuesto América Latina y el Caribe para designar todos los territorios del Hemisferio Occidental que se extienden al sur de los Estados Unidos, incluyendo los países de habla no latina.
Los países que integran Latinoamérica comparten algunas similitudes culturales, por haber sido territorios coloniales de España, Portugal y Francia. Entre ellos se observan también grandes variaciones lingüísticas, étnicas, sociales, políticas, económicas y climáticas, por lo que no se puede hablar de un bloque uniforme.
América Latina se ubica en la “clase media” de las naciones en desarrollo, sus indicadores sociales y económicos son mejores que los de otras regiones, y peores que los de los países francamente emergentes (Cuadro 1.1 y Gráfico 1). Sin embargo esos indicadores muestran una enorme heterogeneidad entre países y al interior de éstos. Se puede hacer algunas afirmaciones generales en esa dirección: se trata de un continente donde en un grupo importante
de países la industrialización tiene más de cincuenta años de historia, sin embargo, no ha sido a través de un proceso continuado y permanente, sino que ha habido importantes crisis, y su distribución geográfica es sumamente desigual, pese a que no se puede hablar sólo de enclaves aislados. como en otros continentes. Sí, en cambio, se puede afirmar que en los países
más grandes como Brasil y México, coexisten empresas de punta tecnológica, tanto manufactureras como de servicios, con emprendimientos de baja tecnología y productividad, individualmente pequeños pero extendidos en la geografía del país. En los países medianos como Argentina y Chile, un antiguo desarrollo industrial no garantiza la modernidad del sector industrial.
. En relación al tema que nos ocupa: la emergencia de un nuevo orden estatal en Latinoamérica, me referiré a tres cuestiones principales. La primera tiene que ver con los modos de participación de la sociedad en las estructuras y en el ejercicio del poder, es decir, con la democracia. La segunda, con la capacidad de esa sociedad para formular e implementar políticas atendiendo a sus propios intereses, lo que atañe a la autonomía y, por ende, la dependencia. La tercera cuestión, en fin, se plantea en la perspectiva del futuro de América Latina, en el contexto de las transformaciones por las que pasa el mundo en este fin de siglo.
Poder popular y movimientos sociales
Las luchas democráticas contemporáneas en América Latina han estado fuertemente influidas por los cambios que ella ha experimentado en su formación socioeconómica, en especial los que indujeron a la salarización y a la urbanización en gran escala, y por el marco internacional de la guerra fría, que determinó la agudización de las luchas de clases y la polarización de las fuerzas políticas. Manifestaciones importantes de esas luchas han sido el esfuerzo radical por afirmar y ampliar la participación de las masas en el contexto de regímenes burgueses democráticos, que cristalizó en el fenómeno del poder popular, y la resistencia popular a regímenes de corte tecnocrático y militar, que dio origen a los movimientos sociales.
Poco estudiado y casi falto de bibliografía, el fenómeno del poder popular es hoy prácticamente ignorado en nuestros estudios sociológicos y políticos. Surgiendo de forma espectacular en el curso del proceso chileno de la Unidad Popular, representó un intento de masas obreras y populares marginadas para organizarse y, simultáneamente, constituir un poder alternativo al del Estado burgués tradicional, cuya lógica sofocaba el ímpetu transformador de la coalición de izquierda que gobernaba entonces Chile. Su ámbito de actuación fue eminentemente local, pero su trayectoria implicó transitar de la defensa de intereses inmediatos al planteamiento de políticas nacionales. Por ello, sus expresiones fueron múltiples, comenzando por las juntas de abastecimiento y precios, pasando por los llamados "cordones industriales" y llegando a los comandos comunales urbanos y campesinos, que reunían obreros y/o campesinos, profesionales, estudiantes, mujeres.
Fenómeno similar, aunque más coyuntural y localizado, se registró en esos años en países como Argentina, Colombia y México. Sin embargo, sólo los regímenes de orientación socialista, vale decir los de Cuba y la Nicaragua sandinista, se preocuparon de rescatarlo e institucionalizarlo.
En los países donde la represión estatal forzó las masas al repliegue, ellas se refugiaron en sus últimas trincheras: la vivienda, la escuela, el local de trabajo, para desde allí desarrollar la lucha por sus derechos. El nuevo sindicalismo brasileño, peruano, mexicano tiene ese sello de origen, así como los movimientos barriales, ecologistas, generacionales, feministas. A medida que la burguesía se adhirió a las movilizaciones
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