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Enviado por aerz • 17 de Mayo de 2013 • 1.279 Palabras (6 Páginas) • 427 Visitas
raduandos de la Generación 2006-2011 de la Licenciatura en Derecho
Padres de familia y amigos aquí presentes:
“El fin es lo primero en la intención y lo último en la consecución” reza el viejo adagio filosófico. Y es muy cierto.
Hace cincos años, cada uno de los que ahora se gradúa tenía como finalidad e ilusión el llegar a ser abogados. Hoy se podría pensar que por fin esa meta se ha alcanzado. Lo que realmente hoy han conseguido es terminar los estudios mínimos requeridos para empezar a ejercer la profesión —y aún queda pendiente la última piedra de la titulación—. A partir de hoy comienza el camino para la edificación de su prestigio y su consolidación como profesionales, pero lo que es más importante, a partir de hoy sus responsabilidades de ciudadanos y de personas maduras deben de llevarlos a considerar que de nada vale ser una abogada o abogado brillante si antes no se es una buena persona. Como profesor, considero que es mejor tener en el aula alumnos “buenos”, que alumnos “brillantes”. Éstos podrán ser astutos y exitosos, pero los primeros son generosos y entregados, lo que a la larga contribuye más al bien común de la sociedad y a la felicidad propia. Es mejor entonces ser virtuoso que ser simplemente muy inteligente.
En su itinerario profesional y humano, les animo a no claudicar en su búsqueda por la verdad. Como profesionales del derecho no deben de olvidar que, la verdad, del tipo que sea, es el objeto propio del intelecto. Siguiendo a John Henry Newman, les recuerdo que cultivar el intelecto significa por lo tanto hacerlo apto para aprehender y contemplar la verdad. Pero el intelecto no discierne la verdad de modo intuitivo, o como un todo, sino poco a poco y por acumulación, por un proceso mental dando vueltas en torno a un objeto, comparando, combinando, a través de la combinación mutua y adaptación continua de muchas nociones parciales, y por el uso, concentración y acción conjunta de muchas facultades y operaciones de la mente. (…) Semejante capacidad es el resultado de la formación científica y rigurosa de la mente, es una facultad adquirida de juicio, lucidez, sagacidad, sabiduría, alcance filosófico de la mente, autoposesión intelectual y reposo, cualidades ellas que no derivan de la simple adquisición de conocimientos[1], hace falta también poner en práctica las virtudes.
En sus años de paso por la Universidad Panamericana, ciertamente han adquirido un conocimiento científico-técnico en cuestiones de derecho y procesos legales, lo cual los ha dotado de herramientas para el ejercicio de la profesión. Pero en esta Facultad se ha intentado también dotarles de un conocimiento sobre lo que es el ser humano y otros aspectos de la vida que son importantes para ser personas de provecho, a este conocimiento me gustaría llamarlo conocimiento prudencial.
Conocimiento técnico y prudencial, los dos tipos de conocimiento que existen según Carlos Llano Cifuentes, nuestro rector fundador (que en paz descanse) y con quien tuve el gusto de convivir en varias ocasiones, desde mis años mozos de estudiante.
El aplicar la ley y velar por la instauración y vigencia de la justicia en las relaciones interpersonales y colectivas no es cuestión solamente de conocimiento técnico y científico. Para la sociedad y para la propia vida, es más importante la verdad que la justicia, es la justicia uno de los variados tonos del resplandor de la verdad. Es por ello que el conocimiento prudencial nunca debe subordinarse al conocimiento técnico.
Basta ver alrededor, en nuestra cultura actual. Se ha privilegiado la técnica al humanismo, hoy como nunca el conocimiento técnico ha dado sus frutos, pero también, hoy como nunca el hombre “vagabundea” en busca de certezas.
Como abogados, no olviden que su vocación es de servicio y de entrega honesta, sacrificada y generosa. Esa concepción contemporánea que en algunos ámbitos parodia nuestro
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