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Amor y perfeccionamiento humano, el amor conyugal


Enviado por   •  7 de Septiembre de 2021  •  Biografía  •  1.662 Palabras (7 Páginas)  •  74 Visitas

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TITULO DE SESIÓN N° 08: Amor y perfeccionamiento humano, el amor conyugal.

Área: Filosofía Grado: Quinto Sección: “A” - “B” Bimestre: II BIM

Docente: Marco Alberca Balarezo Fecha: 5-7 /07 /2021.

COMPETENCIA

CONSTRUYE SU IDENTIDAD

CAPACIDAD

Se valora a si mismo

DESEMPEÑO

Explica la importancia de establecer vínculos afectivos positivos basados en la reciprocidad, el cuidado del otro y el consentimiento, a partir de un actuar basado en el amor que perfecciona al hombre.

Propósito del tema: Comprende que el verdadero amor nos ayuda a perfeccionarnos como personas

Amor y perfeccionamiento humano.

El ser humano nace del amor y está llamado al amor. Según Tomás de Aquino, el amor es el don primordial, porque a partir de él se nos dan todos los demás dones, es el pre requisito, y con él nos vienen todos los demás bienes. Estamos llamados al amor. Desde el Amor venimos, hacia Él vamos y sólo podremos desarrollarnos en la medida en que vivamos en el amor. Por eso, todos buscamos –aun inconscientemente– el amar y el ser amados. Sin embargo, el asunto medular es acertar en el amor, aprender a amar verdaderamente. Por otra parte, la falta de amor origina alteraciones muy serias en el ser humano. Por ejemplo, un niño necesita del amor de sus padres. Si un niño crece sin amor, tiene muchos problemas en su desarrollo, no sólo emocional, sino inclusive físico. El amor es el regalo primordial y por eso es indispensable. Después de que nacemos, vamos pasando por la infancia, la niñez, la juventud, la madurez y la tercera edad, siempre requiriendo del amor. Y lo que es más importante todavía, a través de todas esas etapas es condición imprescindible para desarrollarse, no sólo recibir amor sino especialmente darlo. Dar amor es correlativo a saberse amado. Sólo entonces es posible un desarrollo normal.

El amor humano es de una gran riqueza y abarca todo el campo de las relaciones interpersonales significativas; por ello dentro del amor humano se pueden diferenciar algunas clases de amor: el amor maternal, el amor paternal, el amor fraternal, el amor filial, el amor amical, el amor conyugal. Es significativo el hecho de que, en todos los casos, la frase amorosa fundamental y latente sea: “¡Qué bueno que existas!”, “¡Eres muy bueno, muy valioso, muy importante!”. Esto quiere decir, que el amor atañe a lo más profundo de nuestro ser, que gracias al amor somos refrendados en él. Evidentemente, este reconocimiento de nuestro ser como algo bueno causa inmensa alegría. ¡Qué bueno que existas! es la frase que tácita o explícitamente se encuentra en todas aquellas clases de amor: una madre se lo demuestra continuamente a su hijo, los hermanos, los hijos, los amigos, los enamorados, los esposos, también lo dicen en muchos detalles. Todos esos amores humanos –sin darse cuenta– están reconociendo el acto creador divino, amorosísimo, con el que fuimos puestos en la existencia, aquel acto de amor por el que Dios nos pensó como alguien amable, cuya existencia sería algo muy bueno, y ese amor todopoderoso llegó con su solo Querer –lo que no podemos hacer los seres humanos– a darnos la existencia. Ese acto de amor divino se vuelve a renovar en cada una de sus criaturas en cada momento de su vida. Por eso los amores humanos serán realmente tales si beben de aquella fuente creadora –amor personalísimo– de la que han salido: el Amor Divino. Así pues, para entender el amor humano –sin hacerlo banal– hay que partir de aquella reafirmación en el Ser radical. La misma experiencia nos da noticia de lo impactante que es esa reafirmación. Por ejemplo, un joven cuando vive su primer enamoramiento lo experimenta como un gran acontecimiento, que se manifiesta en alegría. ¿Por qué esa alegría?. Porque de pronto descubre que él es importante para alguien. Es probable que hasta ese momento sólo haya vivido con el amor de sus padres, hermanos, familiares, amigos. Pero, he aquí que hay alguien que se interesa por él de un modo nuevo. Y entonces aquel muchacho piensa, y si no lo piensa lo intuye: “Si yo soy alguien para ‘ella’ es que valgo”. Todavía tendrá que trajinar mucho en el camino del amor, pero ese despertar es muy significativo.

El amor conyugal: Unión personal de por vida. La grandeza y la dignidad del hombre se manifiestan en la capacidad de comprender y dirigir —según las exigencias del bien integral propio y del prójimo— sus impulsos y sentimientos, merced al uso de sus facultades espirituales: inteligencia y voluntad.

El amor conyugal es la elección consciente, libremente asumida, de entregarse por completo al otro, aceptándolo y queriéndolo tal como es, con objeto de formar una familia. Solo cuando se fundamenta en semejante donación, el matrimonio dará origen a una vida común duradera;

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