Tatuajes
Enviado por TatianaRozo • 3 de Marzo de 2014 • Síntesis • 2.344 Palabras (10 Páginas) • 206 Visitas
El libro del tatuaje (Nachon-Sasturain)
“Mas de una historia sostiene el tatuaje. Arte y símbolo, construcción del propio cuerpo y palabra sagrada, impulso atávico y conmemoración vital. El tatuaje se vuelve un relato que transcurre en la piel del tatuado.
A veces intento de embellecer el cuerpo y otras de cargarlo de discurso, siempre fue y en este momento es, un gesto unívoco. Incluso en los negros azulados de un tatuaje carcelario estamos presenciando el impulso humano a volver lo cotidiano compromiso mágico. El tatuaje nos compromete no solo con la figura tatuada sino con el tiempo que esa figura evidencia.
Pero también está la gratuidad en la posesión de cierta belleza. El tatuaje es sentido pero en muchos también es placer y diversión. Este es otro de los relatos posibles. El del placer de la propia piel transformada en tatuaje”
Las siguientes reflexiones forman parte de un trabajo exploratorio que sobre aspectos fundamentalmente psicológicos del tatuaje, está siendo realizado por un grupo de profesionales de la Facultad de Psicología de UBA. Es por eso, que aquí me centraré en los ejes que remiten dentro de la temática del tatuaje a la construcción de lo individual, a la subjetividad, sin dejar de tener en cuenta lo universal implícito en el mismo y el profundo entrecruzamiento con otras disciplinas como por ejemplo, la antropología, la historia, la sociología e incluso el arte.
Llamamos tatuaje a toda práctica que implique la penetración de tinta o pigmento bajo la piel. Tatuar es alojar en el cuerpo, urgir la piel, cifrarla, pintar su interior. También es trazar, cavar, explorar. Es dibujo, a veces color bajo la piel siguiendo un dibujo. Es grafía con la que los pigmentos escriben el significante deseado. El tatuaje se vuelve un dibujo indeleble trazado en el cuerpo y siempre tiene un relato detrás. Relato que desde lo consciente, remite al momento en que la persona decidió ser tatuada, pero que histórica e inconscientemente, para la vida del sujeto, va más allá.
En este hoy. Tiempo donde la muerte está presente en la sociedad, como real y también, como sombra de un pasado cercano en el que el caos y la angustia, dejaron en la memoria colectiva marcas dolorosas e imborrables, escuchamos voces y ecos fantasmáticos de voces reclamando memoria. “Para olvidar, es necesario recordar”. “Para poder morir es necesario que la vida esté presente”.
Son estas dualidades, que el contexto pone en primer plano, (memoria- olvido, vida- muerte, presencia-ausencia), tomadas, como dualidades integradas en una sola. Como contrarios, no plenamente diferenciados simbólicamente, los que convoco para hablar de tatuaje. Dualidades, incluidas, inmersas en un tiempo y un espacio de cambio social e individual, como es la post-modernidad, y en consecuencia, tampoco claramente instituidos.
Freud asocia la pulsión de ver con el deseo de saber. Saber sobre la sexualidad. Saber sobre la vida y sobre la muerte.
Es tomando esta integración del ver con el saber la que me lleva a considerar que el tatuaje en nuestra sociedad es un reclamo actuado. Actualización y representación de una vivencia donde está presente el dolor. Constituye una escena delirante, punto de atracción de la mirada y representación restitutiva en el hoy, de lo traumático del ayer. El tatuaje es presente que remite al pasado. Como tal, es producto, defensa y escena que se muestra en el hoy.
También, es huella cuasi simbólica y marca real en la piel.
Constituye a mi entender, una forma de memoria-olvido, que desde una posición activa, convoca a mirar y ser mirado reeditándose a través de ella, la relación inicial entre madre-hijo. Es entonces, un retorno a los fantasmas del ayer y una defensa ante el dolor psíquico que conlleva lo traumático. Cumplirá para el sujeto, la función de un indicio, vuelta parcial de lo reprimido que dice de la existencia de la muerte pero también dice sobre la vida, cuando actúa, como señuelo, como llamado a un otro a quien convoca reclamándole saber-ser, saber ver, saber-vivir y sobre todo saber enseñar a vivir.
En 1895, en el “Proyecto de Psicología”, Freud define a la memoria como la fuerza persistente de una Erlebnis, fuerza que depende de la intensidad de la impresión producida y de la frecuencia de la repetición. Esta memoria, cuando es edificada sobre impresiones, que son susceptibles de elaboración ulterior, no es pensable en función del pasado. Ella, pertenece al pasado y permanece en parte, sino en su totalidad, incognoscible como tal. Indicios solamente, (repeticiones, reminiscencias insólitas e insistentes, reacciones y gestos esteriotipados) nos permiten deducir sus marcas. A esta memoria, nos conducirá, el intento de dar sentido al tatuaje, como acción, escena y producto en sí mismo.
Les hablaré ahora de Marina, joven de 21 años, mamá de una beba de 2 semanas a quien atendí dentro del marco de un programa de menores en conflicto con la ley. Estos son algunos datos de su historia.
Marina es huérfana. No conoció a su padre y su madre murió cuando ella tenía 6 años. Estuvo internada en un Instituto de Menores, por una causa de lesiones a otra menor. Actualmente se encuentra sobreseída. Retomó la escuela secundaria pero debió abandonarla por haber quedado embarazada y tener riesgo de perder el embarazo, Tiene las orejas perforadas con cinco aros argolla y un brillito en la parte derecha de la nariz. Tuvo un piercing en la ceja que se sacó hace un año y otro en el ombligo, que se sacó meses antes de que naciera la beba. Actualmente convive con su abuela y su pareja de 23 años. Ella nos contará:
Tengo tres tatuajes. El de mi mamá que es el de la espalda, el segundo es la Kitty en el hombro derecho, y el tercero la patita, sobre el tobillo izquierdo. En realidad, antes del de mi mamá, me hice otro, era un escracho tumbero. Era una A, la A de Alejandra, después arriba para taparla me hice la Kitty. Alejandra era mi amiga, falleció cuando yo tenía 15 años. El día que falleció yo me agarré un “pedo” tremendo. Murió de sida. Éramos un grupo, yo era la más chica. Fuimos a su casa. Me puse muy mal y me tomé toda. No podía parar de llorar. Cuando me desperté al otro día, me dolía el brazo y tenía la A.
También, y éste fue cronológicamente el primero, me hice un M y M cuando estaba en quinto grado, fue por un gil que me hizo sufrir. Entonces solía hacerme letras en la piel.
Piel, lugar que en el proceso de construcción de la subjetividad, será espacio real de apuntalamiento de la pulsión, pulsión de vida, pulsión de muerte, posibilitando así, el surgimiento del yo-piel, envoltura
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