Una Historia
Enviado por ErickEstradaL • 23 de Junio de 2013 • 557 Palabras (3 Páginas) • 221 Visitas
La puerta de su casa
Por: Erick Esaú Estrada López
Se encontraba ahí, después de una tarde bien acompañado. Solamente una gran tarde con personas que ella quería. Comida y lo que se pudiera pedir para pasarla bien, risas y carcajadas llenas de alegría que compartían momentos vividos día tras día.
Dieron así las nueve y media de la noche, en la calle se respiraba el aroma de un centro histórico que ya había sido pisado y consumido suficiente durante ese día. La soledad y una disminución en el bullicio cotidiano que el frío dejaba notar, transcurridas veintidós horas de iniciado el día. Las diez de la noche. Regresar sola hacia su casa. Descansar y pasar buena noche era lo único que le pasaba por la cabeza.
Una imaginación abierta a todo lo que puedas sentir es peligrosa. No pensaba en otra cosa que llegar a su casa y descansar. Todo cambió al haber dado vuelta en una calle poco deseable para ella. Esa calle en la que una casa resalta sobre la noche.
Desde ese punto pudo notar como sus oídos se empezaron a aturdir del estentóreo ruido que generaban los coches al pasar por esa avenida de un solo sentido. Esperó ansiosamente a que pasara el último coche para cruzarla y poder seguir su camino.
De pronto ese ruido de automóviles dejó de atormentarle y apareció un silencio profundo. Pronto esa calma fue interrumpida por dramáticos ruidos pero no había nadie en esa calle. Eran espíritus.
Al momento le pareció tonto, mas recordó que al pasar por aquella casona en la otra avenida, había sentido un estrepitoso y terrorífico escalofrío que lo sacudió. Recordó y presenció ella misma que había sentido siempre la presencia de alguien más. Una energía rara. Volteaba hacia atrás y no había nada.
No podía caminar al lado de las paredes. Sentía golpes y sus oídos se tornaban grises y oscuros al compás de las luces que se iban apagando a su paso. Ni un alma merodeando, o sí, la que le seguía a ella. Se retorcía al escuchar aquellos gritos que envolvían el ambiente. Aquella ciudad que tanto amaba la había tomado secuestrada a una dimensión de la que no saldría hasta llegar a la calidez de su hogar.
Decidió cruzar la calle que le llevaría por fin, a aliviadamente, a su destino. Su hogar. Nada cambió. Había voces que perturbaban sus pensamientos. Podía hacer una lista de demonios que habitan en aquella calle. No pudo más que caminar en el medio de la calle con la cabeza baja y en un profundo silencio. Armonizar con los gritos de aquellos demonios que querían traspasar los barrotes y puertas de cada casa por la que pasaba.
Un grito, un fuerte y escalofriante grito, la sacudió por completo. Solo logró desvanecerse en el medio de la calle a la deriva de aquellos demonios que tarde o temprano la acecharían. Su cuerpo estaba abstracto por completo. Sus sentidos estaban obstaculizados. No había nada más que sentir. Nada
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