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Wit y cómo afrontar la muerte


Enviado por   •  1 de Septiembre de 2014  •  Ensayo  •  2.640 Palabras (11 Páginas)  •  211 Visitas

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Wit y cómo afrontar la muerte

Está claro que el cine nos ha dado muchas muestras, y muy diversas, del punto de vista del enfermo ante una enfermedad evolutiva y mortal. Pero sólo algunas películas se basan exclusivamente en la descripción de este proceso. Quizás se deba, en parte, al hecho de que resulta duro de soportar su visión de forma minuciosa; y a que, por tanto, el éxito de público siempre resultará dudoso, por bueno que sea el guión y convincente la escenificación. Es lo que ocurre con el film que hoy reseñamos, ya que, a pesar de su buena crítica (ganó por ejemplo un premio en la Semana Internacional de cine de Valladolid), su pase por los circuitos comerciales ha sido escasísimo en nuestro país y cuesta encontrarlo en DVD (lo “descatalogan”, como ahora casi todo al poco tiempo). Por otra parte, la escasez de películas sobre este tema también se debe a que es difícil presentarlo de forma atractiva y sin trampas, sin altibajos excesivos, sin caer en el tedio o, peor aún, en el sentimentalismo, peligro que lo transformaría en algo previsible y plano. Sabemos que el cine tiene más limitaciones para algunos asuntos “demasiado” reflexivos, o introspectivos, o puramente trágicos, que los que tiene la literatura, e incluso el teatro. Todo el mundo reconocerá la eficacia de las páginas de “La muerte de Ivan Illich” de Tolstoi, por ejemplo; y quedé admirado por la intensidad (y el merecido éxito de crítica y público) de su representación in extenso y literal en un teatro de Barcelona hace cuatro años; pero pensé que al cine le sería difícil conseguir algo así. Pero alguna película logra este difícil salto mortal de aproximarse debidamente al tema que hoy tratamos. Una indiscutible es Wit, aquí traducida por “Amar la vida” y que está basada en la obra escénica de Margaret Edson (aquí la vimos representada por Rosa Maria Sardá y dirigida por Lluís Pascual). La película es de 2001, dirigida por Mike Nichols y magníficamente interpretada por Emma Thomson.

Wit y el análisis del trato

Todo transcurre en un hospital, en el que la enferma, diagnosticada de un cáncer de ovario avanzado, se ve sometida a un tratamiento de quimioterapia hasta su fallecimiento. Permite por lo tanto un análisis crítico de la práctica habitual en un centro hospitalario y, sobretodo, del trato que se dispensa en él, y de lo mucho que deja que desear para un enfermo grave. Es éste un aspecto del filme que lo hace muy recomendable para la docencia de futuros médicos y enfermeras, muy apto para ejemplificar deficiencias y para discutir cuáles serían los puntos a mejorar en las actitudes. Desde la información clínica del inicio por parte del jefe de unidad (con el consentimiento informado para un tratamiento, que es experimental), pasando por la rutinaria anamnesis y la exploración física un tanto brutal que le practica el residente, la insensibilidad de las esperas en Rx, el teatral pase de visita multitudinario, el reingreso por urgencias a causa de una infección súbita, la estancia “forzosa” en la sala de aislamiento…; todo, hasta el final, y como en ninguna otra muestra que yo conozca, da pié a una valoración didáctica de cada episodio (Ramón Bayés tiene incluso un oportuno test de valoración para su pase, junto a esclarecedores comentarios[i]). Hay que decir que su utilización docente viene favorecida por el realismo y la contención de la exposición que se hace en la obra, sin caricaturas fáciles, sin acritud ni jocosidad, y sin localismos: todos podemos sentirnos retratados sin quedar ofendidos.

Hay aspectos concretos a tener en cuenta para evocar comentarios puntuales. Tal es el planteamiento del documento de voluntades anticipadas que en él se hace, y la dificultad después en su aplicación. Ya nos referimos a ello en otra reseña de este boletín. El hecho de que lo plantee la enfermera, modelo en el film de la empatía necesaria en una relación clínica, resulta ilustrativo.

Wit, y la evolución del control

Pero lo que hace la obra atractiva y apasionante es ver el punto de vista de la enferma, cómo va afrontando los agravios de su enfermedad (y de su tratamiento¡) y la aproximación a su muerte; y sobre todo, de que forma evoluciona todo este proceso.

Desde el principio nos resulta admirable la entereza que exhibe la enferma, Vivian Ghering, para controlar la situación, con su capacidad de humor y distanciamiento. Se trata de una brillante profesora de literatura inglesa del siglo XVII, concretamente del poeta John Done, y más concretamente de sus “sonetos sagrados”, los centrados precisamente en el tema de la muerte. Parece que es de su familiaridad con ellos, de su racionalidad, de su ingenio (wit, en inglés), del juego de palabras y conceptos que contienen, de donde proviene su armamentario para su actitud. Como recuerda que le decía su anciana profesora: “se trata de una valerosa lucha con la muerte convocando todas las fuerzas del intelecto para vencer a su enemiga”. El caso es que vemos que en verdad su experiencia intelectual le ayuda, le permite mantener un juego inteligente, un análisis crítico y continuo de cada uno de los personajes, de las situaciones, e incluso de la frialdad y la soledad que le rodea. Está preparada para soportarlo todo porque sabe interpretarlo todo con la ayuda penetrante de su mente. Cree estar preparada para la muerte porqué se ha familiarizado con su concepto desde hace años concienzudamente. La lucidez es su espada y su escudo. Y nosotros comprendemos a través de su mirada (a menudo mira y nos habla a la cámara, recurso muy teatral y, en principio, vedado al cine) que éste, su “querer saber”, que siempre la ha movido, sea ahora lo que la sostiene; y que el lenguaje sea un utensilio riguroso de relacionarse correctamente con los hechos. “La muerte no es algo que se representa entre puntos de admiración, con puntos y comas y mayúsculas. Sólo una coma separa la vida de la muerte. Nada más.” Así de sencillo parece. Y, como lo expone John Done, puede pensar: “Muerte no te enorgullezcas / aunque te llamen poderosa y terrible / porqué nada de eso eres a mis ojos / Todos a los que creíste abatir no murieron, triste muerte / Ni a mí vas a poder matarme…”

Pero, con la evolución de la enfermedad, las cosas se van complicando; no todo es tan nítido: no se trata de una simple coma para pasar. Hay sobresaltos, puntos de exclamación ante la incertidumbre, mayúsculas en algún dolor… Poco a poco, ve aflorar otras necesidades cada vez más perentorias: necesita algo más. Su misma frialdad y curiosidad la ve reflejada en aquellos profesionales que la tratan, y esta vez con cierto recelo. Cómo ella, también ellos quieren saber: cómo es su cáncer; pero no se interesan por su sufrimiento. Cuando el residente le expone entusiasmado

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