ABORDAJE SOCIOANTROPOLÓGICO DE LOS PROCESOS EDUCACIONALES: POLÍTICAS, SUJETOS Y VIDA COTIDIANA (2021)
Enviado por Ana Lezcano • 22 de Abril de 2022 • Ensayo • 1.635 Palabras (7 Páginas) • 102 Visitas
ABORDAJE SOCIOANTROPOLÓGICO DE LOS PROCESOS EDUCACIONALES: POLÍTICAS, SUJETOS Y VIDA COTIDIANA (2021)
Segundo ejercicio obligatorio
Lezcano Ana Carolina
43.068.216
Resulta, por lo menos, interesante reflexionar sobre las formas en que las presencias estatales intervienen en los procesos de consolidación de la escuela como institución de la modernidad, y a su vez, cómo la misma va produciendo y reproduciendo diferencias de clases. Así mismo, recuperar el rol del Estado en estos procesos nos proporciona claves para lograr un análisis sobre las políticas educativas y llegar a una comprensión más amplia de la reproducción social en donde los diversos sectores sociales, a través de prácticas contradictorias, realizan la continuidad histórica (Ezpeleta y Rockwell, 1985:195).
Uno de los lugares privilegiados donde podemos encontrar al Estado y a las clases subalternas es en la escuela. De hecho, afirmar el rol social que posee la escuela implica pensarla como un elemento inserto en un entramado de instituciones sociales, por lo que la escuela constituye un núcleo fundamental que habilita la construcción de redes interrelacionadas de manera colectiva, es decir, la escuela no está sola, sino que debe ser pensada como una institución inserta en un sistema mucho más grande. A su vez, el afirmar la presencia del Estado en las mismas no debería llevarnos a pensar que la lógica de los procesos institucionales responden de forma directa a los propósitos del estado sino que, por el contrario, las dinámicas practicadas en la escuela son el resultado de un constante proceso de construcción social donde múltiples procesos se intersectan. Por un lado entonces entendemos que el Estado es el agente quien elabora las funciones y contenidos dados, elementos que disponen control de un modo hegemónico pero, a su vez, tal como sostienen Ezpeleta y Rockwell (1985), no podríamos encontrar dos escuelas que sean iguales. Estas directrices bajadas “desde arriba” proponen un escenario en el intento por controlar y homogeneizar masas, sin embargo, no todas las escuelas llegan a ser iguales, sino que existe un “concreto real” (Ezpeleta y Rockwell, 1985:198) donde las normativas y el control estatal se hacen presentes pero no van a determinar en su totalidad la amalgama de interacciones dadas entre los sujetos.
En adhesión a lo dicho hasta aquí, creo pertinente recuperar una concepción del Estado como agente que tiende a asegurar el dominio de quienes poseen los medios de producción, de quienes detentan el poder (Ezpeleta y Rockwell, 1985:196) estableciendo un vínculo con los mismos que luego pasaran a ser subalternos. En este sentido, recuperando datos del Informe sobre desigualdad educativa en la Argentina, logramos observar que una de las segmentaciones en la sociedad es entre los que van a la escuela pública y a la privada. Siguiendo los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), el 72.7% de los que asisten a la escuela primaria y secundaria lo hacen en una escuela pública. Dichas escuelas escolarizan a casi la totalidad de los niños y niñas de menores ingresos (94%), mientras que quienes cuentan con ingresos más altos (casi el 80%) lo hacen en escuelas privadas. Estos datos exponen un importante fenómeno de segregación escolar, donde dependiendo de su nivel socioeconómico, los sujetos se separan entre quienes asisten a escuelas públicas o privadas. En este punto resulta esclarecedor considerar estos datos los cuales nos ofrecen un panorama para comprender como confluyen e interactúan la desigualdad y la educación. La organización política de nuestros días hace parecer que la relación entre clases es un encuentro entre iguales, sin embargo podemos observar que no es como parece. Es acá donde la escuela se torna un escenario dilucidante como sitio que engloba intereses tanto del Estado como de las clases subalternas. Así, mientras el Estado remarca sus intereses a través de la consolidación de la estabilidad social asegurándose su dominio, por su parte, para las clases subalternas la educación incluye una instancia necesaria para sobrevivir en la sociedad, trascendiendo la explotación y transformando sus vínculos en sociedad.
