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AURORA.


Enviado por   •  8 de Mayo de 2014  •  Tesis  •  1.491 Palabras (6 Páginas)  •  234 Visitas

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BLOG DEL ESCRITOR E INVESTIGADOR MEXICANO CLAUDIO OBREGÓN CLAIRIN / MISTERIOSYDESCUBRIMIENTOS@GMAIL.COM

JUEVES, 18 DE JUNIO DE 2009

La Palabra / Ensayo

La palabra crea universos y atmósferas, es visionaria, dirige. La palabra es la diferencia entre el vacío y tu intención. Con ella, nombras al viento que transporta tus fonemas; así recreas tu voluntad. La palabra hiere o resulta indiferente, sella compromisos y seduce a quien desea ser engañado. Muchas palabras pueden ser una cascada que atrapa nuestra atención y sin ellas, no podemos vernos en el espejo porque necesitamos de su luz.

AURORA

Los homínidos poseían un sofisticado lenguaje corporal y un limitado lenguaje hablado; sus actividades respondían a las conductas de animales gregarios irracionales y “sobrevivir” era el talante de su existencia; sin que nadie pueda explicarlo de manera convincente, desde hace dos millones y medio de años, el cerebro humano evolucionó de manera excesivamente rápida para detenerse abruptamente hace unos trescientos mil años.

Los investigadores nos dicen que en el lado izquierdo de nuestra masa encefálica se localizan el área de Broka y el área de Wernicke, zonas relacionadas con la estructuración del lenguaje, y por ello, nuestro hemisferio izquierdo, a la altura de la sien, tiene una protuberancia… aunque las palabras no se fosilizan, los cráneos de nuestros ancestros contaban ya con esa protuberancia y evidenciaban una primaria intención por articular palabras.

El pensamiento encontró en la palabra a su cómplice; las circunstancias dejaron de ser percibidas de manera intuitiva y el inconsciente colectivo configuró los lenguajes primigenios. Somos lo que somos por haber matado al otro para sobrevivir y luego compartir los alimentos, pero estamos como estamos, por las acciones que generan nuestras palabras.

NOMMO

Los primeros lenguajes nacieron en África y de ellos, aún subsiste el grupo lingüístico “Khoisan”; los bosquimanos pertenecen a ese grupo y son los únicos humanos que en su habla usan sonidos metálicos –clicks-- que producen colocando la lengua en el paladar y luego separándola de manera intermitente -como cuando le damos una orden a un caballo-. Este arcaico estilo de articular palabras nos remite a aquellos soles en los que nuestros ancestros pronunciaban onomatopeyas que imitaban los sonidos de la naturaleza.

En las lenguas africanas llamadas “bantúes”, los sustantivos no se dividen por el género gramatical en masculinos, femeninos y neutros, sino que se agrupan en cuatro clases: Muntu, que se refiere a los seres (mujer, hombre y espíritus), Kintu, que designa a los animales y a las cosas (el perro y la piedra), Hantu, que sitúa al espacio y al tiempo (el oriente y el ayer) y Kuntu, que es una modalidad (la risa y la belleza). Los seres y las cosas poseen una sustancia y fuerza, emparentadas, gemelas, complementarias que en su simbiosis provocan el asombro y crean la palabra.

En la arcaica filosofía del África Negra no existen contrarios y nada está lejano; y no es que la materia y la energía se unan, sino que jamás han estado separadas.

El motor que provee a todas las fuerzas de vida y actividad es el “nommo” -palabra, logos- que como el agua, la semilla y la sangre, genera vida con sólo su presencia. Entre los africanos que hablan las lenguas bantúes, la palabra es el vehículo para comunicarse con sus antepasados. Son ellos y no un Dios, quienes por medio de su infinito poder son capaces de auxiliar a los “vivos” en sus plegarias. Toda hechicería es hechicería de la palabra; puede ser un conjuro, un encantamiento, una bendición o una maldición y un desafío.

Es a través de la palabra que los seres humanos imponemos dominio sobre las cosas y los seres. En el evangelio de San Juan la palabra queda en Dios, y el hombre debe dar fe de ella y difundirla. Más tarde, la palabra se hizo carne en Cristo. En cambio, en la filosofía del África Negra, la palabra (“nommo”) se hace carne dondequiera, es más ¡crea a los dioses!

Durante la ensoñación los hombres de conocimiento utilizan la fuerza del “intento” para nombrar las cosas y volverlas tangibles. El nombrar corporeiza las energías y dado que existen miles de idiomas, sólo la energía descifra nuestra intención, que

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