Vanguardias

EL VANGUARDISMO

Un soplo de aire nuevo

Cuando el arte, forma esencial de expresión humana, se adorna de títulos, de metros y parámetros, de cánones, de críticas retóricas y fango académico, cuando el arte pesa más por las pesadas imposturas que carga, merece ser replanteada, resucitada.

Fueron cuantiosos los movimientos de despertares continuos, cuantiosas las oportunidades de liberación, cuantiosos los grupos de seres que soplaron vida sobre las costras del entumecimiento.

Cisnes primero, búhos después, sobrevolaron el mundo nuevo. El cisne con su marmórea estirpe trajo la libertad entre sus plumas, pero su elegancia casi irreal lo llevó hacia agua estanca. El búho pretendió relevarlo, con su sabiduría, con su austera estética y su profunda mirada. Nunca desapareció completamente, pero su reinado nocturno dejó de ofrecer refugio en la realidad inclemente de los inicios del s. XX.

Fue en la crisis, en la desesperanza, en el desasosiego donde la literatura no pudo dar una respuesta: aquellas letras bellas como perlas, pero aisladas, cercadas, tristemente clausuradas. Fue en esos momentos donde la vanguardia decidió edificar sus cimientos; esos momentos en los que la libertad, puesta a prueba, sacudió su polvo y dio a luz una literatura nueva.

Nació del útero de la guerra, quizás de ella heredó esa fibra violenta; nació de la depresión, del infierno económico, de la epidermis de la ciudad cosmopolita, del suburbio obrero; nació de las venas de jóvenes hastiados del atavismo hermético en que estaban sumidas las letras.

Se rasgaron los lienzos de la limitación. Los artífices de la revolución letrada siempre fueron conscientes de lo que debía ser quebrado; no se trataba de rebeldes caprichosos, sino de personas desprejuiciadas que no temían al cambio.

Numerosos matices tuvo este último grito a la manumisión.

El cubismo ofreció una nueva percepción, la realidad fragmentada, de acuerdo con como es captada por el espíritu; la obra es reflejo anímico del artista.

El futurismo fue un canto a la velocidad, a la energía violenta, al peligro del mundo dinámico y mecánico.

El dadaísmo y posteriormente el surrealismo, eliminaron la lógica de sus obras y postularon por la espontaneidad, por la rienda suelta al subconsciente.

Tuvo el vanguardismo otras ramas como el expresionismo, el ultraísmo, o el creacionismo de Huidobro, donde el poeta es una deidad capaz de crear una realidad autónoma, nueva.

En Argentina, las vanguardias se conjugaron en el martinfierrismo, nombre que proviene de una revista publicada por un grupo de escritores con el fin de renovar la literatura nacional. Martín Fierro posteriormente dio origen a los grupos de Florida y Boedo: la primera, calle peatonal glamorosa y banal, la segunda, una antigua avenida de barrio, comercial y popular.

El brío de jóvenes autores

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