Abuso Sexual
Enviado por rosatoralespy • 13 de Noviembre de 2012 • 4.250 Palabras (17 Páginas) • 395 Visitas
I- DEFINICIONES CONCEPTUALES NECESARIAS.
I.1- Generalidades.
La sexualidad humana constituye parte integrante del desarrollo de la personalidad y se expresa mediante manifestaciones biológicas, psicológicas y sociales que evolucionan en correspondencia con el grupo etáreo a que pertenece el individuo. La sexualidad se encuentra presente en todo el ciclo vital humano y se caracteriza por ser un fenómeno permanente, sui-géneris y variable que comienza con el nacimiento y termina con la muerte, expresándose diferenciadamente de acuerdo con las distintas etapas de desarrollo del ser humano en cada sociedad, en cada cultura y en cada persona.
Precisamente en la etapa infantil, objeto de nuestra atención, la sexualidad se caracteriza por la autoexploración, el descubrimiento del propio cuerpo y la construcción de la identidad sexual. Si durante este periodo vital se introduce al niño en prácticas y actividades sexuales no adecuadas para su edad, se genera una violencia en la evolución saludable de su sexualidad; provocándose secuelas afectivas y cognitivas de repercusiones incalculables para su desarrollo futuro.
Esa violencia de entidad sexual y de nefastas consecuencias para los niños se comete, en muchos casos, por individuos adultos con determinadas características e inclinaciones sexuales anómalas, conocidos comúnmente como pedófilos.
El concepto de pedofilia se deriva del idioma griego y significa originariamente "amor por los niños". En la actualidad se considera la pedofilia como un trastorno sexual de índole clínica definido como "la atracción sexual del adulto por niños de cualquier sexo". Evidentemente la pedofilia como categoría clínica posee un horizonte limitado y específico, pues "el término pedofilia, en su sentido médico, designa al adulto que padece un trastorno de la personalidad consistente en mostrar un interés sexual centrado expresamente en los niños que aún no han llegado a la pubertad".
Considerada una parafilia típica, la pedofilia ha sido erróneamente identificada con la pederastia; aún cuando reconocemos la existencia de una evidente cercanía conceptual entre ambos términos. Definimos la pederastia como las relaciones homosexuales con penetración entre varones, sinónimo de sodomía. Deduciendo entonces que la pederastia como práctica homosexual masculina puede implicar entre sus manifestaciones la relación entre hombres adultos y niños, con lo que aparece la variante pedófila de la pederastia, estableciéndose así el punto de contacto entre ambas categorías. Desde otro ángulo analítico podría aceptarse una identificación factual entre versiones de ambos fenómenos, caracterizándose estos tipos específicos por la coincidencia en la existencia de niños víctimas del sexo masculino y de adultos varones como sujetos activos del abuso sexual.
El profundo conocimiento de los hábitos de comportamiento de los pedófilos propicia su reconocimiento y permite evitar en algunos casos, la consumación de su accionar irregular. La literatura psiquiátrica en comunión con la sexología moderna ha descrito hasta el detalle las formas de orientación sexual, las manifestaciones conductuales, los tipos o variantes fundamentales de la pedofilia, etc. Con respecto a ello la organización categorial de estos conceptos responde a una documentada práctica médica y sexológica, en la que se precisa la distinción de los pedófilos, por ejemplo, en cuanto a su preferencia sexual, dividiéndose en orientación heterosexual, homosexual o ambas; o en relación con las actividades pedófilas propiamente dichas, entre las que se enumeran y describen una amplia gama conductual que oscila entre las caricias y la penetración sexual violenta en cualquiera de sus modalidades. De igual forma se detalla exhaustivamente las dos variantes fundamentales de la pedofilia: la sentimental homoerótica y la agresiva heterosexual. En el análisis clínico de este tipo de parafilia se localizan determinadas líneas de comportamiento pedófilo, tales como: los seductores, los introvertidos, los sádicos, etc.
Aun cuando resulta importante y factible reconocer determinados hábitos comportamentales de connotación pedófila; se debe especificar el hecho de que las personas portadoras de este tipo de perturbación sexual no pertenecen exclusivamente a una clase o estrato social, y por el contrario, se distribuyen por todo el entramado social, comportándose como individuos aparentemente normales y en muchos casos con una plena integración social y comunitaria.
Dentro de los pedófilos, la mayor peligrosidad es portada por aquellos individuos en que los niños confían por naturaleza, a partir de ser amigo de su familia; realizar funciones relacionadas con la atención a la infancia, por ejemplo: profesor, sacerdote, etc.; o cuando desempeña alguna profesión idealizada por los niños, tales como: policía, bombero, etc. Este tipo de agresión sexual proveniente de personas supuestamente confiables genera cicatrices profundas, matizadas en el infante bajo la forma de sentimientos de culpa y angustia.
En un sentido preventivo vale demostrar especial cuidado y control en la selección del personal que labora en los organismos encargados de la niñez, pues algunos pedófilos buscan obtener empleo en esas entidades, con la malévola intención de tener acceso a niños y ganar su confianza, consumando posteriormente sus propósitos. Muchas veces estos trastornados sexuales se disfrazan de filántropos aparentemente deseosos de ayudar financieramente a la atención de los niños en países en desarrollo o en zonas donde se produce o recién ha concluido un conflicto bélico.
Resultan obvias las dañinas consecuencias que provocan en las víctimas el actuar pedófilo, independientemente de las diferentes formas que adopten sus actos. Sin embargo, con el fin de neutralizar los sentimientos de culpabilidad por estos daños y garantizar así su estabilidad emocional, los pedófilos desarrollan una especie de "construcción" psicológica distorsionada y supuestamente racional en torno a sus repugnantes acciones; racionalidad justificante elaborada a partir del cuestionamiento y replanteo conveniente de las percepciones sociales críticas hacia la práctica de sexo con niños, salvando así el fenómeno de la "disonancia cognitiva" generado por su comportamiento sexual desviado.
En aras de la negación de las nefastas consecuencias de sus actos, estos agresores racionalizan sus abusos, exhibiendo "actitudes y creencias distorsionadas que les permiten percibir que los niños son de alguna manera responsables de su propio abuso, y/o imaginarse que los niños no sufren daño cuando mantienen contactos sexuales, y/o que los niños cuentan
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