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Ética Y Civismo


Enviado por   •  11 de Mayo de 2013  •  2.861 Palabras (12 Páginas)  •  596 Visitas

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Yo soy un ciudadano, no de Atenas o Grecia, sino del mundo.

Sócrates.

Creo, sin temor a equivocarme que la Dra. Ikram Antaki es responsable de este trabajo. Mientras leía las primeras hojas de su libro El manual del ciudadano contemporáneo, empezaron a moverse en mi cabeza algunas ideas, así como asociación de situaciones de personas que conozco en mi entorno profesional y me han compartido, o bien, situaciones que se van presentando durante la realización de mis actividades profesionales.

Esta respetable mujer (Ikram Antaki) quien, a pesar de ser extraña al territorio mexicano, ya que nació en la ciudad de Damasco, Siria, me parece que ha demostrado más amor a ésta nación que muchos mexicanos. A mí me sorprende que muchos extranjeros conozcan mejor nuestro país, que nosotros mismos, sobre todo cuando contamos con una cultura milenaria tan importante. Para ser más específica cito aquí de manera textual lo que ella nos dice: “El civismo es una virtud privada, de utilidad pública. Parte de la ilusión de una sociedad que sería digna del hombre. Llamar al civismo es recurrente en la historia política y social. Se denuncia la inmoralidad la decadencia de las costumbres colectivas, luego se exaltan las virtudes ciudadanas y las instituciones. El civismo es, a menudo, objeto de discursos de dramatización y de confusión. Para algunos, se trata de estigmatizar la desaparición del discurso moral, el olvido de la cortesía, la impotencia del estado, la exasperación del individualismo; para otros, se trata de denunciar la mundialización de la economía y de las redes de información. El hecho es que estamos produciendo una ciudadanía sin civismo…”Antaki I. (2000)p. 109

Creo que lo que ella dice encierra una gran verdad ya que en muchos casos son las instituciones educativas las responsables de tomar las riendas de la esfera cultural y formativa dentro de la sociedad. Podemos ver que las asignaturas que se impartían a nivel básico, durante varias décadas formaron parte de una formación olvidada por el sistema educativo público e incluso a nivel privado. Ha faltado el contenido cívico mínimo para una convivencia social y eso se observa desde lo que escuchamos en la calle o desde el comportamiento ciudadano al permanecer indiferente ante la angustia o la desgracia de personas que están sufriendo a nuestro alrededor.

Para iniciar con algunas precisiones, Victoria Camps, catedrática de Ética de la Universidad de Barcelona nos refiere en su ensayo “El sentido del civismo”, que esta palabra proviene del latín “civis” que significa ciudadano. De acuerdo con esta etimología, el civismo constituye el conjunto de cualidades que permiten a los ciudadanos vivir en la ciudad, es decir, vivir en comunidad, respetando las normas de convivencia pacífica, aceptando las reglas del juego de la democracia, y los derechos fundamentales o los valores constitucionales. Cívico es el comportamiento propio del ciudadano. (Camps)

Actualmente existe una intención por retomar éste tipo de formación ciudadana al integrar dentro de las asignaturas en lo niveles básicos (primaria y secundaria), aunque sin lograr resultados a corto plazo, ya que éste es un proceso que implica un despertar de conciencia, es decir un proceso introspectivo más profundo que le permita a la persona valorar su entorno y el compromiso que implica el cuidado de los recursos tanto naturales como todos aquellos que le rodean y que comparte con otros grupos sociales.

Camps con señala que algunos teóricos de la política de principios del siglo XX como Max Weber, ya habían denunciado esta pasividad ciudadana como consecuencia de la democracia pero que resulta contraproducente para otros efectos (pág. 1)

Lo anterior me lleva a señalar la idea de convivencia ciudadana que maneja Arnau (1993) p. 12 cuando se refiere a la necesidad de un código que nos permita discernir qué acciones son buenas o malas moralmente. La idea se refuerza en el capítulo tres cuando hace reflexión acerca de quién fue el inventor de la moral. Arnau nos dice que a pesar de que los humanos llevamos más de un millón de años sobre la tierra, a pesar de que desde hace años hemos conquistado el espacio, a pesar de que hemos inventado computadoras de la quinta generación, aún no hay respuesta clara a esta pregunta, y al mismo tiempo nos señala tres tipos de respuestas:

Una causa extrahumana o morales : Moral religiosa (Dios).

O trascendentales Moral de las ideas

O valores absolutos.

Una causa infrahumana: La ley natural.

La propia conciencia.

El consenso de la mayoría de los hombres: Los Derechos Humanos.

Para comprender esta postura, es conveniente referir que para algunos, la moral a los valores absolutos corresponde a aquellas afirmaciones que consideran la existencia de un ser o ideas eternas, superiores y que nos marcan el campo y las reglas en donde debemos jugar. El bien y el mal están en función de estas reglas. Si uno da la vida por los demás o la quita a otros, por ejemplo, es un acto que hay que medir según sirva o no a este ser o a esta idea. (pág. 39 Arnaud).

Respecto a la moral de las ideas absolutas, Arnau también nos hace reflexionar al decir que: “son –según Platón- ideas objetivas (reales) siendo la idea del bien la que ocupa el nivel de máxima jerarquía. Después, a lo largo de la historia, han ido apareciendo mil reafirmaciones de este mundo de valores casi eternos, incorruptibles, por los que vale la pena no sólo vivir, sino incluso morir. Los hombres del Renacimiento, por ejemplo, lucharon por la belleza unos, y por la ciencia otros, los hombres de la Revolución Francesa, por la “libertad, igualdad y fraternidad”; los del Romanticismo, por la libertad; los revolucionarios lucharon y siguen luchando por la justicia y para otros su pasión se llama nacionalismo, o progreso, o bienestar, o fraternidad.

En cuanto a la ley natural y la conciencia, Arnau considera que para empezar es el hombre quien construye su destino y se convierte a sí mismo en el único tribunal para dirimir (arbitrar) las cuestiones del Bien y del Mal. Respecto a la conciencia, este científico también nos señala que la conciencia es un término que significa fundamentalmente “darse cuenta de algo”, como bien indica su origen, “cum” (con), “scientia” (ciencia), o sea, saber algo. El no saber, el no darse cuenta es estar inconsciente.

En este sentido, si bien Arnau refiere el término “conciencia”, vale mencionar aquí que esta palabra, en muchos casos, se aplica a la manera en que nos captamos a nosotros mismos, a nuestros actos psíquicos internos, y, por lo tanto, esta “conciencia” se estudia en Psicología.

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