ANOMIA
Enviado por dianarrea • 6 de Agosto de 2013 • Síntesis • 1.582 Palabras (7 Páginas) • 368 Visitas
ANOMIA
Por: MARIO BUNGE
La anomia es una de las tantas taras sociales de la civilización moderna. Consiste en desviación de la ley o de la costumbre. Los anómicos son marginados por voluntad propia, aunque no tanto por elección racional como por las circunstancias. Presumiblemente, les hubiera gustado ser nómicos en lugar de anómicos, pero no tuvieron oportunidades de serlo, o no supieron aprovecharlas.
La anomia fue descrita y bautizada hace un siglo por Emile Durkheim, el gran sociólogo francés. Medio siglo después la explicó el no menos eminente sociólogo norteamericano Robert K. Merton. La explicó como resultado de la discrepancia entre las aspiraciones y los ideales, por una parte y la realidad, por la otra.
La noción cualitativa de anomia se puede cuantificar como el número de aspiraciones realizadas dividido por el número total de aspiraciones. El grado de anomia de quien ha realizado todas sus aspiraciones es nula, y el de quien no ha realizado ninguna de ellas es igual a la unidad. La enorme mayoría de las personas estamos entre ambos extremos. Para decirlo en pedantes términos, somos hemianómicos.
El individuo con un alto grado de anomia tiene cinco salidas conceptualmente posibles: retirarse del mundo, emigrar en busca de condiciones mejores, rebelarse, delinquir o suicidarse.
La primera salida estuvo de moda en los primeros tiempos del cristianismo, antes de que éste llagase al poder. El cristiano primitivo, cuyas aspiraciones chocaban con las normas vigentes, podía retirarse a una ermita, a condición de que encontrara patrocinadores (o “espónsores” como suele decirse ahora). Más adelante se organizaron los monasterios y conventos de clausura. Desde el punto de vista sociológico, estas instituciones no son sino soluciones colectivas al problema de la anomia individual: juntos y organizados, los anomiacos adoptan nuevas normas y se convierten en nómicos. Viven conforme a normas propias; diferentes de las que rigen en la sociedad que los tolera o mantiene.
La segunda solución al problema de la anomia, la emigración, se viene practicando desde que el hombre primitivo emigró de África ya voluntariamente, ya perseguido. Por ejemplo, en estos momentos hay unos veinte millones de de personas desplazadas de sus hogares por las guerras civiles y las persecuciones ideológicas.
La rebelión, la tercera salida en nuestra lista, es la más problemática. Si es individual, se limita a exhibir signos exteriores de disconformidad, tales como vestimentas y estilos capilares heterodoxos, y rasguear una guitarra que no se sabe tocar. En este caso la rebelión no es sino un acto exhibicionista típico de adolescente angustiado y confuso.
La rebelión en serio no es individual sino colectiva. Ésta es difícil, porque exige organización. Y es arriesgada, porque involucra ataques organizados, ya pacíficos, ya violentos, contra los poderes constituidos.
El rebelde que defiende una causa junto con correligionarios es nómico en su grupo, aunque sea anómico en la sociedad. Compensa su marginalidad social con su militancia. Esto explica la disciplina y abnegación de que es capaz. También explica la fidelidad de tantos militantes pese a las derrotas que sufre.
El rebelde organizado tiende a interpretar la persecución de que es objeto como victoria de su grupo y debilidad del poder. Piensa que si los golpean es porque hacen mella.
Por ejemplo, mientras yo estaba preso en los sótanos de la policía de la ciudad bonaerense de la Plata, un militante comunista nos convocó a todos, presos políticos y comunes, para explicarnos la situación. Nos dijo textualmente: “compañeros, nuestra presencia aquí es prueba de la debilidad del gobierno peronista. Si fuera fuerte no temería nuestra presencia en la calle”. Yo comenté en vos alta. “¿Cómo deseo que el gobierno se fortalezca?”. Mi ironía cayó en saco roto.
El rebelde organizado, lo mismo que el mártir cristiano y el terrorista integrista contemporáneo, no acepta la derrota. Mejor dicho, la interpreta como señal de la victoria final.
Este fenómeno fue objeto de la célebre monografía de Leo Festinger y colaboradores. “Cuando falla la profecía” publicada en 1956. En ella mostraba cómo reaccionaron los fanáticos de una secta al ver que el fin del mundo, que habían estado profetizando, no se había producido. Unos pensaron que su profeta había cometido un error de cálculo, y otros, que Dios había querido poner a prueba su fe. Ninguno admitió que la profecía había sido falsa.
Dejemos de lado el suicidio como salida de la anomia, porque rehuye el problema en lugar de resolverlo. En cambio, la delincuencia si lo resuelve, aunque
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