VANDALISMO DISFRAZADO DE FANATISMO

Por el prado, el lugar más conocido de Cochabamba, se puede llegar a observar una marea roja, no se asusten son fanáticos del cuadro aviador, Wilstermann.

Se observa alrededor de 100 a 120 personas vistiendo la casaca sangre, pero no están contentos, al contrario, están con caras que denotan tristeza, rabia, dolor y hasta llanto. Parece que están peregrinando, su andar refleja un verdadero calvario, es como si caminaran hacia la horca o a la silla eléctrica.

Todos callados, uno que otro protestando todavía contra el árbitro “bombero”. Pues el equipo de sus amores minutos antes había empatado 2-2 frente a Universitario de Santa Cruz, y perdido el titulo de la Nacional “B” y por momentos el cupo para jugar los partidos de ascenso indirecto a la Liga del Fútbol Profesional Boliviano.

Un duro golpe para la parcialidad roja, que como hormiguitas bien uniformadas recorren el mismo trayecto, toda la recta del Prado, la Colón hasta llegar a la San Martin y Venezuela, ponto desde el cual poco a poco la gente se va dispersando y abordando sus respectivas movilidades, pero eso si con tranquilidad, serenidad y ante todo con educación.

Pero por la otra “vereda del frente”, toda la recta de la calle 25 de mayo, se va aproximando en forma vandálica otro grupo de fanáticos, también uniformaditos vistiendo la roja, gritando encendiendo y lanzando petardos, intentando saquear pequeños puestos y pateando negocios que se encuentran en esta calle.

La gente ajena al fútbol y a Wilstermann, se asusta y pronto tratan de alejarse del peligro. Estos vándalos quienes se hacen llamar fanáticos del rojo y del fútbol hacen temblar la 25 como verdaderos guerrilleros ingresando al campo de batalla.

El fútbol es pasión de multitudes, es verdad pero no por el hecho de que el equipo al que uno apoya pierda significa que un grupo de seudo fanáticos tiene el derecho de volcarse a las calles a causar destrozos y desquitarse con quienes nada tienen que ver con que un equipo gane o pierda.

Por culpa de estos supuestos fanáticos, que afortunadamente no son muchos, hacen quedar mal a aquellos verdaderos fanáticos y amantes del balón pie, que aunque gane o pierda su equipo se retiran del templo del fútbol sin generar el mínimo conflicto.

Ellos si son fanáticos de verdad no vándalos disfrazados de fanáticos.

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