Universo Abstracto
Enviado por jhon18000 • 9 de Febrero de 2014 • 1.932 Palabras (8 Páginas) • 256 Visitas
EL GIGANTESCO VÓRTICE
A partir del descubrimiento de América, la acción combinada del
capitalismo y la ciencia empieza a abarcar el mundo entero. Con
velocidad creciente, al cabo de cuatro siglos se convertirá en un gi-
gantesco vórtice que arrastrará a los seres humanos.
El oro preside el descubrimiento: "Ondas de mar con un con-
tinente y veintinueve islas de oro, sobre un fondo azul cinco anclas de
oro, la punta del escudo empalmada en oro". Estas son las armas que
el Almirante se hizo atribuir y parecen no dejar lugar a duda sobre su
preocupación esencial. Pero, por si quedara alguna, afirma que con
el oro "hasta se pueden encaminar las almas al Paraíso".
Su contemporáneo Leonardo escribe: "¡Oh, miseria humana, a
cuántas cosas te sometes por dinero!". Y en sus sombrías profecías
agrega: "Saldrá, de oscuras y tenebrosas cavernas, algo que acarreará
a toda la especie humana grandes afanes y peligros y aun la muerte.
A sus secuaces, tras muchas fatigas, les procurará contento; pero el
que no sea su partidario morirá abatido por la calamidad... Causará
infinitas traiciones; se impondrá a los hombres, persuadiéndoles de
que les conviene cometer asesinatos, latrocinios y perfidias; esto hará
finalmente sospechosos a sus partidarios; esclavizará a las ciudades
libres; privará a muchos de la vida; afligirá a los hombres con sus
arterías, engaños y traiciones".
La afluencia de las riquezas de Indias aceleró el proceso capi-
talista en Europa y la centralización de las monarquías. Durante la
Guerra de los Cien Años, las fortalezas feudales se habían convertido
en nidos de ladrones y aventureros, en el último reducto de una clase
antaño caballeresca, pero ahora empobrecida y rabiosa. La aristocracia
feudal sucumbió ante el poder monárquico-capitalista. Los grandes
poderes centrales necesitaban grandes sumas de dinero para sus
burocracias y ejércitos, y esas sumas sólo podían dárselas los
grandes señores de las finanzas: la centralización del poder político
resultó así la contrafigura de la centralización financiera.
Ahí está Jacques Coeur —¡hermoso nombre para un usurero!—,
individuo que sin un centavo se asocia a un mercader arruinado para
acuñar monedas destinadas a Carlos VII, a cambio de concesiones
mineras. Exporta plata a Oriente, importa oro, acumula beneficios
fantásticos, toma en arriendo las minas de la corona, hace empréstitos
al cincuenta por ciento, financia guerras y las aprovecha en su
beneficio particular.
Ahí está Jacobo Fuccar. Los señores necesitan dinero. ¿Qué
ofrecen como garantía? Sus tierras, lo único que poseen. Pero esas
tierras poseen valiosos metales, completamente inútiles para los se-
ñores, que no disponen de capitales para explotarlos. Fuccar se en-
cargará de ello, él financiará a los príncipes de Habsburgo y cuando
Maximiliano I toma la corona imperial, la familia de los Fuccar que-
dará unida indisolublemente al poderío ascendente de su familia.
Hasta que en 1519 Fuccar paga mejor que nadie a los electores y de-
cide la elección en contra de Francisco I y en favor de Carlos V. No por
simpatía: por el interés de sus minas.
El descubrimiento de América y la Reforma aceleran el ritmo,
mayores riquezas, gigantescos mercados y fuentes de materias primas
y la ética calvinista: la riqueza no es nada sospechoso, sino el signo de
la bendición divina.
Italia ha quedado atrás, es católica y no tiene minas de hierro y
carbón. Y la civilización de ahora en adelante va a ser la civilización
del acero y del vapor.
Al desarrollo del capitalismo correspondió un paralelo desarrollo
de la industria. Y el avance del conocimiento científico fue la
contraparte de este proceso, en un complejo movimiento recíproco: las
necesidades técnicas forzaban los avances de la ciencia pura y éstos
traían nuevas posibilidades a la técnica.
HACIA EL PODER MEDIANTE LA ABSTRACCIÓN
El dinero y la razón otorgaron el poder secular al hombre, no a
pesar de la abstracción, sino gracias a ella.
La idea de que el poder está unido a la fuerza física y a la materia
es la creencia de las personas sin imaginación. Para ellos, una
cachiporra es más eficaz que un logaritmo, un lingote de oro es más
valioso que una letra de cambio. Pero la verdad es que el imperio del
hombre se multiplicó desde el momento en que comenzó a reemplazar
las cachiporras por logaritmos y los lingotes de oro por letras de
cambio.
Una ley científica aumenta su dominio al abarcar más hechos, al
generalizarse. Pero al generalizarse se hace más abstracta, porque lo
concreto se pierde con lo particular. La teoría de Einstein es más pode-
rosa que la de Newton, porque rige sobre un territorio más vasto, pero
por eso mismo es más abstracta. Sobre el hallazgo de Newton todavía se
pueden referir anécdotas con manzanas, aunque sean apócrifas; sobre
el de Einstein, nada puede decir el pueblo, pues sus tensores y
geodésicas ya están demasiado lejos de sus intuiciones concretas: ape-
nas puede ocuparse del violín de su autor, o de su melena.
Lo mismo con la economía: a medida que el capitalismo se de-
sarrolla sus instrumentos se hacen más pujantes, pero más abstrac-
tos: la potencia de un bolsista que especula con un cereal que jamás
ha visto es infinitamente más grande que la del campesino que lo
cosechó.
No debe sorprendernos que el capitalismo esté vinculado con la
abstracción, porque no nace de la industria, sino del comercio; no del
artesano, que es rutinario, realista y estático, sino del mercader
aventurero, que es imaginativo y dinámico. La industria produce cosas
concretas, pero el comercio intercambia esas cosas, y el intercambio
tiene siempre en germen la abstracción, ya que es una especie de
ejercicio metafórico que tiende a la identificación de entes distintos
mediante
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