Por otra parte, en el marco de un Estado que se presenta como estabilizador y dominante, podríamos recuperar la consolidación de la Ley N° 1420 de 1884, la cual estructuró al sistema escolar argentino estableciendo la instrucción primaria obligatoria, gratuita y gradual para los niños de seis a catorce años. Una vez más, a través del factor de obligatoriedad, el estado se presenta no solo como “garantizador de derechos”, sino también como un ente coercitivo (Paoletta, 2017:15). Si bien esta disposición promueve la incorporación de todos los jóvenes al sistema educativo, a su vez, va construyendo nuevos tipos de sujetos políticos: aquellos jóvenes y adultos que anteriormente podían optar por no cumplir estas instancias ahora se encuentran en una posición de adeudamiento donde el objetivo se encuentra en concluir este nivel. Observamos así entonces cómo la escuela portadora y expendedora de educación es entendida como un “derecho respetado”, instancia a la que se aspira y no solo por “querer”, la voluntad pasa a otro plano, y en donde el Estado abraza la institución ya que conforma uno de sus principales instrumentos de poder. Dentro de esta discusión observamos, por un lado, la importancia y relevancia del cumplimiento de la educación, considerando a la escuela como el mejor y casi único lugar para los jóvenes pero, a su vez, notamos que dicha institución es productora central de diversos procesos que profundizan la exclusión social (Montesinos y Sinisi, 2009). Para poder entender la dinámica que maneja la desigualdad educativa de la mano con la desigualdad de ingresos resulta atrayente explorar la distribución de los logros educativos en base al nivel de ingresos de la población. En Argentina, el 93% de los mayores de 25 años terminó la primara pero solo el 58% terminó el secundario, por lo que se hace evidente dicha desigualdad en la etapa secundaria. A su vez, este escenario se traslada luego a los estudios superiores donde el 51% de los mayores de 25 años de nivel económico alto logró completar la universidad y solo el 2,4% del nivel económico bajo consiguió finalizar sus estudios universitarios. Estos datos nos pueden llevar a pensar la no-presencia del Estado en el sentido de éste ente como regulador y habilitador de políticas públicas que facilitan el acceso a la educación pero que, sin embargo, se retira de la tarea de garantizar que dichas políticas estatales se cumplan efectivamente. El Estado y las clases dominantes, como sugieren las autoras Ezpeleta y Rockwell (1985), tratan de conservar y potenciar sus formas de dominación, continuando con la reproducción de las clases subalternas en tanto subalternas a partir del dominio de las instituciones como lo son las escuelas pero, a su vez, se observa un escenario contradictorio en donde, si bien la educación en Argentina es entendida como un derecho en donde el agente estatal debe asegurar la igualdad, gratuidad, laicidad y acceso a todos los niveles del sistema educativo, en la realidad y partiendo de datos estadísticos, observamos que no sucede de forma homogénea y en donde los aspirantes a educarse encuentran un sinnúmero de barreras que les impiden ejercer el derecho a la educación. A su vez, podríamos pensar esto agregando el factor “herencia”. En lo que respecta a los hogares que eligieron escuelas del sector privado para sus hijos, el nivel educativo de las madres es marcadamente superior, más del 80% de los niños y adolescentes que concurren a establecimientos de gestión privada tienen madres que, como mínimo, han finalizado sus estudios secundarios: casi el 40% tiene título universitario, un 15% empezó sus estudios sin terminarlos y casi un 30% adicional completó la secundaria. Por su parte, en el sector público, solo el 44% de los estudiantes pertenecen a hogares cuyas madres finalizaron la educación obligatoria y de las que solo 10% poseen estudios universitarios. Dicha información expone la relevancia del capital sus hijos y lo podríamos pensar, como señalé más arriba, a partir de una lógica hereditaria, donde estas condiciones y niveles socioeconómicos se trasladan de una generación a otra. El hecho de que no haya movilidad social, es decir, que justamente las personas no puedan cambiar de un nivel socioeconómico a otro y donde aquellos en mejor situación pueden dar a sus hijos más recursos y herramientas para que mantengan o mejoren su nivel, se debe a las condiciones desiguales que habilita el ente estatal y que se dilucida en el escenario escolar.
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